Aina.
—¿Llevas todo? —pregunta papá y asiento—. Juiciosa y espero que la pasen muy bien. Recuerda que cuando vuelvas, te tengo una salida especial.
—Si, papi —se inclina y beso su mejilla—. Espero que con la fiesta de mañana no te saquen canas.
—Ya dejaré cosas dichas a tu hermana —Me rio. Dudo mucho que Aitana no haga alguna locura.
Layla baja con su maleta, a lo que papá la ayuda para dejarla en el baúl del auto. Antes de salir, veo a mis hermanas alistándose para ir al instituto y sin cara de despedirse, por lo que sencillamente salgo de la casa.
A los chicos también los veo al salir al tiempo que yo. Santiago me saluda en un gesto de mano y yo hago lo mismo, junto a una sonrisa.
Por precaución, decidimos tomar el día libre —De instituto y universidad—. A mi hermana no le gusta manejar de noche y a mí menos que lo hagan. Por lo que por un día que faltemos, no creo que haga la diferencia.
—Buenos días —saludan y les respondemos.
Nos despedimos de papá, con la promesa que llamaremos cuando lleguemos y que le traeremos las tortas de queso que venden en el pueblo y que tanto le gustan.
Acomodamos todo, para subirnos y mi hermana empieza a manejar
—¿Dónde vive tu amiga? —pregunta mi hermana.
—Yo te guío —Se ofrece Pablo—. Al parecer siempre que voy en este auto esa es mi función.
—Tienes que aportar algo —agrega su hermano, ganándose un golpe en la espalda.
Los invité por la sencilla razón de que desde ese horrible día de Halloween han estado conmigo. Aunque Pablo de una u otra manera siempre, él de pronto no se daba cuenta, pero sé que su mirada muchas veces en clase estaba sobre mí. No es que me molestara, solo me hacía sentir incómoda. No soy de las que tiene miradas encima, ni mucho menos una de preocupación.
Por otro lado con Jaqueline es un poco incómodo, porque a mí me parece que le gusta Pablo, cosa que me hace plantearme si la reciente cercanía entre nosotros dos no le molesta.
Santiago sí vino porque Layla lo invitó. Cosa que por supuesto no me molesta.
—¿Van a estar los chicos? —pregunto. Layla asiente.
—Si, también Hongi —frunzo el ceño. Hongi debería quedarse para la fiesta de Aitana. Antes de preguntar se me adelanta—. Hongi quiso ir a visitar a los abuelos, también qué está castigado y como Will iba a venir, le pidieron que lo trajera.
—Lo bueno, es que todos adoran a Hongi.
A la familia de nuestra madre le tenemos un gran aprecio. Por lo que nuestros amigos también los quieren mucho y por eso me hace tanto ilusión pasar mi cumpleaños allá con ellos.
Desde hace años que todos —quitando a Layla—, no hemos venido desde hace seis años. Ya que para nosotros es enfrentarnos a los recuerdos de mamá, cosa que no todos estamos listos para afrontar, por eso decidí venir. Quiero tener un recuerdo de mamá y uno feliz, porque este lugar no está maldito como dicen mis hermanas, es un lugar donde nos despedimos de ellos dos y donde pasamos grandes momentos todos juntos.
Los accidentes están para pasar en cualquier parte del mundo. No porque no vengamos a Napa o vayamos a New York significa que estamos libres de ese momento. Y venir a este lugar no es repetir la historia, es sencillamente conectar con los recuerdos que ambos dejaron.
— ¿Puedes poner música? —Layla asiente ante la pregunta de Santiago y es de esta manera que un viaje de ocho horas realmente empieza.
***
— ¡Nia! —gritan.
Mi abuela nos recibe con los brazos abiertos y con una gran sonrisa. Aunque mi abuela no sea la misma pulcra que antes, porque los golpes de la vida también se le han visto reflejados en la piel; con sus ojos cansados y más arrugas. No hay que negar, que a sus cincuenta y nueve años se mantiene saludable en cuanto a todo el movimiento de su cuerpo.
Corriendo, la abrazo fuerte. Hace tres meses aproximadamente la vi en la ceremonia de mamá y Edward. Por lo que ya me hacía falta.
—Sigo pensando que soy una pariente lejana. Nunca me vienes a ver —se queja, haciendo un gesto adorable. Ella voltea a ver a todos y su sonrisa se hace más grande—. Pero si son mis otros niños.
—¡Abuela! —gritan Will y Chloe, corriendo a ella de manera dramática.
Me separo antes, no quiero recibir lo que se aproxima. Como no podía faltar le esparcen besos por toda la cara de la abuela, haciendo que esta se queje y trate de apartarlos —con amor—, pero ellos dos solo se ríen mientras lo hacen.
—Ya suficiente. Yo soy su nieta, no ustedes —Layla se hace al frente, tratando de quitarlos, pero ellos se resisten. Todos nos reímos por su actitud.
—Ellos son mis otros nietos —los defiende. Layla la mira sin poder creérselo.
—Creo que llego por ahí a las doce a casa si salgo ahora mismo —revisa su reloj y se da la vuelta. La abuela se separa de los chicos y corre a Layla para abrazarla por la espalda.
—Pero que niña tan tocada —le mofa, para luego reírse ambas.
La abuela saluda a los amigos de mi hermana. Cuando saluda a Jaqueline le da dos besos en la mejilla, esta queda incómoda y apenada. Por otro lado, cuando ve a los Collins, lo repara de arriba abajo.
—Son nuestros vecinos —explico. Por la falta de palabras por su parte.
—Mis niñas son vecinos de estos —los señala, y ellos se miran también a ver si no tienen algún problema— ¡Pero si están muy guapos!
Si, así es la abuela Inés.
Le dan un gran abrazo y ellos gustoso se lo corresponde.