Pasaron los días. No lo podía creer. La gente realmente iba a mi tienda y me compraba todo lo que podía. Y me contaban sus problemas, como la poca cantidad de médicos y su precio completamente exorbitado. Preferían mis hierbas, porque les funcionaba, eran accesibles, y además, les causaba curiosidad conocer a alguien de Oriunde, siendo muy poca la gente de esa región que se atrevían a ir a la metrópoli.
Una de mis mejores clientas; Chelsea. Una chica bajita, de cabello corto y con ondulaciones, una piel canela y unos ojos cafés. Ella me compraba medicina natural todos los días para el cuidado de su abuelo. Y me contaba las maravillosas historias sobre sus padres. Una pareja de guerreros que participaron en la guerra con diversos reinos lejanos.
-¡Y debiste ver cómo mi padre usaba la espada en contra de los enemigos!.- Contaba eufórica.
-¿Y dónde están ellos ahora?.- Pregunté mientras limpiaba un poco la vitrina, en esa hora los clientes bajaban considerablemente. Era una hora para ir a comer, por lo que tuve todo el tiempo para charlar con Chelsea.
-Oh...- Su tono alegre se apagó. -Ellos se fueron a Oriunde, decían que querían un futuro más tranquilo en los campos.-
-¿Y por qué no fuiste con ellos?.- Pregunté interesado.
-Porque......Me gusta Angulema, es una ciudad complicada, pero me gusta. Oriunde no es lo mío. Y además....Tengo que aprender a ser independiente. Aunque...aún no he encontrado trabajo...Es difícil hacerlo siendo una mujer.- Afirmó ella mientras me miraba como limpiaba.
-Me vendría bien una ayuda por aquí, la verdad. Últimamente los clientes subieron como espuma y....hay horas que no puedo con todos. Si deseas puedes unirte...-
Se dibujó una sonrisa en el rostro de Chelsea, y se abalanzó hacia mí para abrazarme emocionada.
-¡Me encantaría!.-
Aclaro la llegada de Chelsea a mi vida, porque es la primera amistad genuina que tuve en mi llegada a la capital. Me aportó demasiado, y siempre agradeceré el día que se me ocurrió darle ese empleo a la tienda. Además, verán que estará muy presente en nuestra historia.
El paso de los días no solo me trajo a Chelsea, si no que también la atención pública de Angulema. Era novedoso: Un herbolario pone a prueba a los médicos presentes. La voz se esparció por todos los distritos, y la gente al verme me gritaba cosas como:
-¡El herbolario Abraham! ¡Muchas gracias por esa crema!-
-¡Gracias por cuidar de mi hija!-
-¡Tu té es el mejor de toda Angulema!-
Era raro estar en el ojo público, de hecho, siempre trataba de callar a esa gente, odiaba ser el centro de atención. Así que solo les agradecía y les pedía que no me trataran de tal manera, solo daba plantas, nada más. Y las vendía para poder sostenerme, no era el héroe de nadie.
Claramente, era un revuelo de tal magnitud, que llegó a los oídos de los verdaderos médicos. Algo muy difícil de lograr. Los rumores lo decían: El hérbologo Abraham va a destronar a todos los médicos de Angulema. Todos esos médicos que gastaron su tiempo en la universidad de Khizhor, estaban amenazados por un simple herbólogo. Tanto así, que llamaron a una junta con todos los médicos disponibles en el lugar, entre ellos, Sigmund. Se juntaron en el castillo real, en una de las miles de habitaciones que tenía el castillo. En ella, habían ventanales gigantes y una gran mesa redonda de madera. Ahí manifestaron su molestia, como si de un aquelarre se tratase. Estaba quitándoles la atención y a sus clientes. La gente ya nos les perseguían por donde iban, todo era diferente para ellos.
-¿¡De donde salió ese herbolario?!- Gritaba un médico llamado Smirtk. Famoso por sus investigaciones.
-¡Qué importa su vida! Nosotros atendemos a la realeza, nos paga mucho más oro que esos borrachos.- Afirmó el doctor Novo. Uno de los pocos que atendía a regiones lejanas.
-El problema es que si nadie nos quiere, nuestra demanda baja, y la reina nos pagará muchísimo menos...- Dijo el médico Kosto.
-Y quién sabe... a lo mejor la reina nos tire a la calle y le de la bienvenida a ese herbolario pobre de Oriunde.....- El doctor Smirtk sin duda era el que más molesto estaba sobre la situación.
-Lo dudo, de hecho....Tengo información valiosa sobre el herbolario..- Afirmó un médico rubio. Era el mismo que me empujó en mi llegada a Angulema, era el doctor Sigmund. -Hace unos días, me topé con él, antes de que abriera su tienda. Iba a encontrarse con una bruja en el mercado de los barrios altos.- Afirmó malicioso.
Los médicos, en su propio aquelarre, pusieron sus ojos como plato ante tal noticia. Una jugosa información que fácilmente me podría borrar del mapa.
-Eso quiere decir.......-
-Que es brujo....-
Murmullos y distintas voces comenzaron a reinar en la sala.
-¡¡¡HAY QUE QUEMARLO!!! TAL COMO LO QUE HIZO EL REY ASTIÁN A TODOS LOS BRUJOS DE LA REGIÓN DE ENKRET- Gritaba el médico Smitk.
-Yo digo que lo mejor sería......- Explicaba Sigmund. -Contarle esa información a la actual reina Zoe, para que se haga cargo y elimine a ese brujo de nuestra tierra.-
-¡SÍ!.- Se escuchaba al unísono todos los médicos, para después dejarse escuchar murmullos, y voces entre ellos. Al parecer, todos querían lo mismo: Devolver la demanda de clientes y terminar con estos rumores que ponían a prueba su propio negocio. Sigmund claramente buscaba lo mismo, al fin y al cabo, es el mejor médico del reino, es el más afectado por esta situación...'Preocupante'...
De vuelta a mi mundo, todo parecía ir como viento en popa, a este punto, yo ya me había olvidado del mensaje del ángel, yo solo estaba viviendo la vida al ver como la gente disfrutaba de las hierbas. Me llenaba de alegría, porque era lo único que me quedaba de mi madre, sus conocimientos con las hierbas.
La noche cayó, y la tienda cerró. El último cliente se fue satisfecho con su venta.
Editado: 04.04.2020