Aitana.
¿Han pasado por ese momento de quererse pegarse con algo muy duro? Justo esa soy ahora. El hecho de estar con mis piernas en medio de las suyas, su brazo en mi cintura y el mío en la suya, mi cabeza metida en su cuello y su respiración en mi cabello. Eso nos haría cómplices y haría este momento tierno, sin embargo, no somos novios y no sé cómo es que terminamos en esto.
Si fuera porque el detalle es que solo nos cubre un edredón estuviéramos muy jodidos.
¿Me arrepiento? Sí. El problema es que no debió suceder. No con él. No con Austin.
No soy una buena persona, no lo soy desde que acepté esa apuesta y lo peor, él es el que se está ganando mi corazón no yo el de él. Algo me dice y me asegura, que si no me voy, él me echara y me voy a sentir utilizada. Mis decisiones no fueron las correctas, lo sabía desde que empecé a beber alcohol. Pero tampoco soy tonta para no conocer al idiota este.
Austin es un hijo de puta cuando le da la gana.
Tome sin control al recordar a Maro, a Edward y a mi madre. Al saber que llega otro cumpleaños y no están para desearme el feliz cumpleaños de la forma en que ellos lo solían hacer. Sumándole a eso, lo de dijo Aina y el imbécil de Gustavo se atrevió a tratarla mal; no sabía eso y me dolió no hacerlo. Me da rabia, la persona con la que compartí nueve meses, con la que comparto la misma cara, con la que solía compartir muchas cosas; no está y me duele. Pero me duele más, que sea yo la que tiene esa actitud de mierda con ella, soy yo la culpable de esta relación.
Sé que nos damos abrazos, pero por mi parte no se sienten los mismos que le doy a Sofía o a Layla. Es diferente.
Siento como Austin se revuelve y todo mi cuerpo se tensa. Siento como bosteza y de seguro abre los ojos con brusquedad porque su cuerpo se pone rígido. Cierro mis ojos aparentando que estoy dormida, no estoy lista para enfrentarlo. Prefiero que salga de la habitación, pero que no me lastime directamente, porque le voy a romper la nariz. Siento como levanta la cabeza y siento el peso de su mirada.
—Joder... —susurra y siento como con cuidado se despega de mí.
Esto debe ser una pesadilla.
Cuando su brazo ni sus piernas me rodean, escucho la cama al levantar y como recoge algo que creo que es la ropa, después escucho como abre y cierra la puerta. Suspiro aliviada cuando sucede y abro los ojos.
Me levanto con dignidad, si para él fue un error, para mi también lo será. Con el edredón me cubro, busco mi ropa y con rapidez me la pongo. Me peino con los dedos mi cabello, el cual es un desastre.
Abro la puerta y asomo mi cabeza, veo que no hay moros en la costa, por lo que salgo por completo. Empiezo a bajar las escaleras y cuando voy llegando al último escalón, escucho voces en la cocina.
— ¿Qué voy a hacer, Pablo? —reconozco la voz de Austin.
Debería salir y huir rápido, pero siento que lo que va a decir me dirá muchas cosas.
—Mira, estúpido, agradece que hay personas porque si no estaría gritando como un loco. ¿Cómo se te ocurre acostarte con ella? Y más teniendo novia.
¿Novia..?
—Lo sé, soy un estúpido, eso nunca debió suceder.
Rechazo. Nunca lo había sentido. Me duele, claro, pero Austin no podrá conmigo, no se lo permitiré. Solo le di algo importante para las mujeres, o bueno no, algo que el mundo ve como eso, ¿qué tan grave es eso? Nada, somos adolescentes y yo una que le va a demostrar que no le importa.
Además una Jones nunca se deja pisotear y menos de imbéciles como él.
Me asomo por la cocina y el primero que se da cuenta de mi llegada es Pablo, Austin sigue la mirada de su hermano. Ambos me miran con pánico. Con una sonrisa —para nada sincera— me hago la que mira para atrás el lavado.
— ¿Aina? —pregunto, viendo a Pablo.
Buena hora de acordarte de tu hermana.
—Está todavía dormida, no la quise levantar —explica Pablo.
—Pues si no te molesta la voy a levantar para llegar juntas a casa.
—Adelante —habla el idiota. Salgo para regresar a las escaleras sin verlo.
Subo rápido y entró a una de las habitaciones que están en la mitad. Ya que teniendo en cuenta que Pablo comparte división con Aina, sé dónde está. Abro la puerta y la veo acostada; acurrucada en el lado derecho dando la cara a la ventana. Me siento orgullosa de Aina por cuidar su corazón, que apenas una semana está tratando de recuperarse y a Pablo por no ser como su hermano.
Con no mucho cuidado la pienso despertar, claro que esta tiene el sueño muy pesado y ni moviéndola se despierta, tengo que tomar medidas extremas.
—¿¡Pablo, qué haces desnudo!? —Grito cerca de su oído y con eso basta.
Se levanta de golpe y su mirada asustada repasa toda la habitación hasta dar conmigo.
— ¿¡Pero a ti qué rayos te pasa!? —Algo divertido es ver a Aina molesta, primero porque es muy difícil y segundo porque se vuelve una fiera; además solo pasa cuando alguien se mete con su sueño.
—Tenemos que ir a casa —Ella vuelve a pasar su mirada por la habitación —. Se te olvido que anoche dormimos en la casa de los vecinos, nos emborrachamos y encima dormimos con ellos —Ella automáticamente se revisa debajo de las sabanas y me rio—. Tranquila no hiciste nada con el vecino.
—Menos mal —Se levanta y se recoge el cabello con una liga, que tiene es su muñeca y de seguro la talló—. ¿Tú si lo hiciste?
Me tenso por su pregunta, nunca o mejor dicho desde hace años no se tocan los temas de tú a tú, es decir, siempre cuando hablamos es de nuestras hermanas o de papá, pero de nosotras dos no. A menos que sea para discutir.