Las luces de febrero

El cumpleaños de Ellie

Jay 
Justo cuando pensaba que me había recuperado del cumpleaños de Bev…, 
tocaba el de Ellie. 
Que alguien mande ayuda. 
Yo ni siquiera quería ir, pero no me quedaba más remedio. Mamá me 
había pedido que me asegurara de que todo salía bien, ya que no terminaba 
de fiarse de los amigos de Ellie. Si le presentara los míos, probablemente le 
parecerían aún peores, y mi hermana los había invitado a todos. Era un 
gesto que me sorprendía, pero lo repetía cada año. Le gustaba rellenar las 
fiestas lo máximo posible. Todo lo contrario que yo. 
Había decidido ponerme una camiseta cualquiera y, aunque ya me había 
arreglado, seguía ante el espejo cuidándome las heridas de la cara. Eran las 
que más se veían y las que más me dolían, con diferencia. Por favor…, que 
a Ellie no le diera por tirarse en carrito cuesta abajo, porque una vez había 
sido más que suficiente. 
Estaba pensando precisamente en eso cuando la cumpleañera se asomó al 
cuarto de baño. La contemplé a través del espejo. 
—¿Qué? —pregunté directamente. 
—Ayúdame a convencer a papá y mamá de que todo está bien, porfa. 
—¿Yo? 
—¡Confían en ti! 
—¿Y no te parece que presentarme contigo a meter presión va a ser peor? 
Ellie torció el gesto y se lo repensó. Al cabo de un instante debió de concluir que sí, sería mucho peor. Se marchó sin siquiera despedirse. Yo 
puse los ojos en blanco. 
Debía admitir que estaba un poco nervioso. A fin de cuentas, todo el 
mundo había dicho que asistiría. Incluso Lila y Beverly, que iban a verse 
por primera vez tras el cumpleaños de la segunda. Podía salir muy bien… o 
muy mal. No estaba seguro de qué escenario sería peor. 
Justo cuando creía que se habían juntado las peores circunstancias 
posibles, recibí un mensaje. 
Diana: Hola hola 
Diana: ¿Te importa que mi hermano vaya conmigo a la fiesta? 
Vaya
Que me importara o no… era lo de menos. Y en parte entendía que Nolan 
no me lo preguntara directamente a mí, porque…, bueno, yo tenía algo que 
confesar. 
Lo había bloqueado en todos lados. 
Fue una decisión impulsiva, acorde a las clases que me había dado, ¿eh? 
Continuaba aprendiendo a perder los papeles. 
La cosa es que lo hice sin darle explicaciones. Fue después de la comida 
con Sammi y sus hermanos. Creo que, por primera vez, me di cuenta de que 
aquello no podía funcionar. Me gustaba pasarlo bien con él, me gustaba 
divertirme y me gustaba su compañía, pero… no me veía capaz de separar 
una cosa de la otra. Y las últimas veces que me había mirado, mi cuerpo 
había reaccionado de forma muy inapropiada. 
Sammi no se merecía eso y, si podía ponérselo más fácil a Nolan, tocaba 
alejarse un poco. 
Dudé mucho rato y, aunque seguramente Diana intuyó que algo no 
marchaba bien, no insistió. 

