Abrió los ojos y todo era negro, no podía ver ni una silueta, nada. Estaba mareada y aterrorizada. Lo único que recordaba era a su madre irse calle arriba, alejándose... se iba de su vida otra vez. Ese pensamiento la atormentaba y le rondaba en la cabeza, como seguro lo había hecho todo el tiempo que fuera el que haya estado ahí donde estaba, que por cierto no tenía idea de cuanto había sido. No sabía que día era, que hora, ni donde se encontraba, no sabía nada.
Se humedeció los labios secos, sentía que no bebía agua desde hacía meses. Intentó moverse pero no había caso, estaba atada de pies y manos a una silla. Le quemaban las muñecas y los tobillos de lo que parecía alambre apretado a sus alrededores. Si se concentraba en el oído solo podía escuchar algo gotear, tal vez una canilla en algún lugar. Pasó un largo rato allí, hasta que al fin escuchó algo distinto. Parecía una puerta de chapa que se abría arrastrándose contra un piso de piedra. Luego unos pasos pesados cada vez más cercanos. Y luego silencio...
-Buenos días.- dijo una voz masculina, grave y malévola.
-¿Quién es...?-preguntó Ashley casi afónica del estado en que estaba.
-Eso no es lo importante Ashley. -contestó en el mismo tono. -Lo importante es que estás aquí para responder a mis preguntas.
-¿Que quieres? Suéltame.
-Te soltaré si colaboras.- dijo irónico. -Quiero que me digas dónde está tu madre, dónde se esconde.
-¿Mi madre? ¿Kayla? Está muerta... -trató de explicar. El hombre rió.
-Tu madre, Kayla, la Sirena negra, como quieras llamarla... el punto es ¿dónde se esconde exactamente?
-¿Que? Ella no es la Sirena negra. La Sirena negra la mató a ella hace muchos años.
-Así no estás colaborando pequeña, me da pena por ti.
-No sé de lo que hablas.-insitió Ashley. ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué buscaba a Kayla y por qué decía que ella era la Sirena negra? -¿Por qué crees que yo sé donde está? No la he visto en años...
-Bien, entonces te quedarás aquí una semana más.-dijo la voz de modo indiferente.
-¿¡Qué!? ¿hace una semana que estoy aquí? Oh Dios...
-Y hará dos ahora.-rió.
-¿Qué te hace creer que yo sé donde está?
-Es tu madre. Debes verla, saber de ella.
-Mi madre estaba muerta... no la veo desde que tengo dos años de edad. Al menos creí que había muerto.
Un silencio invadió el lugar.
-¿Sigues aquí? ¿Por qué dices que ella es la Sirena negra?
-Tu madre lo inventó todo, nunca murió. Vivió aquí en Australia por más de diez años. Es una gran surfista. Pero resulta que también es asesina, y yo necesito vengar una muerte.-explicó maliciosamente, con un tono de voz lleno de ira.
-Eso es absurdo... ¿Cómo sabes que es ella?
-La descubrí, pequeña. Conozco a su esposo. En su casa encontré el arma homicida. La he llevado a un laboratorio de la policía y ¡adivina! Es el arma con la que mataron a Hanna Col. ¿Sabías que no murió asfixiada como dicen todos? Alguien le disparó en la isla.
-Si así hubiera sido entonces la bala debería haber sido encontrada por alguna parte.
-No, la robé de la escena del crimen. -confesó, con un tono de voz divertido. -Por eso sé que la que encontré entre las cosas de Kayla es el arma homicida. La bala es de la misma.
-Mira, no sé donde encontrarla. Ni si quiera sabía que estaba viva. Esa noche, la iba a enfrentar. Pero alguien no me dejó hacerlo... No sé nada de ella. Lo juro.
De pronto se escuchó una sirena de policía a lo lejos. El hombre le colocó rápidamente una mordaza, le soltó los pies y la llevó con él hacia la parte de atrás. Estaban en un gran galpón en el medio de un campo. Ashley hacía todos sus esfuerzos para soltarse y escapar pero no lo conseguía, él tenía el triple de la fuerza de ella.
La policía rodeó el lugar y entró por la puerta de chapa, registrando todo.
Estaba vacío, solo había una silla vieja. El hombre había llevado a Ashley a un entrepiso oculto detrás de la pared de chapa del galpon. No tenía como hacerse oír con el hombre sujetándola.
-¡No hay nadie adentro!- reconoció la voz de Sullivan, y entonces supo que allí estaba Chad. Y debía encontrarla.
Luego pensó que si estaban en el techo del lugar, un par de patadas se sentirían desde abajo. Pateó el piso con todas las fuerzas que le quedaban haciendo rugir la chapa.
-Cállate niña.-le dijo por lo bajo amenazante fuera de control, sacudiéndola bruscamente contra la pared derecha que era de madera.
-¡Arriba!¡tiene que haber un entrepiso!- gritó otro de los policías.
El hombre trató de correr arrastrando a Ashley con prisa hacia otro hueco. Parecía un simple galpón pero estaba lleno de trampas y escondites. Siguió por ese pasillo y bajó unas escaleras hacia el piso de abajo. Por una segunda puerta que daba a la parte de atrás del campo, cubierta de altas siembras que por su altura los ocultaban, escapó hacia el exterior.
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Editado: 21.02.2019