Si bien Marton y su escuadrón tenían la fama de ser unos asesinos a sangre fría, se sabía que la reina Iliene solía cerrar sus tratos con los líderes varones de manera peculiar; usando su belleza y juventud para ello. Y parecía gozarlo.
Estaba en una situación como ésa con el joven Reu, hijo de la mano derecha de un noble. Con quien negociaría unos terrenos al límite de Haew.
-¿Entonces crees que el noble Jurt me de ésas lindas tierras?-preguntó juguetona, metiendo la mano en su pantalón. Reu cerró los ojos e infló las aletas de la nariz, excitado.
-Lo que usted desee...-Iliene apretó un poco-. Mi reina.
-Dile que los quiero todos-siguió mientras le besaba del cuello para abajo-. A un precio digno para la reina.
Justo cuando Iliene se hallaba de rodillas, unos golpes en la puerta interrumpieron su juego sexual.
-Creo que alguien llama-indicó Reu entre jadeos.
-Ignóralo-contestó ella abriendo la boca.
Volvieron a tocar a la puerta. Iliene entornó los ojos en blanco, irritada y se levantó. Dejando a un desnudo y excitado Reu en su cama.
-¿Quién osa interrumpir mi descanso?-exigió saber cuando abrió.
-La reina- respondió la sirvienta. Iliene frunció el ceño y casi echó a reír.
-Eso no puede ser-dijo saliendo de la recámara-. No hay ninguna otra reina. Sólo yo.
-Me temo que...no es así.
Su arruga del entrecejo se hizo más notoria y salió, molesta.
Caminó por los pasillos hasta la sala principal llevando nada más que la bata y su orgullo que la hacía parecer aún más fuerte de lo que era en realidad. Sin embargo, cuando llegó al encuentro de la mujer que osaba insultarla, pareció como si todo ése orgullo se viera nublado. Porque quien estaba delante de ella parecía llevar una elegancia peligrosa que jamás podría igualar.
-Iliene-dijo suavemente la extranjera -. He venido a avisarte algo. A ti y a todo tu pueblo.
Iliene jamás había sentido tanto pavor como cuando vio a aquella mujer sonreír.