Cuando Fernando volvió a ver a Zoé en la escuela, el lunes temprano por la mañana, ella se encontraba parada en la puerta de la escuela con el semblante decaído y la mirada perdida en el piso, en sus manos la mochila colgaba solo de tres dedos; parecía como si no estuviera allí, su cuerpo podría estar en la escuela, de pie esperándolo, sin embargo, su mente se encontraba en otro lugar muy lejano, Fernando saludó con sacudiendo la mano antes de pronunciar palabra alguna.
- Buenos días Zoé, ¿Cómo fue tu fin de semana? - al principio le pareció que no había sido escuchado, hasta que observó sus orejas erguirse completamente; cuando alzó el rostro, con el dorso de la mano limpió tan rápido como pudo sus ojos y mostró una sonrisa.
- Bien, nada interesante... ¿Qué tal te fue a ti? - Fernando quería contarle de su nueva adquisición, aquella consola que le habían conseguido a tan buen precio con todos los controles y algunos de los juegos que estaban de moda, sin embargo, al ver su semblante, la platica se centró en ella, algo malo ocurría.
- Bien, tengo consola nueva... Zoé, ¿Segura que estás bien? - las orejas de Zoé descendieron un poco, aun así, en su rostro se apreciaba una leve sonrisa, su cola vacilaba nerviosa de un lado a otro, suave y lentamente.
- Si, no es nada grave... Tienes una nueva consola, que bien; ¿Podemos ir a jugar después de clases? - su voz se oía un poco ronca; él no sabía qué ocurría y sabía que aunque preguntará no tendría una respuesta clara, pero deseaba que se relajará y al parecer esa petición para jugar era solo una excusa, quizás su madre pudiera ayudarle un poco.
- Claro, si quieres llama a tu madre para que te quedes a comer o incluso cenar...
- Gracias. - por esas razones lo amaba tanto, aunque ese sentimiento era unilateral aparentemente; Fernando era una persona muy buena y atenta con los demás, no necesitaba decirle lo que ocurría para que él tratara de ayudarle, lastimosamente así era con los demás, por lo que no podía sentir eso como real o como un trato especial.
Fernando no dijo nada por la marca roja que tenía en la comisura de su labio, sabía que a Zoé eso le incomodaría demasiado, caminaron lento hacía el salón, ella parecía caminar con dificultad; aunque no se quejaba, era probable que sus piernas le estaban estallando; al momento de sentarse en su lugar, Zoé no pudo evitar que su cola se erizará por unos segundos, cosa que no pasó desapercibida por Fernando.
Cuando Zoé se quito el suéter a mitad de las clases se pudo dar cuenta de la marca en su brazo, a pesar de que era apenas visible por el borde de la camisa blanca escolar, la maestra le llamó la atención por estar distraído, pero era imposible estar atento a la clase cuando era evidente que algo le había pasado, todo el tiempo ella se la pasaba pensativa, con la mirada distante y el silencio más abrumador en sus labios, era como si al decir cualquier cosa estuviera a punto de llorar; su cola se quedaba en el suelo, no se meneaba ni un ápice, solo en pequeños lapsos de tiempos donde ella era sorprendida o intentaba recuperar el ánimo; a pesar de eso les mostraba a todos una sonrisa que intentaba tranquilizarlo; era increíble que nadie notará que realmente fingía estar bien.
Era increíble que desde que había comenzado a ver esas extrañas extremidades tipo animal en la gente era mucho más fácil de saber cuando mentían o cuando se sentían mal sin que ellos realmente quieran que sepamos de eso, las orejas y la cola no mienten; él no tenía esas preocupaciones porque no le agradaba ocultar las cosas, si acaso se tragaba sus celos, pero pasaban cuando respiraba profundo, pues Zoé no era la clase de chica que jugará de esa manera.
- Hey, amigo, ¿En qué piensas? - uno de sus amigos le sacó de sus pensamientos de manera momentánea, cómo explicar las sospechas que tenía, aunque debía de admitir que su mente comenzaba a jugarle sucio y las cosas que maquilaba eran cada vez más atroces, sabía que el novio de su madre amaba a su suegra, pero en ocasiones tenía una actitud diferente hacía Zoé, como el viernes pasado, cuando se molestó por el hecho de que estuvieran juntos.
- En nada en especial, ¿Qué ocurre? - preguntó con una sonrisa en sus labios, tarde o temprano descubriría qué ocurría y definitivamente haría las cosas bien está vez, pues la estrella le dio la oportunidad de poder comprender a Zoé un poco más, no rompería con ella después de todo.
- Vamos a la cafetería, hay un nuevo platillo de debes de probar. - le dijo mostrando una sonrisa, además de apuntar con el dedo a unas chicas que se dirigían al lugar; Fernando solo negó con la cabeza por las prioridades de su amigo, sin embargo, tenía hambre, no pensaba bien con el estómago vacío, se levantó de la silla y se dirigió hacía Zoé quien estaba recargada en su asiento, leyendo un libro, como siempre lo hacía.
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el deseo a una estrella fugaz, un amor a punto de romper, una chica que no sabe expresarse
Editado: 07.06.2020