Las Hierbas Que Sanaron Al Angel

Capítulo 11: Lagrimas Sobrias

A la mañana siguiente, las cosas eran diferentes. Desperté encima del pecho de Sigmund, era raro dormir con alguien, pero fue curativo. No volví a ver a Krukut el resto de la noche. 

Se sentía el calor del día. Dormir sin camisa siempre es lo mejor. Aunque dormir sin camisa con alguien, era raro. Una experiencia nueva, supongo.

Fui el primero en despertar. Me separé de él, me levanté y me estiré un poco. Con el movimiento de cama, creo que logré despertar a Sigmund.

–Buenos días Abraham. ¿Cómo te sientes?.– Habló él, tratando de acomodarse en la cama.

–Bien, necesitaba dormir. Al menos ya me siento mejor para combatir a esa bruja...–

Sigmund lanzó una leve risa.

–Espero que no te haya molestado mucho....– Dije.

–No, tranquilo, tus gritos me asustaron, pero todo bien.–

Todo en la mañana iba bien, hasta que recordé. Todavía no le he dicho a Sigmund sobre su familia hechicera. Y sabía que este era el mejor momento para contárselo, ahora que estamos los dos solos. O bueno, al menos eso pensé en su momento.

–Eh...Sigmund....¿Cómo era tu familia?.– Pregunté mientras me sentaba nuevamente en la cama. Necesitaba ir preparando el terreno sobre lo que tenía que decir.

Sigmund se levantó un poco para sentarse junto a mí en la misma cama.

–La familia Collins.....Mi padre era gobernador de las islas de Fukar.....Mi madre, no trabajaba, pero en sus tiempos libres le gustaba ir a cazar conmigo. Me enseñó muchas cosas, cazar, pescar, cocinar....Aunque de vez en cuando, desaparecía una noche y aparecía a la mañana siguiente. Nadie sabía a donde iba. Y en general, todos me criaron con amor, mis tíos, primos, los de mi pueblo.....Es un amor que no tengo de hace mucho tiempo...Ya sabes por qué. Y lo extraño.–

–¿Los extrañas a ellos?– Me acomodé de manera que pudiéramos mirarnos a la cara. Un rayo de luz del sol me llegaba a una parte de mi cara desde la ventana.

–No solo eso, su cariño....Sus abrazos, desde que llegué a la universidad, dejé de tener ese tipo de sentimientos. Quizá por eso suelo ser.....'así'. Una vez que conozco a alguien.–

–Eso explicaría la primera vez que nos vimos, que me empujaste y ni te importó.– Le dije con un claro tono de broma. Él sonrió. 

–Lo siento. Es...difícil para mí abrirme, y muchísimo más a alguien acusado de brujería, ¿No?.–

–Pero...¿Realmente crees que soy brujo? Si lo fuera, hubiera usado mis poderes para acabar esto luego.– Nuevamente las risas invadieron la habitación.

–No, no lo creo....– Hubo un silencio por un tiempo moderado. Intercambiamos miradas.– Pero..¿Y tú?, ¿Qué hay de tu infancia?.–

–Mi infancia..........–Suspiré.– Mi madre sabía de hierbas, me enseñó todo. Mi padre, dueño de un campo, no me enseñó demasiado sobre como tener uno, pero definitivamente era un buen compañero. Siempre fui tímido, no fui de muchos amigos, generalmente compartía con mi familia, y la gente que conocía era gracias a la tienda de mi madre, que era la única de su tipo en Oriunde. Nunca me enamoré tampoco...Ni tuve mejores amigos, siempre preferí estar en mi mundo, en mi zona de tranquilidad. Si salía de ella, me inundaba la ansiedad.....¡Y todavía sigue pasando! Ya me viste después de hablar con la bruja en el callejón, o al despertar de la pesadilla. Soy bastante frágil, en ese sentido...Aunque me gusta actuar como si no...–

Sigmund solo me miraba, no decía nada. Yo desvié la mirada un poco por lo último que salió de mi boca. Estaba mostrándome vulnerable, algo que pocas veces hago.

La luz todavía iluminaba mi cara. Hacía resaltar mucho mis ojos. Como si el sol de la mañana estuviera creando a propósito este ambiente.

 Sigmund solo mi miraba. Se perdió un poco en mis ojos.

 Me tomó de la barbilla, se acercó un poco y me dio un leve beso en los labios.

–¿Seguro que nunca te has enamorado?.– Respondió él, después del beso.

Mi cara se pintó de todos los tonos de rojo,  ¿por qué?, ¿qué es esto? No encontraba las palabras de lo que sucedía.

–¿Q-Qué? ¿Qué....?.–

Mis nerviosismos llegaron de nuevo, mi cuerpo comenzó a temblar. Pero era verdad......Eso era lo que necesitaba. Desde esa caminata de noche por la plazoleta......Sentí una conexión. Algo que nunca había tenido. No sabía qué hacer. Ni siquiera sabía si besaba bien. Mis inseguridades me invadían en un solo segundo.

Pero él no, parecía seguro, perdido en mis ojos, esperando una respuesta. Como si todo este tiempo hubiera deseado besarme.

Y al no encontrar palabras, por primera vez me dejé llevar por el instinto, y le besé también. 

Me correspondió el beso, puso su mano en mi mejilla. Y así estuvimos por un buen rato. 

Sigmund después me tomó de la cintura, y nos recostamos nuevamente. 

El sentir su piel, su respiración, su rostro sonrojado mientras nos dejábamos llevar.

Eso fue lo más bonito, creo yo. Nos estábamos amando, uno al otro, sin importar el resto. Nuestras tareas, nuestros problemas. Nada. Armamos un mundo donde era él y yo. 

Descubrí su cuerpo esa mañana, su cicatrices en la espalda, pierna, e incluso una en la frente que jamás había notado. 

Sus dedos curiosos me recorrían. Lento, cuidadoso. Besos como si fueran intervalos, o descansos. 

Y ahí; me di cuenta. Ambos necesitamos amor. Ambos, dos personas sin familias, sin nadie por mucho tiempo. Yo de una región tan lejana, él de unas islas.......Necesitábamos a alguien. Ya lo predecía yo anoche al compararlo con las salidas de noche con mi padre. Y por primera vez en mucho tiempo; el amor nació en nuestros corazones, después de mucho tiempo sin tenerlo. No podría, bajo ningún concepto, olvidar esa mañana.

 



#17222 en Fantasía
#3660 en Magia
#36649 en Novela romántica

En el texto hay: lgbt, amor, brujeria

Editado: 04.04.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.