Las postales de Nart

Capítulo 15 - En casa de Arnau

   Al día siguiente por la tarde, Nart fue a casa de Arnau a explicarle que él traería los paquetes, cómo hacía Elías, se lo debía a su amigo. Él sabía que era la única forma de hacerlo, nadie sospecharía de un chico en bicicleta, a pesar de que el padre de Elías no lo aceptaba. Él le llevaría lo que Gabriel recibiera de Vielha, sabía cómo funcionaba e insistía. Nart le explicó todo lo que descubrió de su tío; el desván, el incidente de la mina, y las idas y venidas a un local de las afueras del pueblo, todo, pero obviando el descubrimiento del paquete de Elías el día que desapareció. Arnau lo escuchaba atentamente, y enseguida se le colocó una media sonrisa en el gesto. Pensativo ordenaba todos los datos que le dio, como era posible que ese chico pudiera saber todo eso, y como supo lo que se movía en la mina. Era concienzudo y demasiado persistente. Josep de pie lo miraba con odio. Su mandíbula apretada  y sus ojos clavados en Nart. La rabia que sentía hacía él hacía que por la comisura de los labios expulsara burbujas de saliva. 
   - Josep, ve a la pocilga, y ponle agua a la bestia que hay dentro - le dijo Arnau, que hacía rato que había notado que Josep, se ponía más tenso con la presencia de Nart.    
   - Aquí, el que se mete con tu tío, lo paga y caro - explicaba Arnau - ni octavillas, ni periodicos, no lo permitirá. Tendremos que ser cautos y dejar sus asuntos de momento. Sobre todo no acudir más a la mina - estas últimas palabras las dijo en un tono más denso, serio, y recalcó - olvídate de averiguar nada de las cajas y botellas, déjalo para los mayores - volvió a insistir, está vez levantando más la voz - no iréis más a la minas, en su momento se verá qué hacer. En este pueblo todo es ilegal, él lo hace ilegal - rectifica enseguida Arnau - prohíbe repartir propaganda, y por su puesto publicarlas. En fin, todo está prohibido - 
 Era una dictadura, pero por algún motivo, en el pueblo, se acentuaba más por la prohibición de las cosas más elementales. Los alimentos escaseaban y eran caros, y de la mina a penas nadie podía vivir. El tío como alcalde era la autoridad, controlaba todo, tanto la llegada de alimentos, como las salidas de las personas. Era algo lógico si se pensaba bien, el ser alcalde le permitía ciertos privilegios, hacer lo que quisiera sin tener que dar explicaciones a nadie. La Guardia Civil quedaba relegada a un par de agentes que apenas  controlaban nada, excepto los sobres que llegaban de las manos de algún desconocido, bien aceptados, orgullosos de su posición en la escalas de privilegiados.
   - De acuerdo Nart, primero hablaré con Gabriel, de momento no hagas nada. Te tendremos informada puntualmente. No hables de nada con nadie, ni con Gabriel, ni con tu tío Alberto -
Arnau tenía otros planes para Nart, y por su puesto para su tío Alberto.   

