Las Promesas Que Te Hice

BUENAS ACCIONES

A Klaus Willemberg lo había recibido un mayordomo, y sin rodeos el anciano le pidió hablar con el dueño de la casa. Gustav Dreymon.

— ¿Me indica por favor señor de parte de quién? — De parte de Klaus Willemberg. Vaya y dígale —ordenó el abuelo—

El mayordomo, algo extrañado fue a avisar al señor de la casa quién no tardo demasiado en recibirlo con la apariencia siempre impecable y elegante qué poseía.

— ¿Señor Klaus Willemberg?

Gustav Dreymon lo observó con cara de asombro y extrañeza.

— Esta sí qué es una sorpresa —prosiguió— ¿A qué debo el honor de su visita?

— A que ya sé toda la verdad, por lo tanto voy a agradecerle que no intente desentenderse de la situación.

— Pues si me lo explica, intentaré no hacerlo.

— Hace apenas unos días me enteré de qué usted es hijo de mi hijo. Mi nieto. Y con esto que le digo no considere que está resultando fácil para mí. En mi vida he tenido solo un nieto. Mi querido Jan Siegfried, y venir enterarme de esto en mi vejez me resulta realmente inaudito.

Oyendo atentamente, Gustav Dreymon no encontraba palabras inmediatas para el anciano.

— No sé qué decirle señor Willemberg, sin embargo debo rescatar el hecho de que finalmente su hijo haya decidido contárselo todo. Pensé que nunca se atrevería, y para serle sincero ya no esperaba que lo hiciera.

— No fue mi hijo Peter quién me lo contó todo. Fue mi nieto Jan Siegfried quién lo hizo.

— ¿Jan Siegfried?

Nuevamente extrañado, Gustav Dreymon se metió las manos a los bolsillos de los pantalones mientras observaba al señor Klaus Willemberg.

— ¡Vaya! Eso tampoco me lo esperaba.

— Debo decir que tampoco me lo esperaba, pero mi nieto siempre ha sido un chico impredecible y muy especial. Con un carácter un poco complicado, pero muy buen chico. Le he inculcado buenas cosas en la vida. No le correspondía a él contármelo, sin embargo lo hizo y por eso estoy aquí ahora. Para que sea usted mismo quién me cuente toda su historia. ¿Quién fue su madre? ¿Dónde estuvo durante tantos años? ¿Por qué decidió aparecerse así de repente?

— Me temo que son demasiadas preguntas, señor Willemberg.

— Y yo me temo que si no me las contesta ahora, no habrá otra ocasión para que lo haga porque mi trayecto en este mundo está llegando a su fin.

— ¡Por favor, no diga eso! Yo lo veo aún bastante entero y fuerte. Claro que si disponen de tiempo y es lo que desea, estoy dispuesto a contestarle todas sus preguntas.

— Me parece excelente.

Dispuesto a contar toda su historia. Al menos la qué lograba recordar junto a su madre, Gustav Dreymon invito al abuelo Klaus Willemberg a pasar hasta la sala dónde luego de ofrecerle asiento, le invito algo de beber antes iniciar un relato no muy afortunado hasta el día en el que fue adoptado por una familia rusa.

Afuera, en compañía de Copito de nieve, Jan Siegfried perdía sus pensamientos en la nada mientras aguardaba a su abuelo, hasta que el sonido de su teléfono móvil lo trajo de regreso.

— ¿Por dónde andas? —contestó—

Era su amigo Leroy.

— No te imaginas, amigo. Mis primeras vacaciones con mi hermosa Siena, se verán estropeadas por culpa de mi padre. Él desea que lo acompañe a Viena por unas cuestiones de negocio —comentó— Y eso no es nada. Hoy mismo debo presentarme delante del señor Meyer, y muy probablemente el mundo se me venga encima, Siegfried.

— Ya… no seas dramático y exagerado, Leroy. Todo estará bien con el padre de Siena. El hombre no tiene motivos para rechazarte, y desde luego nunca los tendrá si te portas como corresponde. En cuanto a tu viaje a Viena, manejabas tal posibilidad.

— La manejaba sí, pero no en plenas vacaciones. Tendré que estar unos días sin mi amada.

Al oír los dramas de su amigo, Jan Siegfried puso los ojos en blanco.

— ¿Terminaste ya de lamentarte o hay más?

— Mmm… creo que es todo. ¿Y tú dónde estás?

— Le conté a mi abuelo que tiene otro nieto.

— ¿Lo hiciste?

— Estoy frente a la casa de ese sujeto ahora y mi abuelo está dentro hablando con él.

— ¿Qué? ¿Siegfried, por qué hiciste eso?

— Porque sentí que debía hacerlo. ¿Y sabes qué? No me arrepiento.

— ¿No te arrepientes? ¿Estás seguro?

— Lo estoy.

— ¿Quién entiende tus acciones, hermano? Tú eres muy celoso por tu abuelo y ahora acabas de lanzarlo hacia otro nieto. Uno que no conoce. ¿Qué crees que suceda a partir de ahora?

— No tengo idea. Tal vez todo siga igual. Tal vez no, pero todo lo que me importa ahora es sentirme liviano y en paz conmigo mismo. Estoy tan cerca de ir en busca de mi ángel que nada más cabe en mis pensamientos que llegar limpio a su destino.

— ¿Limpio?

— ¿Siegfried? ¿Nieto, qué haces ahí arriba?

—irrumpió repentinamente la voz de su abuelo Klaus—



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En el texto hay: fantasia, angeles, promesas

Editado: 10.02.2022

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