Las postales de Nart

1962 - 5 Desaparece Ade

  Se enjuagó las lágrimas y apretó la mochila contra su espalda, como queriendo protegerse. Las montañas y los árboles parecían fugarse de él, pero era él, los que desesperadamente se fugaban eran de ellos. El tiempo desapareció entre las escenas cambiantes del camino. El chico, ese día había muerto y había nacido el hombre.
  Era un trayecto largo, pero pedaleaba a una velocidad perseverante, para recorrer los veinte  kilómetros de caminos tediosos, hasta llegar al destino. No quiso continuar con lo que hacía Elías, la propaganda, todo ese tema le distraía, él solo quería averiguar qué pasó. Esta vez sí, iría a ver a su madre.
   Cogió la subida hasta la bassa de Oles, un camino medio asfaltado, con algún que otro boquete. Este pasaba por Aubert y llegaba a múltiples enlaces a otros caminos, enlaces, que por falta de tiempo no paró para decidir cuál de ellos sería el que llegaba a Betlan. Unos segundos para decidirse por uno de ellos. La bajada no sabía que le llevaría hasta Montcorbau. Llegó hasta la tranquila y desconocida iglesia de San Esteban, como único estandarte ante las cuatro casas de piedras desparramadas con apenas veinte ramaderos. Desde allí, una preciosa vista de Betlan, a un kilómetro y medio de escabrosos caminos. Preguntó a la primera persona que encontró, lo que a él le pareció la única, una persona mayor sentada en en banco junto a la iglesia.
   - Buenos días señor, me podría indicar como llegar a Betlan - le dijo con amabilidad.
   - Te has desviado un poquito. Supongo que te habrás equivocado, porque aquí solo se llega si  vienes expresamente, si sabes el camino, claro -
Le explicó el camino que le llevaría hasta Betlan, uno de los tantos que surgían de la plaza de la iglesia.  
  Bajó por el barranco de Montcorbau hasta la calle Sant Antonio, calle principal que acaba en la Iglesia de Sant Peir de Betlan, entre la calle Mayor y la calle Sant Peir. Desde allí, a cinco minutos, la casa. Lo primero que se veía era la borda, eso ya le hacía sentir calor en su interior. A unos metros, la casa de piedra vista con tejado a dos aguas, rodeada de bosques y montañas.
   Dejó la bicicleta apoyada en la pared de piedra de la borda y corrió hacia la puerta de la casa, con el recuerdo aún vivo del día que la cerró para recorrer el camino a Les. Tocó con los nudillos varias veces, esperó ansioso ver a su madre abrir la puerta, se desesperaba a pesar que solo habían pasado unos segundos, volvió a tocar, esta vez más fuerte. Por fin se oyó la voz de su madre clamando paciencia - ¡ya voy! - abrió la puerta, su corazón se aceleró nada más verlo, no le dio tiempo a reaccionar,   porque Nart ya estaba rodeando su cintura con sus brazos, apretando fuerte y balbuceando: mamá, mamá.
 Se sentaron en dos sillas, uno junto al otro, en la sala de estar, donde una ventana de cristal ofrecía una vista  privilegiada de la naturaleza. La estancia contaba con chimenea, apagada, el calor que entraba por la ventana la caldeaba sin tener la necesidad de encenderla.
   - Que contenta estoy de verte, ¿como has venido?, ¿lo sabe tu tío Alberto? - unos segundos de silencio - cuéntame - le interroga la madre, impaciente por saber todas la respuestas.
   - No le he dicho nada al tío, he venido en bicicleta. Tenía ganas de venir a verte. Hay muchas cosas que quiero contarte. Desde que me fui no he sabido nada de ti, y me imagino que de papá no sabrás nada -
La madre entornó los párpados. La sonrisa de su cara fue expulsada por otra de tristeza.
   - Sé que eres muy valiente. No he ido a verte porque..- lo pensó un instante, - porque estoy preocupada por tu padre, tengo que esperar a que lo encuentre, o vuelva - le dijo, para ocultar su presentimiento, el de que nunca lo encontrarían.
