Después de días trabajando sin parar por fin tengo un tiempo libre para salir con Kat, así que decidí aprovecharlos para traerla a mi departamento en Austin.
Justo a tiempo para la fiesta de recaudación de fondos de mis padres en la que por fin podré presentarlos. Aparco mi auto deportivo justo frente al edificio, salgo y voy hasta el otro lado para abrir la puerta a Kat quien lleva puestos unos jeans cortos que están haciendo estragos en mis pantalones.
—¿Aquí es donde vives? Es impresionante —dice saliendo del auto.
—Así es, me alegra que te guste —digo cerrando la puerta y dirigiéndome al porta equipaje para sacar su maleta—. ¿Estás segura de que tu padre está de acuerdo con que te quedes unos días conmigo?
—¿Si con eso te refieres a que objetó hasta que le recordé que ya soy una adulta? Entonces sí, está de acuerdo.
—¿Y qué hay de tu trabajo?, ya eres copiloto ¿no?
—Sí, pero no hay muchos vuelos esta semana así que podrán sobrevivir sin mí.
Atravesamos la puerta de entrada, tomamos el ascensor y llegamos a mi piso, en cuanto se abren las puertas Kat se queda anonadada admirando el lugar.
—¡Oh por Dios! Sabía que tenías dinero pero esto es demasiado.
—No es para tanto —digo restándole importancia— además, mi habitación es mucho más impresionante —digo soltando la maleta y acercándome a ella seductoramente.
Cuando por fin la tengo en mis brazos empiezo a besar su cuello hasta hacer la estremecer.
—Recuerda que tenemos que ir a la fiesta de tus padres —me dice entre jadeos.
—No te preocupes, tenemos todo el tiempo del mundo —le digo entre besos. Ella se hace la fuerte al principio pero termina rindiéndose y al final la tomo en brazos y la llevo hasta mi cuarto.
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Ya son las ocho de la noche y recién llegamos a la casa de mis padres, Kat se ve hermosa con un vestido negro largo, ceñido al cuerpo con corte de sirena, atado en el cuello pero con una provocativa abertura en el pecho y escotado en la espalda; mientras que yo visto un traje Armani gris oscuro con camisa blanca de algodón fino y corbata de moño.
—¿Estás seguro de que le agradaré a tus padres? —me pregunta nerviosa.
—Te amarán —le aseguro.
Le entrego la llave del auto al chico del valet parking, tomo a Kat del brazo y empezamos a caminar hacia el vestíbulo. Kat está impresionada admirando la mansión de mis padres y no puedo culparla; la casa es enorme y magníficamente decorada.
Mi madre siempre se ha desvivido por mantener este lugar decorado con el gusto más exquisito y debo decir que se lució este año con la fiesta, el salón está repleto de camareros con elegantes uniformes asegurándose de que todos tengan una copa de champaña o un bocadillo en la mano, los hermosos candelabros de estilo renacentista iluminan todo el lugar y la orquesta del conservatorio de Texas se encarga de la música. Volteo a mirar a Kat que ya tiene algunos canapés en la boca y es justo en ese instante aparecen mis padres frente a nosotros.
—Taylor querido, viniste. —Mi madre me recibe con su cálida sonrisa, ataviada con un vestido rojo largo y un juego de aretes y collar de rubíes, se ve hermosa y mucho más joven de lo que en realidad es.
—Hola madre —la saludo. Veo de reojo a Kat, quien disimuladamente aún lucha por tragarse esos bocadillos hasta que por fin lo logra—. Madre, ella es Katherine Manson, mi novia —la presento—. Kat, ellos son mis padres Alana y Trevor Evans.
—¡Pero si eres bellísima! Querida, he oído hablar tanto de ti. —Mi madre se acerca a ella y la abraza efusivamente.
—Eres una jovencita muy especial —dice mi padre.
En medio de las presentaciones me percato de una presencia indeseada en la fiesta.
—Madre ¿se puede saber qué hace Eduardo aquí? —le pregunto furioso.
—Yo lo invité cariño, él está muy arrepentido y quería disculparse contigo. —«No puedo creer que aún le crean sus mentiras.» Lo veo acercarse a nosotros y decido interceptarlo antes—. Ya vuelvo, quédate aquí —le digo a Kat antes de salir a su encuentro.
—Querido primo...
—Ven conmigo. —Lo llevo hasta un área de la casa a donde nadie pueda vernos—. ¿Qué quieres Eduardo? —le pregunto cortante.
—Vengo a disculparme —dice fingiendo humildad—. Sé que me porté mal y entiendo tus razones para destituirme de mi puesto, pero he aprendido la lección y quiero cambiar. —«Es tan patético que me dan ganas de golpearlo.»
—De acuerdo, estás disculpado. Ahora déjame en paz.
—También quería hacerte una confección. Cuando estuviste perdido tuve algo que ver con una de tus ex. Espero que no te moleste.
—Eso no me interesa Eduardo.
—Oh claro que no, con esa nueva adquisición que trajiste quien se acordaría de las demás —dice con una lasciva sonrisa y alzando el cuello para poder ver a Kat.
—Ella no es una adquisición, es mi novia —digo arrastrando los dientes.