Corría sin apenas fuerzas para poder llenar los pulmones de aire. No pudo calcular la distancia desde donde dejó a Ade, hasta donde esperaba Moisés. Ya caminaba, había bajado la velocidad de su respiración, pasó la pista de tierra y cruzó el puente hasta el aparcamiento. No estaba allí, no era la hora acordada para reencontrarse. Cruzó al otro lado y vio que Moisés estaba sentado en la puerta del bar. Recorrió el trayecto con el estómago a punto de salirse por la boca.
- Hemos encontrado a Pichas - sus palabras explotaron en los oídos de viejo -
Moisés se levantó como un resorte y cogió del brazo al chico intentando tranquilizarlo.
- ¿Donde está Ade? -
- Está en el camino de las brujas, en el tubo de las aguas -
Tras una breve y atropellada explicación, Moisés pidió llamar por teléfono al dueño del bar, este ya había percibido que al chico algo le había pasado. Moisés levantó el teléfono y tecleó uno de los números que aparecía en una hoja de libreta, pegada con celo en el estante, encima del teléfono; «Guardia Civil», y el numero.
En media hora varios vehículos de la merita llegaban hasta la entrada del camino. Acordonaron la zona, mientras otros tantos agentes, armados y sujetando perros, la custodiaban. Ade y Nart contestaban a la preguntas de otro que vestía de paisano. A ese mismo agente Nart le arremetió.
- Quiero denunciarlo -
- ¿A quien? - le preguntó el agente.
- A mi tío -
- A tu tío, ¿quien es tu tío? - preguntó de nuevo.
- Alberto Colonial, de Les -
- ¿Don Alberto?, ¿el alcalde? -
El guardia lo miró desconcertado y lo apartó unos pasos de donde estaban.
- Escúchame, no te metas en líos y quítate esa idea de la cabeza. Tu tío es muy buena persona, y un hombre muy importante -
- Pero yo he visto cosas que guarda que eran de mi amigo, las que llevaba el día que desapareció -
- Nosotros averiguaremos qué le pasó a tu amigo, Elías, es como se llamaba , ¿no? -
- ¿No van a hacerle nada? -
- Mira chico - se dirigía a él, que aunque sabía como se llamaba lo obvió. - Estas cosas son muy delicadas, tú dedícate a lo tuyo y deja que los mayores hagan sus cosas -
A Nart le tragaba la impotencia, quería gritar. No añadió nada más y marchó a donde aún esperaba Ade.