   - Nart alzó la cejas y gruñó - ¿como es posible que nadie sepa nada de papa? . No lo volveremos a ver vivo -
   - No digas eso Nart.. - Leonor, intentó quitarle esa idea de la cabeza, pero no sabía que explicarle - tu padre volverá, lo sé, pero tendremos que tener paciencia, y fe. Es más complicado de lo que tú crees -
   - ¡Pues explícamelo mamá!- Nart gritó enfadado, reteniendo las lágrimas para que su madre no lo viera llorar. Su madre lo abrazó durante un rato, hasta que se calmó, y Nart, continuó -  
Mi amigo Elías, yo le digo el Pichas, desapareció  una tarde que volvíamos de Pont de Rei. Llovía mucho, veníamos de ver a su tío, y...., Ade y yo lo encontramos hace unos días, muerto - la madre lo interrumpió - Nart, aquí lo sabe todo el mundo, es una lastima - la madre entornó los ojos y bajó la mirada - también  vino la Guardia Civil preguntando, y buscando por la zona -  Leonor se sentía compungida por todo lo sucedido.
   Nart le relató, que su tío Albert no le dejaba salir del pueblo, que lo tenía muy controlado. Solo le dejaba salir por el pueblo. También le contó que no le dejaba ir a casa de Arnau, el tío del Pichas.
   - Sé que el tío Alberto esconde algo. He visto cosas en el desván que... -
   - Nart, Tranquilo, espera - le interrumpe la madre con voz cariñosa, pero a la vez apresurada - tu tío, ha venido a verme muy a menudo, casi todas las semanas, estoy al tanto de todo, él solo quiere protegerte -
   - ¿Protegerme?, de qué, si apenas habla conmigo -
Por un momento dejó de escucharlo. Lo que le  iba a decir sabía que le afectaría. Le cogió la mano entre las suyas, sin saber cómo continuar.  Con la vista clavada en el suelo le contó, que esa misma mañana, el padre de Ade fue a verla. Estaba muy preocupado, porque el día anterior, a la seis de la tarde, se fue a la plaza, donde siempre quedaba contigo, y ya no volvió. Estuvo buscándola por todas partes y preguntando a todo el mundo.  
   - Pero.., tú también conoces a su padre -  
   - Claro que lo conozco - le contestó Leonor.
 Pasaron a la cocina, su madre le preparo un vaso de leche y un trozo de pan con chocolate negro.  
   - Lo que te voy a explicar es un poco confuso,    pero, eres muy listo y lo entenderás - tomó un sorbo de agua para aclararse la garganta y continuó explicando.
   - Todos nos conocemos y, aunque no nos hayamos juntado nunca, las mujeres. Cuando llegaron al Valle de Aran, cada uno hizo su vida, aparentemente, normal. Pero siempre han sido maquis, incluso tu tío, aunque aparentemente no lo haga notar. El más activo, fue tu padre, que también pertenecía a un grupo de anarquistas. El único que aún seguía, desde los montes, recaudando financiación, para seguir contra el régimen de Franco. Como te contó tu tía Agnés, los seis formaban parte de un batallón. Jorge, el de más edad de ellos, era su comandante. Los seis estuvieron siempre juntos, formando un grupo de amigos, que duró todo el tiempo que estuvieron en Francia. Finalmente volvieron, aunque con la mentalidad algo más cambiada. Pero siempre se han juntado cuando alguno lo ha necesitado. Tu padre, ya sabes, estuvo siempre luchando por las libertades de la gente de Betlan, eso lo sabíamos todos. Dean, el padre de Ade, se casó en Francia, donde nació. Volvió unos años más tarde y nació Ade.
  - Pero, por qué se llevaron a papá - interrumpió   Nart.
   - Tu padre.. - Leonor cayó unos segundo y continuó.
   - Poco antes de que nos asaltaran en casa, tu padre empezó a sospechar de alguien que sacaba armas fuera del Valle. Quiso ponerse en contacto con Jorge, pero, esperó demasiado, y no le dio tiempo.
   - Yo vi a los que se llevaron a papá -
   - ¿Como sabes tú.. ¿Quiénes eran ellos? - le dice su madre levantando, esta vez más, la voz.
