—¿Qué quieres decir con eso? ¿Cómo que no eres piloto? —Puedo ver la confusión en sus ojos al hacer esas preguntas.
—Bueno si soy piloto, solo que no estoy legalmente certificada para volar un avión comercial.
Estaba tan avergonzada que ni siquiera podía mirarlo a los ojos, pero tenía que decir la verdad. Ver cómo me miraba mientras lo cuidaba hizo que mi corazón se derritiera y que la culpa me atormentara.
—¿Y cómo es que tu padre te permitió pilotear mi avión si no podías hacerlo?
—Bueno, puede que él no lo supiera. La verdad es que era mi hermano quien sería tu piloto, pero me las ingenié para tomar su lugar. —«Noqueándolo de un golpe»—. Sé que debes estar enojado pero...
—¡¿Enojado?! ¿Crees que estoy enojado? ¡Estoy furioso! —me dice en un tono elevado—. ¿Crees que esto es una broma? ¿Qué puedes andar por ahí jugando a los avioncitos y arruinando la vida de otras personas niñita?
—Oye no me llames niñita —le contesto, alzando yo también la voz—. Este viaje era tan importante para mí como para ti, jamás pensé que sucedería este desastre.
—¡Pero sucedió y todo por tu culpa!
—¡No es mi culpa, un maldito rayo nos golpeó!
—Pues tal vez eso no hubiera pasado si un verdadero profesional hubiera estado piloteando y no una chiquilla inmadura y estúpida.
—¡¿Ah sí?! Pues me sorprende que digas eso cuando hace cinco minutos que yo fuera tu piloto fue lo mejor que te pasó en la vida.
—Pues me retracto de lo que dije.
—¿Sabes qué? ¡Jódete Taylor Evans! Puede que yo sea inmadura y puede que también haya mentido, pero lo admitas o no, estás vivo gracias a mí, maldito patán.
Estoy indignada, enojada y a punto de romperle los dientes a este infeliz. No puedo creer que el mismo tipo que estuve a punto de besar hace unos minutos, ahora está tratándome cómo basura.
Las lágrimas amenazan con brotar de mis ojos, pero prefiero morir antes que permitir que ese idiota me vea llorando; así que lo fulmino con la mirada para darle la espalda y empezar a alejarme de él. Desafortunadamente no llego a dar ni dos pasos cuando siento sus dedos aferrarse a mi brazo y tirar de mí hasta quedar de nuevo frente a él.
—¿A dónde crees que vas? Aún no he terminado contigo. Esto no fue una coincidencia ¿verdad? Todo esto fue planeado. —Sus acusaciones van acompañadas de un tono siniestro y una mirada gélida—. ¿Eduardo te pagó para que lo hicieras?
—Suéltame, me estás lastimando —le digo liberándome de su agarre—. ¿Y quién diablos es Eduardo?
—No te hagas la tonta, solo querías evitar que yo fuera a las Bahamas.
—¿Qué clase de psicópata narcisista eres tú? ¿Acaso crees que eres el centro del universo? Pues te tengo noticias, nada de esto se trata de ti. La única razón para tomar ese avión fue para demostrarle a mi padre que puedo ser tan buena piloto como mis hermanos, el que tú fueras el pasajero fue un castigo impuesto por Dios.
—¿En serio crees que voy a creer eso?
—¡A mí me importa un carajo si me crees o no! Yo tuve mis razones para hacer lo que hice, puede que las cosas no hayan salido como yo esperaba, pero al menos pude demostrar de lo que soy capaz. ¿Pero tú qué sabes de eso? Eres solo un niño rico que nunca ha tenido que demostrar nada en su vida porque solo tienes que abrir la boca para obtener cualquier cosa que quieras.
—¡Tú no me conoces, no sabes nada sobre mí!
—¡Y no me interesa conocerte!
Una vez más le doy la espalda para alejarme, pero esta vez no siento sus manos detenerme, así que con pasos apresurados comienzo a avanzar sin un rumbo fijo, lo único que me interesa es alejarme de él, a donde vaya es lo de menos.
—Oh sí, huye, ¡al menos eres mejor en eso que en volar aviones!
Aunque escuché perfectamente, mi única respuesta fue mostrarle mi dedo de en medio sin tomarme la molestia de voltearme.
—Maldito hijo de perra ¿Por qué diablos confié en ti? —voy mascullando todo el camino mientras me dirijo al río.
Una vez que llego a mi destino me desplomo sobre una roca y dejo que mi rabia y mis pensamientos se enfríen. Aún no puedo creer que Taylor me haya tratado así; sé que estuvo mal lo que hice y sabía que se enojaría un poco al saberlo, pero que me insultara, me humillara y hasta me acusara de haberlo hecho a propósito, eso sí que dolió.
Mi Amelia Earhart imaginaria aparece en mi mente para darme palmadas en el hombro en forma de consolación. «Lo peor de todo es que por un momento pensé que en verdad le gustaba» pienso afligida mientras una lágrima resbalaba por mi mejilla.