     Nart volvió de la botiga, esta vez un poco más tarde de lo normal. Quiso pararse antes por delante del bar El Nacional, - solo cinco minutos - pensó, después correría para llegar a tiempo de comer. Esperaba ver a Dean o a Gabriel, para explicarle lo que vieron dos días antes en la mina. Se esperó en la acera de enfrente, solo podían ser unos minutos. Pasó un momento y enseguida vio como se acercaba un coche, verde, paró un poco más adelante de la entrada del  bar. Alguien bajó del coche, era Arnau. Salía del coche y abrió la otra puerta, la del acompañante. De ella salió una chica, muy joven, podría pasar por una niña, si no fuera por el volumen de sus pechos y su figura bien definida. Vestía en chándal, tanto la parte de arriba como la de abajo, y unos zapatos de tacones, de color rojo, que le hacia andar despacio, dando pequeños saltitos para no torcerse los tobillos - pensó Nart - que se entretuvo en analizar a aquella chica.Piernas largas y apretadas, pelo rubio, recogido en un moño. La cara redonda, con mofletes rosados, ojos grandes con pestañas largas y oscuras, y labios color  sangre. Hizo una foto, aprovechando que la llevaba colgada del cuello, como siempre. Arnau tiraba de ella con suavidad, pero con contundencia. Apresuraron el paso en dirección a una puerta pequeña, a pocos pasos de la puerta principal del bar, donde ponía «almacén». Alguien les abrió nada más llegar, sin llamar. Dos brazos fuertes arremangados y tatuados tiraron de ella, Arnau la soltó, la puerta se cerró. Arnau se dirigió al coche y entró. Nart esperaba que arrancara y se fuera, pero no fue así, se quedó allí, con el motor apagado, esperando. Pensó en entrar al bar y preguntar por su tío como excusa, para averiguar algo, sin saber bien el qué, pero no se atrevió y optó por esperar unos minutos. No pasó nada en ese breve tiempo, y ya llegaba tarde, sin duda. Corrió hasta casa, abrió la puerta sin respirar, esperando que su tío no hubiese llegado antes que él. Su tía recogía los platos de la mesa, el de ella sucio de haber comido, el de él limpio. Lo miró, no le preguntó ni le dijo nada. Lavó los platos, y luego se sentó en el sillón y esperó a Nart. Frente a ella, libros de historia, matemáticas y de escritura llenaban una pequeña mesa en el rincón del comedor. Tocaba tareas escolares. Clases de treinta minutos, entre las tres y las tres y media. Nart se sentó junto a ella, sin comer, se le había pasado la hora, tendría que esperar a la merienda para calmar el rugido de su estómago. La tía colocó el tema del día, y comenzó con suma tranquilidad explicando la lección. 
   Lo suyo era mantener el interés y nivel escolar, como los niños de su edad escolarizados en el pueblo. Desde que llegó de Betlan no se pudo escolarizar, las tareas que le implantó su tío, junto a la eventual situación de Nart, hizo que su tía se encargara, de momento, de su educación. 
   Sus tíos no tenían hijos, nunca les dijo por qué, pero de la manera que ella lo trataba, Nart intuía que no sería porque no quisieran. Agnés lo trataba con mucho cariño, le recordaba a su madre.
   La tía Agnés; hija de una familia francesa que tras abrir la frontera con España se estableció en Bossóst. Allí, estudiando magisterio conoció al tío Alberto, él pertenecía al batallón de maquis implantado, para  entonces, en Bossóst. Tras acabar el magisterio fue enviada a Vielha a cubrir la vacante en el único colegio del pueblo. Más tarde, tras la retirada del batallón por las respuesta del ejército de Franco, el tío marchó a Francia, poco tiempo después se reencontró con Agnés en Les. Pasada la media hora, le preguntó por qué llegaba tarde.
   - Fui hasta el bar de Andrés - le dijo con voz baja.
   - ¿Por qué? - le preguntó la tía, seria.
   - Quería ver a Gabriel o a Dean, para explicarles lo que nos pasó en la mina Victoria - 
   - ¿Y viste a alguno de los dos ? - le preguntaba disimulando su enfado. Nart dudó contarle lo sucedido delante del bar.
   - No, solo vi a Arnau -
   - ¿Arnau? - Preguntó con asombro.
   - Sí, llegó en un coche, con una chica, luego entraron en el almacén del bar. No se quien era. Arnau se fue al rato, sin esperar a la chica - 
Nart continuó relatando todos los detalles. 
Una chica, del prostíbulo, seguramente, pensó Agnés, pero...por qué llevarla al bar de Andrés.  No le dijo nada más a Nart, ni pregunto por qué fueron a la mina.
   - Salgamos a pasear - dijo sin querer seguir con el tema. Lo hicieron por las calles más adyacentes a su casa, desde la calle Lip; calle donde vivían, pasando por la farmacia hasta llegar a la iglesia. Algún sábado solían pasear después de comer, si el tiempo lo permitía. Recorrían las calles saludando a los vecinos que se encontraban a su paso, a veces se paraban un momento e intercambiaban preocupaciones sobre la salud de cada uno, por Alberto y por cómo había crecido Nart. Aunque el invierno era una época incierta, algunas tardes dejaba paso a una suave brisa cálida de primavera, y los vecinos se abocaban a recorrer el pueblo.
   Se sentía cómodo caminando a su lado, contento de su compañía. De vez en cuando ella se giraba para mirarlo y él sonreía. Sabía que, la conversación no había terminado, al menos para Nart, aunque ambos se sentían cómodos. Sin embargo, Nart tenía más preguntas para ella. Se detuvo, y sin mirarla preguntó por la mina Victoria. La tía, tras unos segundos reflexionando sobre la pregunta, sin estar muy segura hasta donde quería llegar con ella, contestó.
  - Después de acabar la guerra, se produjo una fiebre por descubrir nuevas vetas de minerales para llevar a cabo la explotación. Se abrió la mina para la obtención de plomo y zinc, en la que trabajó gran parte de la gente del pueblo sin demasiado beneficio, dejando la mitad de la mina desierta e inoperativa por su alto coste de mantenimiento - como siempre, la tía se alargaba en sus explicaciones, se notaba que fue Maestra.
   - ¿Él tío trabajó allí? - preguntó el chico. 
   - Él abrió la botiga. En esa época había mucho movimiento de gente de los alrededores. 
No le explicó, que fue cuando ella dejó de dar clases para dedicarse a la botiga y a las labores de casa. Viviendo a la sombra de Alberto, aprendiendo a saber callar. Se preguntaba qué había pasado con ese hombre alegre, trabajador, a esa especie de hombre rutinario. Una vida llena de secretos, de idas y venidas, en la que solo compartía en casa las horas de la cena.    
   - ¿Andorra está cerca?, ¿allí hacen whisky y tabaco? - preguntó Nart, sacando las dudas de sus pensamientos.
   - ¿Andorra?- su tía cambió la expresión de su cara por una de temor. 
Ella intentaba explicarle la realidad, lo que pasaba desde hacía tiempo. Lo que todavía no estaba escrito en los libros.
   - Andorra es un país pequeño, entre España y el sur de Francia. El cultivo de tabaco en aquella época era la última opción, era el cultivo de los pobres. Comprar en Andorra y pasarlo a España está prohibido, se le llama contrabando - le explicaba mientras miraba la cara que iba poniendo Nart. 
   - Al principio, el más importante era el contrabando de mulas. Ahora se hace por necesidad, solo para alimentar a las familias, alimentos que aquí escasean. Pero hay quien lo hace de modo lucrativo, con el tabaco y el Whisky. Con ello sacan grandes beneficios - 
No era fácil explicar las salidas nocturnas, que hacían algunos fuera del pueblo. Nart no tenía porqué saber los negocios de contrabando a los que se dedicaban algunos. ¿Cómo aclararle las dudas sobre lo qué pasaba fuera del pueblo?.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.