   - Estuve con Ade en la mina Victoria y los vi -
   - Pero, como se te ocurre, ¿os vieron? -
   - No mamá, pero hice muchas fotos -
Leonor cada vez estaba más nerviosa, no sabía sí reñir a su hijo o abrazarlo para protegerlo.
   - Sabes que puedes.. - rectifico enseguida - nos puedes meter en un lío - 
   - Tienes que contarle todo esto a tú tío, todo lo que sabes -
   - No, no me fío del tío Alberto. Encima tiene un puticlub en las afueras del pueblo -
   - Pero, Nart - le chilló su madre - ¿quien te ha dicho esa tontería? -
   - Lo vi yo, supe la dirección por un papel que el tío tenía en la botiga -
Leonor apretó los labios para ocultar la decepción.
   - El Prost.., el Bar, no es de tu tío -
   - mamá lo vi como entraba -
   - Calla Nart!, es de Arnau, el tío de tú amigo Elías - cogió una bocanada de aire para continuar.
   - Tu tío, estuvo esa mañana hablando conmigo. Me dijo que podía tener una pista de donde podría estar tu padre, si es que aún podría estar por aquí o se podría haber escapado a Francia -
Nart quedó enmudecido. Su cabeza no daba para ordenar aquel puzzle que acababa de desarmar su madre. Leonor se percibió de la incertidumbre de su hijo. Recobro la compostura y continuó más tranquila - Fue a ese bar con Jorge y Dean, todos  bien vestidos. Intentaron averiguar qué pasaba allí, pero no encontraron nada que les pudiera servir. « Un confidente de la Guardia Civil les dijo que podría ser que lo hubieran llevado a ese bar, « Pero sin saber, si vivo, o muerto ». Esto último lo pensó para sí misma, pero no se lo dijo a Nart -
   - Confío en mí hermano, tu tío Alberto. Está haciendo todo lo que puede. Ahora lo más importante es que sepamos dónde está Ade - añadió Leonor.
Nart hacía memoria, por si Ade le dijo algo de donde quería ir ese día.
- De camino puedo pasar por algunos de los sitios que suele ir -
   - No hagas nada, después de comer te vuelves a Les, hasta que todo se arregle -
Leonor sabía, conociéndolo, que no le haría mucho caso.
   - Mamá! - le hablo a su madre con cierto tono enfadado.
   - No hay nada más que hablar - terminó diciendo Leonor levantó las manos. Nart siguió los pasos de Leonor, que se dirigió a la cocina, donde preparó unos filetes empanados acompañados de ensalada. Durante la comida ninguno de los dos se dijeron ninguna palabra. Cada uno estaba enfrascado en sus pensamientos, solo de vez en cuando se cruzaban sus miradas, entonces Leonor aprovechaba para dedicarle una sonrisa cariñosa, mientras veía la cara de desconcierto de su querido hijo.
   - Mañana me acercaré al horno, que es único sitio que tienen teléfono, lo llamaré y hablaré con él, díselo a tu tío cuando llegues - dijo Leonor, rompiendo el silencio, mientras recogía la mesa.
   - De acuerdo mamá, pero yo no lo veré hasta la noche, hoy no creo que este cuando yo llegué -
   Al cabo de un rato, cuando ya se preparaba para despedirse de su madre, cayó en la cuenta. Aquellos dos segundos que pasaron hasta decidirse por el camino, que sin saberlo, le llevó a Montcorbau, vio una furgoneta blanca que conducía despacio, bajando por el camino de la izquierda. En aquel momento no le dio importancia, pues inconscientemente la descarto de su memoria al no ser un Jeep. ¡Una furgoneta! se repitió varias veces. Era raro, después de pensar un buen rato algo no le cuadraba. Desde allí el camino de la izquierda acaba en un conjunto de bordas, usadas solo por ramaderos para el ganado y el grano. Que haría una furgoneta  en un pueblo de no más de veinte personas, donde lo máximo que se podría encontrar era un par de tractores viejos.
