Fernando corrió tras ella, pues a pesar de todo la quería, simplemente era insoportable el no saber si ella correspondía sus sentimientos; pero ahora parecía que la tristeza siempre la había tenido con ella, cómo era posible que no pudiera darse cuenta de esas pequeñas acciones que mostraban cómo se sentía; el mirar hacía abajo, la pequeña sonrisa nerviosa de lado, los ojos que no encuentran un punto para detenerse, el pequeño balbuceo cuando duda en decir las cosas, el jugar de sus dedos por los nervios; tan acostumbrado estaba a que no podía ver una amplía sonrisa en su rostro que realmente dejó de ver esos pequeños cambios en sus facciones.
No sabía que le diría, no sabía cómo explicar que no era sexo lo que quería, no quería dejarla, así de simple; el hecho de pensar que si la dejaba otro hombre podría oler su esencia de jazmín por las mañanas o el dulce aroma que produce cuando suda; era increíble que la misma crema que se compraba su hermana oliera tan diferente cuando lo usaba Zoé; quizás fue provocado por el instinto animal que tenía ahora gracias a las orejas animales que poseía, pero no deseaba que ningún otro hombre se acercará a ella. En ese momento se preguntó, porqué se le había ocurrido terminar con ella si le preocupaba tanto.
- Espera, déjame explicarte... - la tomó de la mano, obligándola a frenar sus pasos; Zoé no quiso voltear, eso era todo, para qué escucharlo.
- Déjame ir por favor... ¿Cuánto más daño quieres hacer?
- No, no llores... - la jaló hacía su cuerpo, dándole la vuelta durante el movimiento, para ocultar su rostro lloroso entre su pecho; no pudo contenerse, por más que lo intentó, simplemente las lágrimas salieron, mojando a su paso la camisa de Fernando, él se quedó esperando a que se calmará, repartía pequeños besos de vez en cuando en sus ojos y su frente, limpiaba con su índice el rastro de su tristeza, sintiendo un nudo en la garganta por ser quien provocó aquello.
- No tienes una idea de cómo me siento cuando lloras... - solo había visto a Zoé una vez llorar en el pasado y también había sido él el culpable; Fernando no podía llorar tan fácilmente y su pecho se congestionaba y comenzaba a darle una sensación quemante, como si tuviera un trozo de carbón ardiendo dentro de su cuerpo.
- Pues no me hagas llorar. - contesto sabiendo lo difícil que era para él derramar lágrimas, aun así, había llorado hace mucho con ella.
- ¿Te sientes mejor? - preguntó limpiando con el borde de su camisa el rostro de Zoé.
Ella no contestó, si ya no eran nada, porque la trataba de forma tan amable, acaso no sabía que lastimaba su corazón y le daba esperanzas; acaso no se daba cuenta que esa luz de esperanza que no deseaba que se encendiera estaba ardiendo con mucha intensidad, le daba aliento; una niña nacida sin el cariño de sus padres, sin tener la atención de nadie; sin recibir un elogio por su arduo trabajo; había encontrado su refugio en los brazos de ese chico; él era el único que podía tocarla sin recibir un golpe, pues a pesar de que era pequeña tenía la mano bastante pesada y era huraña, no le agradaba recibir muestras de afecto de desconocidos, incluso los saludos de beso en la mejilla eran demasiado para ella; los que la conocían lo evitaban y los que apenas la estaban conociendo eran advertidos con tiempo.
- No debiste molestarte...
- Quiero acompañarte por más tiempo. - cómo arrepentirse de algo que ya había salido de sus labios, él nunca se retractaba de algo que decía, nunca pedía perdón a menos de que realmente sintiera que había hecho algo malo, aún sabiendo eso y sintiendo que se había equivocado en esta ocasión no podía pedirle perdón, simplemente era algo extraño y no quería ser la burla, él nunca se equivocaba.
Zoé solo pensaba en lo difícil que sería seguir estando cerca de él, sin poder siquiera tomar su mano, pero no rechazó la oferta, era agradable estar cerca de Fernando, no podía negarlo, si por ella fuera estaría por el resto de sus días a un lado de Fernando, sin contacto intimido, solo tomar su mano bastaba, solo sentir su calor a un lado a la hora de dormir era suficiente; suspiró, sabía que era suficiente para ella no para Fernando, los hombres siempre quieren más, siempre quieren tenerlo todo y aun así no era suficiente.
Después de ir a ver una película para compensar el mal rato, Fernando y Zoé fueron a comer algo, él sabía que a ella no le agradaba comer en la calle, por lo que tuvieron que pedir la comida china para llevar, esa parte siempre le desesperaba, pues él deseaba llevarla a comer a restaurantes y lugares cerrados, no comer en casa comida que sabe mejor en el momento; pero no se pondría a discutir; fueron a su casa, su madre no se encontraba, estaba haciendo las compras; Zoé estaba bastante nerviosa, pues no recordaba si solo lo había pensado o si realmente lo había dicho en un intento desesperado para que él se quedará con ella: haré lo que quieras, pero no me dejes.
#19144 en Fantasía
#7566 en Personajes sobrenaturales
#40151 en Novela romántica
el deseo a una estrella fugaz, un amor a punto de romper, una chica que no sabe expresarse
Editado: 07.06.2020