Jay: Está bien 

Diana: ¡¡Genial!! Nos vemos luego <3

Cansado, dejé el móvil. Iba a ser una fiesta mucho menos divertida que la 
anterior. 
Ellie 
Todavía plantada en medio de la puerta principal, miraba a mis padres con 
la mejor expresión de corderito que pude reunir. Ellos parecían resignados. 
—¿Estás seguro de que esto es buena idea? —le preguntó mamá en voz 
baja. 
Papá se encogió de hombros. 
—No sé, pero ya hemos dicho que nos iríamos, así que habrá que irse. 
Ella seguía sin estar convencida. Me miraba de arriba abajo, como si así 
fuera a determinar hasta qué punto podía fiarse de mi palabra; finalmente 
volvió a sacudir la cabeza. 
—Jay estará pendiente de la fiesta —le aseguré—. Y tío Mike está 
encerrado en su casa, así que no hay peligro. 
No hables de tu tío como si fuera una plaga. 
Papá miró a mamá de soslayo, como para inspeccionar su expresión, y 
luego se volvió hacia mí. 
—Si le pasa algo a la casa, serás la única responsable. 
—Entendido. 
—Y no habrá más fiestas hasta que te jubiles. 
—Perfecto. 
—Y le preguntaremos a Ty qué tal ha ido todo —añadió mamá. 
Ahí me costó no torcer el gesto. 
—Vaaale… 
Por lo menos, aquello fue lo último que necesitaban para convencerse. 
Mamá suspiró y se me acercó para abrazarme, casi me deja sin respiración. 
Le correspondí con media sonrisa, y cuando se separó me plantó un beso en 
la mejilla. 
—Feliz cumpleaños adelantado, entonces —me deseó—. Mañana lo 
celebrarás con nosotros, ¿o ya eres muy mayor para eso? 
—No me negaría a una hamburguesa, la verdad. 
—Así me gusta. 
Papá era menos cariñoso se limitó a chocarme la mano, como de costumbre, y a esbozar una sonrisa. 
—¡Felices dieciocho para mañana! Cuidado con lo que haces en la fiesta, 
que ahora sí que podrás ir a la cárcel. 
—Gracias por los ánimos, papá. 
—Oye, la mayoría de edad llega con ciertas responsabilidades, ¿o te 
creías que la vida es una fiesta continua? De eso nada, monada. 
—Por favor, no hagas esas rimas. 
Él me dio un toquecito en la cabeza como si fuera su gato revoltoso y, 
finalmente, fueron al coche. Daniel los estaba esperando junto al maletero y 
se despidió de mí con un gesto de la mano. Yo me quedé ahí plantada, 
viéndolos marchar. Al final habían reservado una habitación de hotel y en 
teoría no volverían hasta el día siguiente al mediodía, así que tendría tiempo 
de sobra para recoger lo que fuera que destrozáramos durante la noche. 
En cuanto vi que desaparecían tras la valla de la urbanización, respiré 
hondo. Vale. Hora de la fiesta. 
Me gusta esa frase. 
Entré en casa, decidida. Jay estaba tirado en el sofá con una bolsa de 
patatas en la mano y restos en las heridas. Toda una imagen. Ty, en el sillón, 
toqueteaba la tablet de forma compulsiva. 
—Bueno —empecé—, en una hora empezará a llegar la gente. Lo digo 
por si queréis encerraros en vuestras habitaciones o algo así. 
—¿No podemos estar en tu exclusiva fiesta? —ironizó Jay, con los ojos 
clavados en el televisor. 
—Siempre dices que este tipo de reuniones te aburren, ¿no? Pues te estoy 
ofreciendo una salida. 
—¿Invitas a mis amigos y a mí no? 
—Pues quédate, si tanto lo quieres. ¿Ty? 
—Mamá me ha dicho que vigile —declaró este, muy serio—. Y voy a 
vigilar. 
—Oye, no tienes que contarle tooodo lo que veas. 
—Mamá me ha dicho que vigile. 
—Ya, pero no hace falt… 
—Mamá. Me. Ha. Dicho. Que. Vigile. 
—Que sí, pesado. 
Aunque no lo pareciera, yo no era una persona que hubiera organizado 
muchas fiestas. Prefería hacerlas en casa de los demás, porque así no tenía que recoger al día siguiente. Aun así, en mi cumpleaños era lo más justo. El 
único problema había sido encontrar a la gente suficiente como para 
llamarlo «fiesta», porque tampoco es que me sobraran los amigos. Tiré de la 
gente del equipo de baloncesto, de algunos amigos del Omega y de mi 
prima Jane, que contaba entre una de mis poquísimas amigas; y, claro, para 
rellenarlo, añadí a los amigos de Jay. Ahora solo quedaba esperar a que se 
presentara, por lo menos, la mitad de los que me lo habían confirmado. 
Había pedido a todo el mundo que se presentara a las diez, así que supuse 
que empezarían a aparecer a las once. Sin embargo, eran las once menos 
cuarto y seguía sin ver a nadie. Entré en el salón, donde encontré a mis 
hermanos en la misma postura que un rato antes, y volví a mirar la hora, por 
si acaso. 
Oh, no, ¿y si no se presentaba nadie? 
Justo entonces, la puerta del salón se abrió de un golpe y mi tío Mike 
apareció con una botella de ginebra en la mano. Esbozaba una gran sonrisa. 
—¡¡¡Ya está aquí el alma de la fies…!!! —Se detuvo, confuso, y miró 
alrededor—. ¿Dónde está la fiesta? 
—Todavía no ha llegado nadie —informé, de mal humor. 
—Pues vaya aburrimiento. 
—Ten un poco de paciencia, Ellie —me pidió Jay desde el sofá. 
Tía Sue, que también acababa de entrar, se acercó a Ty para mirar la 
tablet con él. Mi tío, en cambio, se quedó ahí plantado, como si estuviera 
esperando el disparo de salida para poner música. 
—¿Van a tardar mucho? —preguntó tras un titubeo. 
—Creo que puedes sentart… 
Antes de terminar la frase, llamaron al timbre. Di un respingo, 
entusiasmada. ¡Invitados! Menos mal. 
Fui a abrir con una gran sonrisa, esperando que fuera alguien del equipo. 
Pero no. Me encontré de frente con uno de los chicos de mis chats de 
Omega, que llevaba una caja de cervezas bajo el brazo y a diez amigos 
detrás. 
—Eh… —empecé confusa. 
—¡Hola, Ellie! He traído a unos primos lejanos, espero que no te 
importe. 
—Bueno, a ver… 
—¡Pasad, chicos!



#11114 en Novela romántica

En el texto hay: amor, amistad, baloncesto

Editado: 04.01.2024

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