Víctor
La peor idea que pudieron tener como bienvenida fue ir a esa discoteca, primero el lugar estaba a full, casi ni bailar se podía, todos estaban apretujados y desde arriba podíamos ver como ya no entraba ni un alma en la pista.
Mientras Jordan trataba de no tomar tanto alcohol, su antónimo Rick estaba ya medio borracho y eso le pasaba una mala jugada, ya que intentaba conseguir pareja de baile, pero ni media palabra le salía coherente.
Mathew fue otro cuento se la paso tratando de darle celos a no sé quién, lo cual le salió bien porque resulto que la chica le armo una escena frente a la morena con la que andaba bailando según ella de forma obscena, lo cual no tenía sentido si están en una pista que está superllena obviamente sus cuerpos van a estar unidos más de lo normal, sin contar que los dos involucrados querían estar en esas posiciones.
En resumen, le funciono a medias porque según lo que le entendí, ella va a tomar distancia de él; el resultado de eso fue un Mathew borracho en medio de la mesa hablando de su tuza.
Más tarde hubo un problema y sacaron a todo el mundo, ¿Por qué? No sé, estaba tan aburrido que ni el bullicio era una grata compañía.
Llegue a casa por ahí a las tres de la mañana, tratando de no hacer ruido entre a la cocina por un vaso de agua.
Mientras divagaba en mis propios pensamientos, no había notado la presencia de mi padre entrar.
— No hice que te metieran de nuevo en ese instituto como para que al primer día me llegues así — me señalo de pies a cabeza. Me eché una ojeada, tampoco estaba tan mal como él lo pintaba, solo tenía un leve mareo.
— Es que acaso nunca fuiste joven, fuiste a fiestas, te emborrachaste o siempre tuviste un espíritu de viejo quejumbroso y amargado.
— Claro que fui joven y por eso es que no quiero que sigas por esos caminos, algún día me vas a agradecer el que te inculque tener criterio. — dice eso último apuntándome al pecho.
— Seguirás soñando despierto esperando a que tome las mismas decisiones que tú tomaste, porque jamás en tu vida me verás como tú, en una oficina, llena de papeles por firmar, y mucho menos voy a dejar un niño, a su suerte solo porque según eso le da criterio. — le digo con un tono de voz más fuerte, es la ira de siempre saliendo a flote.
— Lo hago por tu bien, desde niño debías aprender a salir adelante tu madre y yo no debíamos darte todo de la mano —dice mientras toma una postura rígida con los brazos cruzados por encima de su pecho.
— Pero tampoco debían prohibirme su amor y cariño, y mucho menos de esa forma — digo con recelo, mientras me alejo a dejar el vaso vacío en la encimera.
— Nada vas a lograr quejándote de todo lo que he hecho por ti, por tu bien, así que lo único quiero escuchar de tu boca es que estás agradecido por todo y formaras parte de la empresa.
Sin más se aleja dejándome con una rabia en el pecho, estrello el puño contra la encimera con más fuerza de la que pensé.
¿Cómo ganarle en argumentos a un señor de edad? ¿Cómo le hago entender que ese no es el camino que quiero? ¿Cómo demostrarle que puedo salir adelante si me lo propongo? Encontraré cada respuesta a esas preguntas más adelante, cuando ya se me quite un poco el efecto de los tragos.
Emprendo camino hacia las escaleras, mientras trato de alinear las imágenes que veo. No sé si tenemos dos escalares o tres, pero solo veo que se mueven de un lado al otro, tarde me di cuenta de que en efecto no estoy un “poco” mareado, y justo cuando voy a mitad de escalera me resbalo. Termino al inicio de las escaleras boca abajo con un dolor inmenso en las costillas y piernas, y a la vez sintiendo ligeros raspones en brazos y piernas.
Luego de levantarme cómo puedo, logró llegar a mi cuarto sin ninguna otra caída.
Un logro desbloqueado.
Me tiro en mi cama, sin preocuparme por desvestirme. El único momento del día donde siento paz, dormir y dejar de sentir este torbellino de emociones. Donde mi cuerpo, mis pensamientos y sentimientos cobran una paz genuina.
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Un caos total, los pasillos estaban repletos, todo por estudiantes de último año tratando de leer quienes sí fueron aceptados en las pasantías y quienes les tocaría quedarse a hacer trabajo comunitario con el instituto. Un beneficio completo, ser aceptado en alguna de las muchas opciones y un completo desafío poder pasar cada filtro y llegar hasta la última instancia.
Algunos eran aceptados por sus buenas notas, otros por el buen rendimiento en los filtros presentados y estaban aquellos que fueron rechazados.
A estos últimos se les asignaba obligatoriamente el centro comunitario del instituto, donde irían a hacer servicio social a las afueras de la ciudad, en orfanatos, ancianatos y demás lugares que necesiten de una mano extra.
Por mi parte, sabía qué empresa había aceptado mi currículo estudiantil. Un verdadero infierno, trataba de nunca estar en ese lugar, pero al parecer, fue el único sitio que verdaderamente se interesó.
La empresa de mi querido padre, nótese el sarcasmo.
Sé muy en el fondo que movió sus influencias para que ninguna otra empresa me acepte, teniendo el privilegio de dar el aprobado a mis pasantías. Un completo reto, cumplir sus órdenes como un empleado más, sin el privilegio de poderme ir cuando me harte. Hay estaba la parte que le gustaría aceptar a mi padre, tener el poder de cancelar mis pasantías.