Aitana.
Mi padre había invitado a los nuevos vecinos. Ya que es la familia donde hace parte la secretaria que solía tener el sucursales de Nueva York, de su negocio que consiste en organizadores de eventos.
Había visto al pelinegro a través de mi ventana. Este estaba acostado en el piso, jugando con la consola, se veía simpático, pero la verdad casi ni atención le presté. Sin embargo, ahora que está al frente mío, junto a sus demás hermanos, me doy cuenta que tiene su gracia, y eso que llevan características diferentes.
Claro como todo lo bueno no dura, él le hace señas a su hermano crespo casi rubio y con esto le doy cuenta que nos vieron a Aina y a mí de manera distinta, y no como alguien que acabas de conocer.
No sé, están sospechosos.
Mi gemela por otra parte está un poco incómoda con la mirada que su hermano le otorga, por lo que sé, esté también ya la había visto por la ventana.
—Miren ellas son las gemelas Aina y Aitana —mi padre nos señala—. Ella es mi hija Sofía —Veo como mi hermana mayor se queda viendo curiosa al chico que tiene un gorro de lana negro, él cual mantiene una mirada demasiado neutra.
>>Ellos son Santiago —Muestra a lo que supongo que es el mayor—, Mateo —el cual Sofía está reparando de arriba a abajo—, Pablo —Señala al que no le quita la vista a Aina—, y el es Austin—Y él vendría hacer el pelinegro que me mira de forma muy coqueta.
—Pueden tomar asiento—les dice amablemente Sofía.
—¿Cuántos años tienen? —inquiero.
Soy bastante curiosa y siempre pregunto cosas que me sirvan de información.
—Preciosa, Santiago tiene veintitrés—empieza a explicar, Austin—, Mateo tiene diecinueve—Igual que Sofía—, yo tengo diecisiete y Pablo es un año mayor que yo.
—El burro por delante —recalco, el que haya dicho primero su edad que la de Pablo. Todos se ponen a reírse y él bufa—. Y por favor no me digas preciosa —le pido con algo de amabilidad. Santiago y Pablo ríen por lo bajo—Bueno, ¿en qué años están?
—Eres bastante curiosa —Me sonríe con picardía.
—Muy curiosa —resalto.
—Contestando a tu pregunta. Yo estoy en segundo año de instituto e igual Austin. Mateo en el tercer año y último—contesta Pablo —¿ustedes? —señaló con la cabeza a Santiago —. Ah, Santiago está en la universidad.
—Estudio arquitectura —contesta él. Su voz es bastante gruesa, cosa que me hace darme cuenta que me gustan las voces gruesas, y es algo que no sabía.
—Es la carrera que quiero estudiar cuando me gradué —responde la rubia y él le regala una sonrisa.
—Bueno, ya vas a tener quién te explique lo que no entiendas cuando comiences —Le responde y ella asiente.
Mateo no se integra en la conversación, solo se limita a ver toda la casa. Cosa que me parece integrante, no sé ve alguien precisamente curioso. Y lo que hace dice totalmente lo contrario.
—Nosotras estamos igual que ustedes, Sofía en el último año, Aitana y yo en el segundo año. Seremos a lo mejor compañeros —responde Aina, un tanto incómoda, pero eso es normal en ella.
—Les aviso que se preparen para mañana, suelen ser algo rudos con los nuevos —No está de más hacerle una advertencia. Las bromas suelen ser algo drásticas y pesadas—. Son bromas un tanto pesadas. No está de más que lo sepan—les guiño el ojo, a lo que Austin me responde con otro.
—Chicos, la cena —La señora Elena trae el pollo tandoori que preparó Aina.
A mi hermana se le da muy bien cocinar, lo contrario a las demás, aunque la mayor es peor a ella se le quema hasta un agua. Una vez quemó una olla, desde ese día mi padre le prohibió cocinar. Lo bueno es que Aina si se le da muy bien, suele participar en concursos y siempre gana uno de los primeros lugares. Y pues, Sofía, papá y yo, nos defendemos como podemos.
Ella sirve y mi padre trae la limonada —la cual siempre tomamos en las noches—. Empezamos a cenar y poco a poco me doy cuenta de que la señora Elena es muy amable, chistosa y muy amigable.
—De verdad que son preciosas —Nos halaga—. Mark me contó que te gustan los deportes, a Aina la cocina y a ti Sofía... —se queda muda, observando a Sofía con una sonrisa incómoda.
—Vaya, papá, ni siquiera pudiste ponerme una actividad —enarca una ceja hacia él —. Supongo que yo vendría a ser la que se deja guiar por la vida—ella le sonríe.
—Pronto sabré que te gusta.
— ¿Tienen novios? —pregunta esta vez Pablo.
—Juro que esos dos no son mis hijos —Todos nos reímos y mi papá todavía más, ama cenar en familia.
—Esa es información que descubrirán después —le contesto y seguimos cenando, luego de risas, chistes, acabamos.
Me doy cuenta de que en toda la noche Mateo no hablo y que no es sociable, lo contrario a los otros tres, por qué aunque Santiago sea el más serio es también de buen ambiente y los otros dos hablan hasta por los codos.
—Señor Jones, lo felicito porque es un gran cocinero —halaga Pablo a papá y este de inmediato niega.
—No la hecho yo, si fuera hecha por mi estarían comiendo Pizza y de domicilio —papá tampoco se le da bien lo de cocinar, la única que tenía ese don era mamá que se lo heredó a Aina—. Mi hija Aina lo hizo.
—Woah, deberías ser cocinera —Eso siempre se lo decimos, pero ella como siempre, no dice nada al respecto. Su futuro le preocupa—. De verdad estaba delicioso el pollo.