La noche del viernes ya había caído, y Chad estacionaba su chevrolet gris satinado en la puerta de la casa donde ocultaba sus secretos, quienes ahora tenían nombre y apellido. Harry McCarthey. Se bajó del auto y tenteó las cerraduras. Subió la escalinata de la entrada y entró.
Para su gran sorpresa, Ashley Rogers estaba allí, sentada en el sofá junto a Harry, compartiendo unas gaseosas, como si fuesen amigos de toda la vida.
Chad quedó duro, y su rostro no pudo disimular el pánico que sentía. Al fin Ashley empezaba a cumplir lo que planeaba, había logrado descolocar a Chad y que éste perdiera el control que parecía tener sobre todas las cosas. Ahora el control ya no era suyo, sino de Ashley. Y no sabría afirmar con exactitud en manos de quien el orden de las cosas parecía estar en más grave peligro.
-¿Cómo has entrado?- preguntó en tono molesto y en voz baja, calandola con la mirada.
-Aquí tu hermanito me ha dejado pasar, parece ser mas educado y respetuoso que tú.- respondió en un tono tranquilo, con una falsa sonrisa cordial.
Chad volteó los ojos y bajó la cabeza un segundo, apoyándose con las manos en la pared. Luego se enderezó y volvió la mirada a ellos. Deseó para sus adentros no haber dejado solo tanto tiempo a Harry.
-Harry, a la cocina.- le ordenó, sin apartar la mirada de la de Ashley.
Se sentó junto a ella y la observó de arriba a abajo, impaciente e inquieto. No dejaba de mover rítmicamente la punta del pie, estaba nervioso. Y Ashley cada vez mas calma.
-¿Que es lo que quieres niña?- la miró sensato, esperando una respuesta seria para acabar de una vez con éste asunto, tan peligroso especialmente para él.
Ashley sonrió.
-Ya te he contado lo que quiero.- dijo ella, jugando con su ansiedad.
-¿Qué?- preguntó apurado.
-Entrar en la investigación como agente a tu cargo.- confesó seria.
-¿Sigues con eso de verdad? Pensé que te había quedado claro el riesgo que correríamos ambos.- acentuó un tono brusco.
-Y yo pensé que a éstas horas ya te había quedado claro quien tiene el control aquí de la situación ahora. - le contestó, en el mismo tono, con los ojos semiabiertos y fijos en los suyos.
-¡Oh mírenla!- se burló. - La nena cree que puede jugar con un detective del FBI. ¿Te olvidas de quien soy?
-Claro que no. Eres Chad McCarthey, un agente y detective corrupto del FBI que esconde a un asesino buscado por la policía, que engaña y miente... un criminal como cualquiera de los que atrapa. ¿Sabe usted policía, que puede ir preso por esconder a un asesino? Es un delito gravísimo, que ya puso en riesgo su carrera y que ahora podría destruirla y acabar con su libertad y la de su hermano, si yo hablo.- explicó, con todos los puntos a su favor. -Y, una vez en prisión tendría todo el tiempo del mundo para dedicarse de lleno a la poesía ya que se le da tan bien... no le parece un plan maravilloso?- le espetó en tono de burla irónica, con una sonrisa malévola.
Chad volteó los ojos e ignoró el comentario.
-¿Quieres hacer justicia por la muerte de tu madre cierto? El caso ya está cerrado...- dijo en un tono pasivo, bajando la guardia ya que no tenía mas opción, estaba acorralado.
-La Sirena negra mató a mi madre, me robó el derecho que toda hija tiene de vivir con su madre y aprender de ella, y a Kayla el derecho de criar a su hija. Sé que con ella tenía un afán y una rabia particular, no como con las demás víctimas. El caso puede estar cerrado por la policía, pero no por mi. Hay justicias que la policía no puede hacer.- explicó con furia en los ojos.
Chad reflexionó un momento. En realidad, aunque no quisiera aceptarlo estaba entendiéndola, en el fondo el sentía lo mismo.
- Entiendo, pero no podrás hacer nada al respecto, y como ya te expliqué, la investigación es muy peligrosa para ambos. La policía y yo encontraremos a esa asesina y la haremos pudrirse en la cárcel, no necesitas venir tú para que eso suceda.
-No, no entiendes. Claro que sé el riesgo, pero yo necesito hacer ésto. No hay una sola noche que no piense en ella y en todo lo que podíamos haber vivido juntas si no la hubieran matado. No paro de pensar que por culpa de una maldita asesina que está libre y feliz en algún lugar del mundo, burlándose de todos hasta de la policía, no puedo recordar un abrazo de mi madre, ni un beso, ni una caricia. - los ojos se le llenaban de lágrimas. - La policía no hace nada y yo necesito ver con mis propios ojos como la encierran de por vida... necesito colaborar con eso. Y además, tú ya pusiste en riesgo todo lo tuyo cuando decidiste ocultar a tu hermano. Para ti es lo mismo.
-No creas que me enorgullezco por eso. A veces hay que hacer mal el bien. Mi hermano no es un asesino...
-¿Y entonces por qué lo escondes de la policía?
-Bueno, asesinó a alguien sí, pero
-Ya ves.- lo interrumpió. - Encubres a un asesino.- volvió a decir.
-¡Fue en defensa propia!.- comenzó a elevar la voz con bronca.
-Pero de todas formas lo hizo.
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Editado: 21.02.2019