La noche ya estaba muy avanzada, lo único que Cassandra escuchaba eran las manecillas del reloj más cercano. Hasta que una voz rompió el silencio.
—No puedo dormir— escuchó decir a Rapunzel desde la otra cama.
—Yo tampoco— le respondió con un suspiro de resignación.
Lo siguiente que escuchó fue el sonido de las ligeras cobijas que se movían del otro lado de la columna que dividía ambas camas. De pronto escuchó que la madera comenzó a crujir bajo los pies descalzos de la rubia que se dirigía hacia ella. Cass giró esperando encontrar a Rapunzel de pie a lado de su cama, pero en su lugar la vio a punto de meterse bajo las cobijas, sin permiso alguno.
Cassandra se sentó sobre el colchón y le hizo un lugar , mientras la miraba con ojos sorprendidos para esconder que en realidad se sentía feliz y tranquila tenerla a su lado.
—Estoy muy nerviosa por mañana— confesó Rapunzel mientras se abrazaba las rodillas.
—Yo igual— le respondió Cass, quien miraba el bosque por la ventana para evitar la vista de su compañera. —Raps... ¿Cómo es allá afuera? ¿Es tan hermoso como mi padre siempre lo dijo?
Pero no obtuvo respuesta.
Ante el silencio volvió los ojos a la otra joven. Bajo la luz de la luna pudo ver sus ojos verdes brillante llenos de lagrimas a punto de salir.
—En realidad no recuerdo muy bien, todo está borroso— le respondió Rapunzel después de parpadear rápidamente para evitar el llanto.
—Lamento haber tocado el tema— se disculpó Cassandra, ella sabía a la perfección que Raps no era fan de hablar sobre su vida antes de la torre. La rubia agitó la cabeza negando rápidamente.
— No, yo lamento no poderte decir mucho... y también no haber preguntado si podía dormir aquí.
—Sabes que la respuesta es "sí" — dijo con voz tranquila y le dirigió una sonrisa que Rapunzel le devolvió antes de acomodarse para dormir.
Al cabo de unos minutos la rubia se quedó profundamente dormida, sin embargo Cassandra seguía sentada sin poder conciliar el sueño. Miró a Rapunzel y esta vez no pudo evitar el efecto de la conversación que unas horas atrás habían tenido:
— El mejor regalo de cumpleaños ¿No?
—En realidad no.
— ¡¿Qué?! ¿Cómo podría haber mejor regalo que salir de aquí?
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Era la tarde del día de su cumpleaños número 12. Cassandra estaba al interior de la torre, jugando con un trompo de madera que uno de los piratas amigos de su padre le había regalado, cuando por la venta vio movimiento en el bosque ¿Se trataría de algún invitado que había llegado tarde?
Sin pensarlo mucho, ni avisar a su padre, la pequeña Cassandra bajó las escaleras y fue al encuentro de quien quiera que se acercaba al claro.
De entre los matorrales salió un enorme corcel negro montado por una figura humana que usaba una capucha del mismo color. Cassandra analizó la silueta, no le resultaba familiar. El jinete tiró las riendas haciendo que el caballo se detuviera y soltara un relichido que alertó al capitán, quien se encontraba dentro de la torre.
Con el caballo quieto y fuera del claro, Cass notó que sobre la silla de montar, justo detrás de la persona encapuchada, estaba inconsciente una niña rubia. No tendría más de ocho años y sus pequeñas manos estaban atadas con una cuerda marrón.
— ¿Cómo es que sigues viva?— murmuró la furiosa voz de una mujer.
Cassandra se quedó paralizada y sin poder articular palabra ¿Acaso esa mujer era...?
— ¡No tienes razón para estar aquí!— el capitán se paró enfrente de su hija y dirigió su afilada espada a la mujer del corcel.
—Cuanto tiempo sin verte, capitán— la voz de la extraña pasó a un tono juguetón, pero sin dejar de ser amenazante. Sus manos bajaron lentamente la capa para dejar su rostro al descubierto. — ¿Cuánto ha pasado? Unos doce años ¿Tal vez?
Ahora era imposible negarlo. Esa piel pálida en conjunto con el cabello azabache y rizado, eran cualidades que Cassandra inmediatamente reconoció en sí misma.
—¿Porqué no te largas de una vez?— la amenazó el pirata acercándose al borde del claro.
— Pero por supuesto, aunque antes un pequeño obsequio.
Mientras con la mano derecha sostenía las riendas, con la izquierda tomó por la ropa a la niña rubia y la arrojó hacia el interior del circulo de piedras que servía como limite visible.
— ¡No!— el hombre soló su espada en el acto y corrió hacia la pequeña intentando atraparla antes de que estuviera completamente dentro.
La mujer dirigió a su hija, aún de pie muy por detrás de su padre, una penetrante mirada antes de hacer que el oscuro corcel saliera corriendo tan veloz que sus cascos levantaron tierra detrás de sí.
Cuando la nube de polvo se disipó, los incrédulos ojos de Cassandra contemplaron a su padre cargando en brazos a la otra niña todavía inconsciente. Al ver esa escena corrió hacia ellos.
—Fue muy tarde— le dijo a su hija casi en un susurro — Ahora ella también está atrapada aquí.
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—Quizá es muy egoísta de mi parte— se atrevió a decir una vez que Rapunzel estaba completamente dormida. La miró y acarició muy suavemente un mecho lacio y rubio— ,pero el mejor regalo de cumpleaños que he tenido es que llegaras a esta torre.