Llegando a nuestro respectivo salón, y con cautela, nos acercamos a los asientos que hay en la parte trasera del mismo, donde las mesas de Jan y Kenzie están frente a la mía y pegadas a un ventanal, ventanal que también puedo compartir con un asiento completamente vacío, lugar que nadie ha ocupado en la anterior semana. Seguro que sólo fue por esa semana, en esta será diferente… creo, es posible suponerlo después de vivir cierto tiempo y estar en un colegio de prestigio, es presuponer que alguien más ocupará ese lugar en algún momento.
Alguien me ha escuchado, alguien superior a mis entendimientos ha escuchado mis pensamientos, pues me ha puesto a mi costado la presencia de un joven poco más alto que yo, con piel delicadamente color durazno, ojos color avellana, cabello oscuro, corto y un pequeño copete ondulado.
Al momento que ambos chocamos miradas es imposible que una pícara sonrisa no se me salga, sin embargo, él parece sólo sonreír por… alguna razón, pues pronto retira la sonrisa de sus labios, poniendo un semblante serio, como si no hubiese visto a nadie.
Pocos minutos tras la llegada del alumno nuevo, un gran cúmulo de estudiantes entra al salón; detrás de ellos, hombre formal y con buen vestir, digno del profesor de Leyendas y Mitos de Yudia, hace acto de aparición. Pantalón de tela azul finamente liso y sin alguna señal de arruga, una playera de seda blanca, con un chaleco gris… ¡vaya gustos de moda varonil!
A pesar de la apariencia del estricto profesor, puedo decir que éste si es un profesor al cual se le puede admirar por cualquier ángulo desde el que se le mirase. Simplemente es como tener a un alumno más en el salón, a alguien con el que no tienes problema alguno de charlar con tus problemas interpersonales o familiares, de hablar de cosas que simplemente no puedes explicarle incluso a tu familia. Hablar con alguien sobre tus miedos y frustraciones sin ser tachado de loco o infantil es sentirte… liberado, o liberada, de esos problemas y es así como este profesor te hace sentir.
— ¡Buenos días, muchachos! —Saluda el hombre.
— ¡Buen día, profesor! —Saluda la clase.
—Bien, antes de comenzar— el profesor comienza a sacar de su morral un par de largos pergaminos muy bien cuidados —. ¿Tienen alguna duda de lo que vimos la clase pasada?
Son dos compañeras quienes levantan la mano, Sojin y Haneul, personas con características físicas distintas a los demás compañeros míos. Ambas tienen los ojos más rasgados que nosotros, su piel parece casi de porcelana. Sojin es quien tiene la figura de un corazón en el costado derecho de su chaleco, mientras que Haneul tiene una extraña fascinación por dibujar cuatro tipos de letras, o glifos, no sé, distintas en las esquinas de sus papiros y pergaminos.
No sé mucho de ellas, pero sólo son ese par de detalles que he notado durante la semana pasada, pero creo que será divertido descubrirlo poco a poco. Aunque, para ser honesta, la verdad… es que… me da pena hablarles. Supongo que el hecho de conocer a gente que jamás habías visto a cierta edad estar en tu pueblo natal te pone un tanto… nerviosa… o, no lo sé.
—Dime tu duda, joven Sojin— habla el profesor.
—Esto no lo explicó la clase pasada, pero, aun así, tengo la duda— es entonces que Sojin señala a los pergaminos del profesor — ¿Qué significa el colibrí en sí?
— ¡Justo de eso tratará parte de la clase de hoy! Ahorita responderé esa pregunta —entonces señala a Haneul —. Ahora dime tu duda, Haneul.
— ¿Por qué sacrificaban a la gente sacándoles el corazón? —Al parecer su pregunta ha causado una pequeña discusión entre otros tantos compañeros del salón quienes comenzaron a cuchichearse entre ellos —. No quiero meterme con su cultura, solo es… una pregunta.
—No, tranquila. Aquí en el Colegio de Tabanta todas tus dudas serán respondidas a través del conocimiento y la enseñanza. Tampoco se permiten burlas ni actitudes negativas ante personas ajenas a nuestra cultura, ¡¿verdad, jóvenes?! —Pregunta algo molesto el profesor.
Todos empezaron a hablar en un tono bastante… tranquilo. Ni enojados, ni tan calmados. Simplemente hablaban del lugar misterioso de donde pudieron haber venido ambas chicas, pero también, aceptando que nuestro pueblo es digno de ser visitado por la gente de otras tierras. Y no lo niego, Yudia tiene vistas increíblemente hermosas, tan hermosas que se podrían comparar con los escritos en papiro de gente talentosa que imagina lugares fenomenales, pero en lugar de ser explicados, en Yudia son totalmente visibles.
—Bueno, se lo pregunto porque de dónde venimos, nuestro pueblo tiene acostumbrado a aventar la tumba de la gente bajo el fondo de un lago, sobre todo el lago que se haya al centro de nuestras tierras, para que su alma pueda llegar mucho más pronto al encuentro con los dioses. El ritual es muy agradable y colorido de ver… —habla Haneul.
—Es verdad —reafirma Sojin.
—Seguro que lo es, y ya tendrán tiempo suficiente para que nos platiquen aún más de su tierra natal —miro a través de la ventana, algunos alumnos apenas van entrando a la escuela, corriendo como ovejas o chivos pastoreados mientras la luz del Sol comienza a inundar la ciudad —. Y respondiendo a tu cuestión, Haneul, les decía las clases pasadas que la razón de nuestros sacrificios estaba totalmente ligada con los dioses. Si quieren más concisa la explicación, se podría decir que hacíamos un intercambio de energías entre nosotros y los dioses, quienes nos dan más de sus energías para que este mundo siga prosperando y funcionando. Estas energías llegaban en forma de lluvia y alimentos, donde el Sol desempeñaba un papel importante— de su bolso, saca un cuchillo de sacrificio —. Donde el cuchillo se interpretaba como un nexo entre los dioses y nosotros. Este cuchillo sería elaborado hace ya más de novecientos sesenta años, casi mil, en el centro de Yudia, cuna de nuestra civilización. Si pueden observar— el hombre eleva el cuchillo a cierta altura para que lo viésemos, señalando las partes del arma mientras explica —, está hecho con una base de madera, cubierta con trozos de jade a manera de mosaico y el cuchillo en sí sería elaborado a partir de pedernal. Mide nueve centímetros de largo por dos centímetros de ancho.
Editado: 15.10.2021