«Creo que voy a desmayarme, las manos me sudan y las piernas me tiemblan; no puedo creer que todo esto esté pasando. Primero lo de esta mañana, y ahora abro los ojos y encuentro el rostro Taylor a unos pocos centímetros del mío; y mi forma de reaccionar es saltando sobre él y aplicarle una llave de lucha libre; incluso pude sentir sus labios rozar los míos ¿o lo soñé? No lo sé.»
«Luego me entero de que escuchó todas esas cosas vergonzosas que dije mientras dormía y para empeorarlo todo me dice que soy hermosa. Siento que estoy en la dimensión desconocida.»
«Tranquila Kat, no dejes que sepa que te afecta, contrólate.»
Mi Amelia imaginaria está sentada en el suelo con las piernas crispadas, meditando en modo Zheng, con una vela incienso encendida. Ya quisiera yo poderme calmar así, odio sentirme tan vulnerable.
—¿Y para qué me dices eso? ¿Qué te hace pensar que me importa lo que pienses? —espeto.
Espero estar haciendo un buen trabajo tratando de ocultar el rubor de mis mejillas.
—Parecía importarte en tu sueño —me dice en tono burlón.
—¿Y quién dice que soñaba contigo?
—Dijiste mi nombre. —Una media sonrisa se dibuja en sus labios.
—Conozco a otro Taylor.
—¿Ah sí? ¿Y quién es?
—No, no lo conoces, es un amigo.
—¿Cuál es su apellido?
—Esto es ridículo, no voy a caer más en tu juego. Escúchame bien, lo único que quiero de ti es que me dejes en paz. No soy como TODAS las otras chicas de las que tanto alardeas. No me interesas en lo absoluto. —Lo apunto con el dedo mientras trato de ser lo más firme y convincente posible.
—De acuerdo, de acuerdo, solo bromeaba contigo piloto Manson. Lo mejor es que nos calmemos y volvamos a dormir.
Y eso es justamente lo que hago, o al menos lo intento.
(*******)
Ya han pasado dos días desde el incidente de las sanguijuelas y cada uno ha sido más incómodo que el otro, en serio, apenas y puedo mirarlo a los ojos, evito a toda costa el contacto físico ya que solo un pequeño roce hace que se me erice la piel; esto es lo que debe de sentir Stephanie cada vez que ve a James y es horrible.
Hoy decidimos caminar unos cuantos kilómetros más de lo que habíamos recorrido anteriormente en busca de algún indicio de civilización. Nos vamos haciendo paso entre la maleza y, a medida que avanzamos marcamos el camino enterando ramas en la tierra para no perdernos.
El sol está en su punto más alto, lo que hace que el torso de Taylor, apenas cubierto por una camiseta sin mangas, brille por el sudor; eso y su nueva barba incipiente hace que mi corazón lata a un ritmo poco saludable. Llevamos casi treinta minutos caminando y no hemos dicho una palabra en todo el trayecto.
—Ya es suficiente, esto tiene que parar —exclama Taylor deteniéndose de repente y volteándose hacia mí.
—¿Y ahora qué diablos te pasa? —le pregunto genuinamente desconcertada.
—Tú y yo no podemos seguir así, la tensión entre nosotros se puede cortar con un cuchillo. —Su expresión es seria mientras habla—, no sabemos cuánto tiempo tendremos que estar aquí así que será mejor que hagamos algo.
—¿Y qué sugieres? —le pregunto con los brazos cruzados y alzando una ceja.
—Sentémonos —me dijo señalando una gran roca a pocos metros de nosotros—. ¿Qué tal si tratamos de conocernos un poco? Tenemos casi tres días aquí y apenas sé tu nombre; vamos, dime algo de ti que no sepa —me insta con una sonrisa sincera en los labios.
Sus intenciones parecen honestas pero yo aún tengo mis reservas aunque supongo que tiene razón, deberíamos conocer un poco más el uno del otro.
—De acuerdo —digo con un suspiro de rendición—. ¿Qué quieres saber?
—¿Tienes hermanos o hermanas?
—Tengo cinco hermanos varones, ¿y tú?
—¡Wow! esos son muchos hermanos, yo no tengo, soy hijo único. ¿Qué tal es ser una piloto a tan corta edad? Porque no creo que tengas más de veintidós, ¿o sí?
En cuanto lo menciona siento que la culpa me golpea justo en el pecho, pero no creo que sea un buen momento para decirle que legalmente no soy una piloto certificada.
—Sí, es genial, es la tradición familiar —le respondo nerviosa—. ¿Y tú desde cuando eres... qué se supone que eres exactamente?
—Soy el vicepresidente de la cadena hotelera de mi padre. Justo iba a atender unos negocios en nuestro hotel de las Bahamas cuando nos quedamos varados aquí.
Nos quedamos sentados en esa roca por más de dos horas hablando y riendo. Taylor resulto ser gracioso e inteligente a la vez, y para nada el completo idiota que creí que era. En un momento de risas nuestros dedos se tocan por accidente y vuelvo a sentir esa corriente eléctrica, pero ésta se siente más agradable que las anteriores.
—Eres una chica interesante Katherine Manson —me dice sonriendo mientras se saca extraños frutos rojos del bolsillo y los deposita en su boca.