Abrió los ojos despacio, como si la luz del amanecer le dañase lo suficiente y la incitara a cerrarlos de nuevo. Pero había permanecido mucho tiempo dormida, demasiado como para regresar al estado tan detestablemente neutro. Sin estar viva, pero tampoco muerta.
Comenzó por disfrutar de aquella sensación de poder respirar de nuevo. Movió los dedos de las manos, de los pies, movió las piernas y los brazos para volver a ver que estaba en su cuerpo. Cuando por fin se adaptó a la luz, que tenue llegaba hasta ella gracias a que los árboles la cubrían, descubrió que estaba en un pantano. Dedujo que tal vez la lluvia la habría arrastrado hasta allí. Dieciocho años eran suficientes como para que cualquier cuerpo humano se hubiese partido en trozos y éstos anduviesen de aquí allá, repartidos por todos lados. Pero ella no era humana.
Se puso en pie, y al observar que seguía llena de fango se adentró en las aguas. Éstas lamieron su cuerpo lentamente, como si tuviesen cuidado de no estropear su piel. Se sumergió por completo y al emerger de nuevo, se topó con la mirada de un hombre que se hallaba frente a ella, apuntándole con un arco hacia el corazón. En sus ojos se podía ver una fascinación mezclada con... miedo.
-¿Quién eres y qué haces aquí en mis tierras?-quiso saber éste.
Ella clavó sus ojos verdes en él y el hombre palideció de terror, pero reunió valor para continuar.
-Te lo advierto bruja, sal de aquí cuanto antes. No soporto seres como tú-advirtió-. Y ya los he matado antes, así que no me provoques. Soy Tetran, cazador de gnomos, brujas e incluso fantasmas entonces tú no...
-¿Tus tierras?-repitió-¿Me estás diciendo que en éste momento estoy en tus tierras?
La mujer había hablado suavemente, sin embargo el hombre no pudo reprimir un escalofrío.
Llevaba el cabello negro con matices blancos cayéndole como un manto a los costados y no parecía importarle el no llevar nada puesto. El hombre tragó saliva. Era increíblemente hermosa y escalofriante.
-S...sí-dijo, pero ésta vez no pudo ocultar su miedo, porque al fin la había mirado a los ojos. Unos ojos verdes tan llenos de tinieblas que lo dejó sin habla.
-Oh humano, pero si ni quiera tu vida te pertenece en éstos momentos-sonrió ella enseñándole unos colmillos-. Ahora es mía.
Se detuvo de pronto, viendo como la extraña se aproximaba hacia él. Las piernas no le respondieron, a pesar de que quería huir. Un súbito terror le rasgó la garganta pero no pudo siquiera gritar. Lo último que vio fueron los ojos verdes de la desconocida.
Cuando ella por fin sació su sed, bebiendo la vida de aquel hombre como una copa de vino, se sentó a descansar un poco más.
-Oh, pero si yo soy una dang-blang-susurró con una macabra sonrisa dibujándose en sus labios-. Las guerreras han despertado y yo he venido por ellas.