   Se despidió de su madre, aunque le prometió que iría directamente a Les, él ya había decidido que pasaría por Montcorbau.
   Paso de largo la tranquila iglesia de San Esteban. Se dirigió al punto donde múltiples enlaces concurrían con otros caminos. Tomó el de la izquierda, el mismo que cogió la furgoneta. A unos kilómetros, que a Nart le parecieron cientos, visualizó el conjunto de bordas, siguió por un sendero de espeso follaje, que por lo justo que pasó con la bicicleta, entendió que la furgoneta pasaría rozando los retrovisores. Llegó a un mar de arbustos, donde una especie de osáis  dejaba entre ver una nave de grandes ventanas, con marcos de hierro oxidados. El moho cubría gran parte del enrevesado hierro que cubría la entrada. Detrás, la furgoneta, silenciada bajo la negrura de un improvisado cobertizo. Dos vigilantes hacían guardia en una pequeña garita, bajo la sombra de un abedul. Nart escondió la bicicleta tras unos arbustos de mediana altura, sacó la cámara de fotos y terminó de cubrirla con matorrales. A medida que se iba acercando fue doblando su cuerpo. Casi reptando hizo dos fotos de los guardias. Rodeó la nave, y fotografió cómo pudo, el resto de la nave. Giró la última esquina inaccesible a la vista de los guardias, se incorporó y apoyándose sobre un saliente del marco se izó. La amplitud de la ventana solo le devolvía su imagen, distorsionada por la gran cantidad de moho y mugre por el paso del tiempo. Con los puños raspó un pequeño espacio de cristal, dejando dos huecos como la visión de unos prismáticos.  Manteniendo el equilibrio, sobre las puntas de los pies, se aupó. La imagen que vio casi le hace perder el equilibrio, el corazón latía tan fuerte que parecía querer salir por la boca - Ade! - se susurró así mismo. Yacía en el suelo, de espaldas en un rincón sobre una manta. Estaba despeinada y sucia. Su semblante era serio y malhumorado. Con una mano se descolgó del cuello la cámara e hizo unas fotos, esta vez estaba seguro que saldrían bien, el interior de la nave estaba bien iluminado. Deshizo el camino hasta la bicicleta. Le faltaba el aire, todo su cuerpo temblaba de excitación. Montó en ella y traspasó el sendero hasta el camino que le llevaría a Les.
                                     *
   Su tío lo espera en el salón con cara de pedir explicaciones. La tía Agnés trasteaba en la cocina, terminando de hacer la cena.
   - Hola - dijo Nart como escueto saludo.
   - Tenemos que hablar - contestó el tío
   - Vengo de casa de la mamá -
   - Ya me lo imaginaba, sobrino - era la primera vez que lo nombraba así.
   -Me ha dicho mi madre que te llamará desde el horno, quiere hablar contigo - Le dijo al tío mientras se dirigía a la mesa, donde ya tenía la cena. No tenía ganas de hablar con él.
   - mañana hablamos - continuó  Nart, ya sentado frente al plato, dispuesto a devorarlo.
   - Mañana te explicaré algunas cosas - contestó el tío.
A Nart, ese « mañana te explicaré algunas cosas » no le sonó muy bien, aún seguía desconfiando de él.
   Cuando terminó de cenar, se levantó de la mesa, se acercó a su tía y le preguntó en voz baja:
   - ¿Puedo ir mañana a ver al padre de Ade? -
   - No - le respondió en un tono seco, que también escuchó el tío.
Nart volvió a la mesa, se sentó y se quedó en silencio.
   - Vale, puedes ir, pero no vengas tarde - le dijo su tía al final.
Se levantó de la mesa, se acercó a su tío Alberto y le dijo en voz baja:
   - Desde ayer su padre no sabe nada, yo se... -
   - Vete a la cama Nart!, mañana hablaremos - le cortó su tío con voz enervante y hosca.
   - ¿Por qué no le dejas hablar? - le preguntó la tía.
   -Porque no hay nada que decir - gruñó enfadado el tío
   -Sí, que hay - le dijo con cariño su mujer - quería contarte algo.




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