Recuerdo despertar en una celda, algo fría. Estaba en un calabozo del castillo. Con un dolor de cabeza gigante. Al abrir bien mis ojos, enfrente mío (Aunque detrás de las rejas) había alguien. Recién estaba despertando, no podía ver bien.
Alcé la mirada, era una figura femenin......-
-¡Reina Zoe! A-ah....¿Qué necesita?- Mis palabras salieron de una manera nerviosa. La misma reina Zoe enfrente de mí. Una piel morena, cabello largo hasta su cintura. Ropas finísimas la envolvían de manera cuidadosa. Era ella, mirándome fijamente.
-Herbolario Abraham. Por fin nos conocemos. He escuchado mucho sobre ti. Lamento que nos conozcamos bajo estas circunstancias.- Comenzó ella.
-El gusto es mío...- Decía mientras me levantaba y me acercaba un poco a las rejas. -Perdone mi impertinencia.....Pero están cometiendo un error.. Yo no hago brujería, yo solo tengo conocimiento sobre las hierbas, mi madre me enseño to..-
La reina me interrumpió. -No me interesa lo más mínimo. Tranquilo, no te quemaré ni te castigaré de la manera que mi padre hacía. Soy un poco...abierta, a la brujería......De hecho, sigues vivo gracias a mí, porque necesito pedirle un favor.-
¿Un favor a mí? Esto cada vez se ponía más y más raro.
-Sí, claro, dígame.-
-Hay una epidemia, la razón de que la mayoría de los médicos del reino estén aquí es porque hay una enfermedad afectando a mucha gente de Angulema. Lamentablemente, son muy pocos para la gran cantidad de personas que viven aquí. El hecho de que haya venido un herbolario....-Suspira.- Me alivia. Me han informado de gente que ha mostrado una mejoría, o que ha reducido sus síntomas gracias a lo que tú haces.-
En este punto, me quedo callado mirándola fijamente, impresionado. Eso explicaría mucho, la cantidad de gente que viene a mi tienda, los médicos, ¿pero por qué necesitaría mi ayuda?
-Verás..- Continúo ella.- Los médicos no pueden descubrir de donde viene esta enfermedad tan rara, los mayores avances lo está haciendo solo una persona, y te pediría, ya no tan solo como reina, si no como Zoe, que ambos trabajaran en una cura, o en descubrir su origen. No puedo dejar que el tiempo pase y mi gente muera poco a poco, o que se enteren de la epidemia y entren en pánico.....No lo puedo permitir.-
Tragué saliva. Era mucho para digerir, y claramente era algo que el ángel me mencionó. La epidemia....Que iba a destruir Angulema, luego el reino, y finalmente, la humanidad. Esas palabras me seguían marcando, esa vez a los 18, a un paso de morir. Sabía que a esto vine a la capital, por lo que no tuve otra que aceptar.
-C-claro, su majestad. ¿Con quién trabajarí.....?-
Me volvieron a interrumpir, era Sigmund llegando al lugar, con una vestimenta de doctor clara.
-Su majestad, ¿Me necesitaba.....?- Me dirigió la mirada y su expresión cambió dramáticamente. -¿Qué hace él aquí?-
-Trabajarán juntos.- Afirmó la reina.
Nuestras caras se plasmaron en impacto, y casi al unísono, gritamos un 'No', como si de un coro se tratase.
-¡No voy a trabajar con un brujo! ¡Ensucia la ciencia!-
-¡Qué no soy brujo! ¡Soy herbolario! ¡Y me niego a trabajar con él! Literalmente me empujó en la plazoleta....-
-¡Te lo merecías!.-
-¿¡Y por qué?!.-
.-¡¡POR BRUJO!!.-
-¡¡QUE NO SOY BRUJO!!.-
Sigmund miró a la reina, y con una expresión de clemencia, se dirigió a ella.
-¡Por favor, no! ¡No tolero a los brujos!.-
-No pienso tolerar ni una palabra más de vosotros.- Dijo de una manera cortante, y fijando su mirada hacia nosotros. -Deberán trabajar juntos. Sigmund es el mejor médico del reino, y Abraham es el único que ha podido, al menos, reducir los síntomas de la enfermedad. Y tenemos poco tiempo.-
-Pero su majestad....¿Q-qué dirán cuando me vean con un brujo?- Reclamó Sigmund.
Di un suspiro ya enojado, pero no dije nada. No valía la pena seguir discutiendo.
-Nadie sabe que es un brujo, solo los médicos y la clase alta, que es poca. De momento. Y esos médicos nunca han visto a Abraham, por lo tanto, ellos no deben saber quién es. Para ellos, el brujo estará en estas celdas, será tú trabajo hacerlo pasar por otro médico más.-
Sigmund no decía nada, solo miraba impactado, con ganas de que la tierra le tragase.
La reina suspiró. -En fin, Sigmund, vayan a su oficina, por favor. Supongo que tienen mucho de qué hablar.- Un guardia se acercó a la puerta de mi celda y la abrió.
-Creanme, que por mí, no les haría trabajar juntos, son de mundos distintos, pero..........- La reina desvió la mirada, con un tono rojizo en sus mejillas.- Son mi única esperanza.....-
Acto seguido, dio una leve reverencia y se fue junto al guardia.
Sigmund y yo intercambiamos miradas.
Editado: 04.04.2020