El aleteo de las alas rompió el silencio del bosque y alertó a la joven que sin perder tiempo desenvainó su espada.
—Rapunzel, ve adentro.—ordenó secamente a la otra chica que estaba a espaldas suyas.
—¿Qué ocurre,Cass? ¿Todo está bien?
—No lo sé—contestó mientras que sus veloces ojos examinaban el entorno. De pronto Cassandra logró escuchar el lejano sonido de los cascos de un caballo —¡Ve adentro!—le gritó a la rubia, quien inmediatamente corrió al interior de la torre.
El sonido de los caballos se incrementaba al tiempo que el rumor de voces masculinas inundaban el bosque, ya estaban cerca. Cassandra empuñó con más fuerza su espada, estaba lista para luchar contra quien se acercara demasiado al claro.
Repentinamente de entre los árboles surgieron dos veloces caballos montados por rostros conocidos.
— Son ustedes.— Cassandra suspiró aliviada al tiempo que guardó su espada—¡Raps, ven a saludar a...
—¡Pete, Stan!—antes de que la otra terminase de hablar, la chica rubia corrió para saludar alegremente a los piratas que conocía desde hace tantos años.
— ¡Rapunzel, pero mira tu cabello es mucho más largo que la última vez!—dijo Pete asombrado desde el otro lado de la línea de rocas que marcaba el límite.
—Lo sé, el cabello tiende a crecer; pero no lo notarías tanto si vinieran más seguido.— repuso la rubia a modo de queja.
—¿Y qué asunto los trae por aquí?—intervino la joven de cabello oscuro.
—Traemos un mensaje.— anunció Stan al sacar de su ropa una carta que ofreció a la mayor de las dos— Es de tu padre.
En cuanto escuchó esas palabras, Cassandra arrebató el sobre de la mano de Stan y se apresuró a abrirlo.
—¿Son noticias?¡¿Lo ha encontrado?¿Ya viene por nosotras?!—Rapunzel gritaba frenéticamente al girar entorno a Cass.
—No...no exactamente.— Cass retomó su seriedad tras doblar la carta y guardarla en el sobre.
—¿Son malas noticias?—Pete preguntó y Stan lo codeo.
—Para nada, en realidad encontró la solución...—dijo animada— Pero él no vendrá a sacarnos.
—Disculpa ¡¿Qué?!—gritó Rapunzel.
—Dice que ha mandado a dos de sus mejores hombres y son ellos quienes traen lo que necesitamos para salir, pero él no viene.
—Pero sólo nos han dado esta carta, no trajimos nada más.—repuso Pete.
—Creo que no se refiere a nosotros.—le respondió su compañero. Cassandra los miraba molesta y con ojos entrecerrados —Tiene sentido que mande a alguien más, el capitán ya no es tan joven y tardaría mucho tiempo extra en llegar hasta acá.
—Supongo, es sólo que...
—Yo también lo extraño.—Rapunzel abrazó ligeramente a Cassandra.
—Eso no es lo que iba a decir.— repuso al zafarse de los brazos de la rubia—¡Su deber era venir a liberarnos!—nadie dijo una palabra, no se atrevían a contradecirla cuando estaba molesta— Aunque supongo que podremos ir a su encuentro una vez fuera de aquí —dijo Cassandra para romper el silencio que se esparcía por todo el claro.
—¡¿Se quedan a cenar?!—Rapunzel preguntó muy animada, casi como si el enfado de la otra nunca hubiera ocurrido.
—Suena bien.
—Sí, ya estoy hambriento.
Ambos hombres bajaron de sus corceles y ataron las riendas a un árbol cercano para después prender una fogata justo en el límite, mientras las jóvenes traían del interior de la torre lo necesario para la cena. Los cuatro se sentaron en el pasto, separados por la fogata y las pesadas rocas que limitaban el claro.
—¿Y qué es eso que viene en camino y las sacará de aquí?— preguntó Pete al tiempo que daba un mordisco a su cena.
—En realidad no lo sé, podría ser cualquier cosa—Cassandra respondió muy pensativa.
—Sí, cualquier cosa: un anzuelo, una flor, un pincel, un pastel... yo que sé.—los ejemplos de Rapunzel no convencían a Cass en lo más mínimo, pero sonrió y asintió para no desanimarla.
—Lo que sea, escuché que es tan poderoso que romperá cualquier prisión.
—Lo sé perfectamente, Stan, porque yo lo dije—con estas palabras Cassandra se levantó del suelo y fue al pozo por agua para apagar la hoguera.
Una vez sola, al otro lado del claro, se limitó a ver el atardecer en el reflejo del agua. No quería que nadie lo supiera, pero en realidad sí estaba triste. Tras tanto tiempo separados ella quería ver a su padre y la carta no le había sido alentadora.
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El sol apenas se levantaba cuando el majestuoso búho cornudo entró a la torre aquel día con una carta atada a una pata.
—¡Sí, finalmente!—un grito de victoria fue lo que despertó a las chicas esa mañana. Ambas bajaron corriendo a la sala de estar, aún en bata de dormir.
—¡¿Qué está pasando?!—preguntó una Rapunzel de 13 años al ver al ave, sabía que era Búho quien traía las cartas importantes.
—¡Lo han capturado!
—¿A quién capturaron exactamente, padre?— cuestionó Cassandra, con 17 años en ese entonces.
—Al hombre que lo sabe todo, al único ser sobre la tierra que me puede dar la solución para romper el hechizo...
—...El espectro—susurraron las dos niñas al unísono.
—¿Dónde está?— preguntó Cassandra.
—¿Es muy lejos?— completó Rapunzel.
—Bastante, pero entre antes salga más pronto regresaré—sin perder ni un segundo los tres alistaron lo necesario para el viaje. Una vez listo salieron de la torre y cruzaron el claro— Me llevaré a Fidella, sólo hasta el puerto.
—¿El puerto? Eso significa que... ¿Vas por el Calavera?
—Así es— respondió decidido mientras subía a la yegua —Cassandra, estás a cargo durante mi ausencia, cuida de ella. Rapunzel, pórtate bien por favor.
—¡Sí Capitán!—respondieron las dos y él partió a lomos de la joven yegua.
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—Casi son cinco años... ya ni siquiera recuerdo su rostro— Cass suspiró desanimada mientras se recargaba en la orilla del pozo para observar como las nubes cambiaban su color por la partida del sol.