Hola Lectores:
Podría dar un largo discurso como habitualmente escribo previamente a dar inicio de un capítulo pero iremos directamente a lo realmente importante. Pero antes unas palabras:
"Nunca entenderé esta cosa llamada civilización, en mi tierra natal cada uno se sienta en silencio y bebe su copa sólo".
Conan el Bárbaro
Al otro lado del Río de la Serpiente cerca del crepúsculo…
La definición (Rae) de prisionero dice: persona que se entrega al vencedor precediendo a capitulación. Normalmente esa sería la definición adecuada pero Lothar estaba muy lejos de aquel concepto escrito por los estudiosos de la lexicología.
Él se asemejaba más a un "invitado", en una tierra extraña descrita por los viejos cuentos narrados por su padre y madre en su infancia.
Los theodorianos solían hablar de los extraños habitantes salvajes del Gran Bosque Sombrío y más allá del Río de la Serpiente que solían lanzar ataques contras los pueblos y villas próximos a la capital del reino… transformados en terribles monstruos lobos y masacrando indiscriminadamente a la indefensa población rural. Otra historia hablaba de las antiguas guerras que precedieron a la fundación del reino de Theodor y la invasión de los demonios con aspectos de lobos que impusieron su dominio sobre el Gran Bosque Sombrío.
Los Lobos Fantasmales a los ojos de los theodorianos se traducía: ¡Abominaciones!... y el Clero los tachaba como: ¡Herejes! debían ser inmediatamente ejecutados sin necesidad de un juicio previo ya fueran decapitados, colgados o desmembrados. Posiblemente ese odio tan irracional surgía a partir de venerar al Gran Lobo Lunar y sus artes mágicas secretas.
No existían una clara referencia escrita sobre las artes mágicas secretas practicadas por los Lobos Fantasmales.
Retomando la pequeña expedición de Torvi, Lothar y Viento Blanco… encontraron amparo en una antiquísima fortaleza construida por los Lobos Fantasmales hace unos trescientos cincuenta años y sorprendente permanecía en pie con claros signos que la naturaleza había reclamaba ciertas áreas. Lothar decidió explorar el interior de la derruida fortaleza junto a Viento Blanco… y Torvi prefería mantenerse en el campamento base ubicado en el patio central bajo una galería externa que ofrecía un sitio seguro para guarecerse de la inminente lluvia de la jornada, encender una fogata, cocinar dos conejos cazados hace menos de una hora y recuperar fuerzas.
Pudo determinar que la fortaleza estaba destinada a vigilar de posibles incursiones y la primera defensa natural lo representaba el Río de la Serpiente marcaba una gran ventaja a la hora de combatir contra fuerzas exteriores procedentes de los reinos próximos.
–Me agrada tu compañía, Viento Blanco– dijo Lothar paseando por los muros que se mantenían en pie o en parte. –A diferencia de Torvi. Siempre suele estar de mal humor…
Viento Blanco solo ladeo la cabeza con las orejas atentas a posibles amenazas como emitir leves gruñidos en un intento de establecer una conversación con el humano.
–Siempre me han gustado… los lobos– dijo Lothar. Profundizando sus recuerdos de infancia o hablando de las noches que solía ir junto a sus progenitores a completar de la torre del vigía tanto a las estrellas y escuchando los lejanos aullidos de los lobos.
Ese canto que podía estremecer los corazones de los hombres más valientes y él parecía disfrutar aquel canto, deseando ver a un verdadero lobo correr por el bosque libremente sin ser tachado de brujo.
Lothar aprendió a llevar la etiqueta de "brujo" por esas habilidades sobrenaturales procedente de su origen tan desconocido. Viento Blanco obedeciendo naturalmente sus instintos fue cauto a la hora de percibir el olor corporal de Lothar considerando en un principio como un individuo de dudosa lealtad pero carente de malas intenciones y aceptándolo finalmente bajo su propio razonamiento animal.
Recorrieron un tramo equivalente a cincuenta yardas para descender y a travesar lo que pudo ser en otros tiempos un salón destinado posiblemente a reunirse en un consejo o festejar cualquier suceso importante. El sentimiento de comodidad parecía ir creciendo con el pasar de los días… el bosque era como un sitio que conocía a la perfección y sentía que formaba parte de su ser.
La garra de hierro semejante a una garra de lobo significaba una prueba de su origen y podría encontrar muchas de las respuestas a su verdadero origen.
–¡Las estrellas son realmente diferente en este sitio!– se dijo Lothar, repasado las jornadas nocturnas anteriores y contemplando en primera personas las estrellas en su estado más puro. Su particular compañero cuadrúpedo se mantenía a pocos metros y lanzando un largo aullido… esa canción tan añorada por Lothar, parecía llegarle profundamente a su corazón. –Regresemos con Torvi.
Viento Blanco se adelanto unos metros y adentrándose en la espesura de la hierba próxima a la galería externa de la derruida fortaleza. La hierba meciéndose suavemente por el viento otoñal y las aves progresivamente iniciaban su peregrinación hacia el sur buscando un clima más acorde a sus necesidades… el invierno en esta parte del continente nunca demostraba una pizca de clemencia.