Las princesas no viajan en tren

Capítulo 2

Carmín salió del palacio acompañada por su asistente Joana. El chofer privado estaba esperándolas afuera, con el Mercedes en marcha. 

-Dile que vamos a Elite -ordenó Carmín a Joana. La asistente se dirigió al chofer y lo informó. 

Dos lacayos abrieron las puertas del auto y tanto Carmín como Joana subieron. 

Lentamente el auto salió de los jardines del palacio, directo hacia las céntricas calles de la ciudad. Carmin suspiró, ofuscada por tanta tardanza para llegar a un lugar que estaba bastante cerca.

-Dile que quiero llegar hoy, no el año que viene -dijo nuevamente  a su asistente, quien se comunicó con el chofer mediante un intercomunicador dentro del auto. 

Aun así el auto no subió de velocidad, lo que hizo que Carmín se enojara aun mas y golpeara el vidrio que separaba el asiento del conductor del que ocupaba ella. 

-Oye, me haces rebajarme a hablarte solo porque no entiendes el simple concepto de aumentar la velocidad -casi escupió, el chofer no se volteó a mirarla, tenía la vista fija en la calle abarrotada por el tráfico.

-Lo siento Alteza Real, no puedo ir más rápido, hay un embotellamiento de tránsito. 

-¡Me estás hablando y no eres capaz de dirigirte a mi! ¡No me miras! ¡Estás despedido! 

Joana decidió intervenir, aclarándose la garganta y poniendo una sonrisa tensa en su rostro.

-Su Alteza, el hombre es un chofer muy responsable, no puede dejar de poner atención al camino. No  la despreció, al contrario, la está cuidando de una manera muy dedicada.

-¡Aun así está despedido! Joana, consigue ya mismo un nuevo chofer.

-Pero…Su Alteza, ese no es mi trabajo, es otra persona quien se encarga de contratar…

-¡Tú también estás despedida!

Carmín abrió la puerta del coche y salió a la calle. De inmediato los bocinazos que se oían estridentes dieron paso al silencio. 

-¡Oh Dios mío, es la princesa! -exclamó una mujer. 

Los coches se detuvieron aún más, bajando sus vidrios y contemplando y saludando a la princesa. Carmín solo caminó, faltaban un par de calles para llegar a la tienda de moda más exclusiva del continente. Escuchaba y veía a la gente haciendo reverencias a su paso pero los ignoró. No estaba teniendo un buen día y no tenía ánimos de saludar como una…princesa tonta. 

Al fin llegó a Elite y se quedó esperando que alguien abriera la puerta para ella. 

Pero nadie lo hizo. Fue aún peor el hecho de que la tienda no estaba abierta exclusivamente para ella, como era costumbre cada vez que un miembro de la familia real visitaba un comercio. 

La tienda tenía algunos clientes, la mayoría conocidos por ella dado su poder adquisitivo dentro de la ciudad. Carmín los veía desde afuera, y al ver que nadie allí se dignaba a abrirle, tomó con asco la puerta, abrió, y entró a la tienda. 

Nadie allí se giró para mirarla. Tampoco ninguna de las empleadas se acercó para darle una copa de champagne.

-¿Pero qué está pasando aquí? -preguntó en voz alta. Algunas personas se volvieron para mirarla, y rieron apenas,  regresando enseguida a las prendas que estaban comprando. 

A Carmín le pareció el colmo de las faltas de respeto. Ella era la princesa y estas personas que ella conocía bien preferían mirar un vestido antes que a ella. 

Una empleada aburrida se acercó. 

-¿Si?

Impactada, Carmín se quitó un mechón de cabello rojo que le caía sobre la frente. ¿Cómo osaban saludarla así?

-Escúchame una cosa maldita pobre. ¿Acaso no sabes quién soy? 

La mujer sonrió un poco, bajó la cabeza.

-Claro que sé quién es usted. La princesa Carmín. Pero tenemos órdenes estrictas de su padre. Y entre una princesa y un rey, elegimos obedecer al rey. 

-¿Pero qué…?

Un asistente de seguridad se acercó y sin ceremonias tomó a Carmín del brazo. 

-¡Oye, bastardo! -pataleó, pero el hombre era mucho más fuerte. La dejó en la acera, y luego cerró la puerta de la tienda. 

Carmín escuchó un bocinazo. Se giró y vio al Mercedes con aquel despreciable chofer y Joana. 

-Alteza, -dijo Joana desde el auto- suba por favor.

-Ábreme la puerta, ya estoy harta de hacerlo. Ey tu -agarró del brazo a un hombre que pasaba por ahí. El hombre intentó quitarse su gorra para saludarla, pero ella enseguida le dio una orden-. Abre la puerta para mi. 

Obedeciendo, el hombre abrió la puerta del auto y Carmín entró.

-¿Debo cerrarla? -preguntó el hombre, aún sin comprender nada.

-Claro que sí, infeliz. ¿No pretenderás que la cierre yo?

El hombre hizo una reverencia torpe y cerró la puerta. Carmín se dirigió a su ex asistente. 

-¡Joana, algo está sucediendo! ¡Jamás volveré a comprar en Elite! ¡Arruinaré toda su reputación y tendrán que irse del país! ¿Y qué le pasa al chofer que no se bajó para abrir y cerrar la puerta para mi? 




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