Amy
—Compórtate en tu nueva escuela, entra a clases, por favor, aliméntate bien, vístete abrigadamente cuando haga frío o estés enferma, no salgas a beber mucho…
—Mamá, ya no soy una niña pequeña, por favor, detente —ella miró el rostro de su madre, las lágrimas se encontraban acumuladas en sus claros ojos, sin embargo, se negaba a dejarlas salir, lo que era típico de su persona. La menor soltó un sonoro suspiro, para después tomarla de las manos y sonreír—. Estaré bien, te lo prometo, ¿de acuerdo? —su madre asintió y la rodeó con sus delgados brazos en un fuerte abrazo.
Al separarse de su madre se giró hacia las escaleras en donde se encontraba su pequeña hermana, quien se mantenía con el ceño fruncido desde hacía buen rato atrás.
—Hey —la llamó, ella giró su rostro para evitar mirarla, gesto que hizo sonreír a la mayor de ambas—. No sigas enojada, ya te dije que no es mi decisión sino que papá y mamá piensan que es lo mejor para mí, ¿de acuerdo? —Hannah siguió sin mirarla por un par de minutos más, hasta que soltó un suspiro y se levantó de donde había estado refunfuñando por más de media hora.
—Te voy a extrañar —la mayor sintió como su cintura era rodeada y un rostro se colocaba a la altura de su estómago—. Llama seguido, por favor —escuchó el pedido que salió de los labios de aquella niña en apenas un suspiro.
—Te prometo que lo haré —vio a la menor asentir y después de aquel pequeño gesto se separaron, para después agregar—; Además, Nueva York no está tan lejos, cualquier día podría venir de visita —le guiñó un ojo con travesura, a lo que Hannah le respondió con una negativa de cabeza, pero con una sonrisa en sus labios.
—No seas mentirosa —la mayor río al mismo tiempo en que le alborotaba sus oscuros cabellos.
—Te extrañaré mucho, mi niña —la voz cariñosa de su madre llamó de nuevo su atención hacia ella.
—Y yo a ustedes —le aseguró después de haberla abrazado, ahora sí, por última vez—. Pero recuerden que fue su decisión transferirme de instituto a uno tan lejos —aquello lo dijo en tono de broma, sin embargo, por un segundo logró ver una profunda pena en los ojos de su madre, pena que después desapareció solo para dejar seguridad en ellos.
Después de recibir ayuda para subir sus maletas al auto y de regalarles una última sonrisa a su madre y hermana, Amy se metió al auto junto con su padre y Jack, el chofer de confianza. La mirada de ella se dirigió hacia el señor de oscuros cabellos que se encontraba a su lado, aparentaba estar cansado, sus oscuras ojeras le decían que no había dormido para nada la noche anterior, sin embargo, procuraba mantenerse firme.
Ella pensó que se mantendría callado todo el viaje hacia el aeropuerto, por lo que escuchar repentinamente su voz le sorprendió.
—Ten mucho cuidado, Amy, recuerda que te queremos mucho —al escuchar aquello, una pequeña sonrisa se formó en sus labios, su padre no era muy asiduo a demostrar sus sentimientos, pero cuando lo hacía era lo más lindo del universo—. En Nueva York conocerás muchas personas nuevas, hazte amiga de algunas, al igual que aprenderás cosas nuevas, algunas que jamás pensaste que existirían… —por alguna razón que desconocía, aquello le había sonado muy extraño, aunque lo dejó pasar por el simple hecho de que su padre le estuviera hablando así—. En fin… llegarás al hotel y ahí pasarás la noche, al día siguiente y después de que hayas salido del instituto es que irás a instalarte a la mansión, ¿Bien? — posteriormente de asentir, le pasó un papelito con la dirección anotada en el.
—Sigo sin entender por qué dejas que me quedé en ese lugar, bien podrías haberme encontrado un pequeño departamento en un sitio más concurrido… —le dijo y él río con ligereza.
—Ya te dije que es para que no estés sola, además, las demás ocupantes son hijas de personas que conozco, así que espero que se lleven bien —Amy frunció el ceño ligeramente, para después asentir.
Aquel hombre después de alborotarle el cabello a su hija como ésta lo había hecho su hermana menor, dio por concluida la breve plática.
Cuando llegaron al aeropuerto, la joven recibió ayuda con sus maletas y después de haberse despedido de Jack, continuaron con su camino. Pasar los controles fue fácil, ya que no llevaba mucho equipaje con ella y todos sus documentos estaban en orden, para cuando llegaron a la sala de espera aquel hombre tomó de la mano a su hija y la atrajo a su cuerpo en un abrazo que la menor no se esperaba.
—Eres mi orgullo, Amy, sé que lograrás grandes cosas allá a donde vayas, desde que naciste tu destino ha sido diferente al de todos nosotros, nunca te avergüences de lo que eres y lo que llegarás a ser… —él calló por unos segundos en los cuales ella trató de grabarse sus palabras—. Te amo, hija —aquello fue dicho en apenas un susurro, pero fue tal el sentimiento que se coló en su tono de voz que las ganas de llorar se acentuaron en la que estaba siendo abrazada.
A pesar de los sentimientos que la abrumaban, le devolvió el abrazo con el mismo ímpetu y procuró no derramar sus lágrimas, ya que no era tiempo de hacerlo. Para cuando se separaron el vuelo que abordaría fue anunciado por los altavoces, por lo que con una rápida mirada se despidió de su amado padre y fue a abordar ese avión.
La mitad del vuelo se la pasó escuchando su lista de reproducción más larga, la otra mitad se dedicó a leer el folleto y a investigar el instituto al que ingresaría. En definitiva era uno de los mejores de la ciudad, su plan de estudios, los profesores, las instalaciones… Todo era excepcional, pero seguía sin estar segura del porqué sus padres querían que terminara allí el bachillerato, después de todo la decisión la habían tomado de la noche a la mañana, ni siquiera le habían consultado, era como si necesitaran que estuviera allí y no con ellos.
Editado: 07.11.2020