Las Promesas Que Te Hice

PERFECTO ROMEO

— ¿Philipp, qué sucedió? ¿Por qué traes a Copito de nieve contigo? ¿Acaso le sucedió alguna cosa a mi princesa?

— Le explicaré, joven Juan. Todo fue por culpa de una de las primas engreídas que está viviendo en la mansión. Delante del señor Rudolf Neubauer, la señorita Rebecca acusó a la princesa Odette de haber bailado con usted en la fiesta de la noche anterior y que luego ambos desaparecieron del salón. 

Jan Siegfried había tomado a Copito de nieve entre sus brazos, oyendo atentamente las palabras del niño.

— Eso dejó muy molesto al señor Rudolf Neubauer —prosiguió— y con una voz que dio mucho miedo, le ordenó a la señorita Odette para qué lo acompañara hasta la sala. Ella muy asustada no quiso ir y entonces su padre la tomó de un brazo con intenciones de jalarla, pero Copito de nieve mordió al hombre en la mano. El señor quedó tan molesto que ordenó a uno de sus capataces para que arrebatara a Copito de nieve de los brazos de Odette y se lo llevara bien lejos de Goarhausen. Yo lo seguí y le dije que podría llevar al perrito a un lugar donde lo cuidarían muy bien. El capataz sólo aceptó porque sintió mucho pesar de haber hecho llorar a la princesa por obedecer esa orden de su jefe.

Con todo aquello que le había contado el niño, Jan Siegfried sintió a su corazón caer en el más profundo de los pozos de tan solo imaginar tanta tristeza de su princesa. 

Había hecho tanto para verla feliz y hacerla sonreír. Solo un demonio cómo Remeel sería capaz de tal cosa —pensó el joven Siegfried mientras abrazaba a su perrito— Él ya ni siquiera pensaba en Rudolf Neubauer como hombre y mucho menos como padre. El mal lo había consumido por completo y se había apoderado de todo el Valle de Katz.

Leroy Besson y la joven Siena quienes habían oído todo el relato del pequeño Philipp, quedaron muy acongojados.

— ¿Siegfried, a dónde vas? ¿Qué vas a hacer?

El joven entregó al perrito a Siena y presuroso se dispuso a abandonar la mansión Dreymon. Desde arriba, en el balcón interior lo observaba su hermano Gustav. El mayordomo abrió la puerta y anunciando la llegada de una persona, se paró ante Jan Siegfried quién estaba por salir.

— ¿Usted? ¿Dígame cómo puede permitirlo? Ya lo hizo una vez y no sirvió de nada.

Era Hada Neubauer, quién no bien ingresó, levantó la mirada en dirección a Gustav Dreymon, y luego la volvió a Jan Siegfried.

— Necesitamos hablar.

— No tengo tiempo para hablar. Cómo sea sacaré a Odette de aquella mansión y la llevaré conmigo lejos de este lugar —vociferó cruzando la puerta— 

— Odette no está en la mansión ahora.

Jan Siegfried se detuvo y volteó nuevamente hacia Hada Neubauer.

— ¿Qué hizo con ella? ¿A dónde se la llevó ese demonio?

— Odette está en sus clases de actuación ahora. Acompáñame por favor que tenemos que hablar —pidió entre susurros acercándose al joven—

Jan Siegfried se dirigió entonces hasta el despacho de aquella mansión, y la mujer lo siguió para que pudieran conversar.

— Jan Siegfried, no cedas a las intenciones de Rudolf de hacer que pierdas la cabeza y que todo lo bueno que has logrado se derrumbe. Él sabe muy bien que si eso sucede tú no podrás llevarte a Odette de este lugar. Tú no eres como él y lo has demostrado. Has ganado tu recompensa y posees la protección de los tronos. 

— ¿Qué debo hacer entonces? ¿Quedarme de brazos cruzados? ¿Usted tampoco hará nada?

— Tú no tienes que hacer nada más que estar a su lado. Soy yo quién debo hacer todo lo que no he hecho antes por mi hija y no me quedaré de brazos cruzados como dices. A Rudolf y ya lo he perdido para siempre. Nada más puedo hacer para salvar su alma. 

— ¿Entonces?

— Entonces necesito que no intentes siquiera acercarte a la mansión de Katz. Él aún no sabe que estás aquí, pero comienza a sospechar, a sentir que aparecerás pronto, por eso incluso está pensando en comprometer a Odette con un joven. Un extraño que vendrá a la ciudad para conocerla. Nada debía ser de este modo exactamente. No es lo que hubiese deseado la señora Delphine, pero su hijo le mintió en su lecho de muerte. Faltará a las promesas que le hizo y no permitirá que tú te acerques a Odette, por lo tanto tendrás que llevártela antes de lo previsto Jan Siegfried. Mi hija y yo estaremos protegidas en la mansión. El ambiente allí está cargado de males, sin embargo estaremos bien. El dije de San Rafael nos mantendrá protegidas de la ira de Rudolf. Tú podrás ver a Odette en sus clases de actuación, pero no la busques en la mansión. No lo hagas. Haz ese esfuerzo por mi hija. Si yo enfrento a su padre y recibo mi penitencia, y si tú fallas también, mi pequeña se quedará sola, Siegfried. Prométeme que seguirás como hasta ahora. —pidió Hada con la profundidad de una tristeza y desesperación qué se proyectaba través de su mirada—

— Lo haré solo si usted me promete que nadie le hará ningún daño dentro de aquella mansión. Yo seguiré como hasta ahora porque nada me importa más en este mundo que hacer feliz  a Odette, siempre.

— Únicamente sobre mí cadáver volverán a dañar a mi hermoso ángel —dijo Hada Neubauer tomando las manos del joven—  Ahora ve a Werlau de inmediato que ha de estar por salir de sus clases. Quedó muy triste con toda esta situación por sobre todo por el perrito, pero ya veo que tú lo tienes, y se pondrá muy feliz en cuanto lo vea.

— Mmm… Gracias al hijo de la mujer que trabaja en la mansión, Copito no fue a parar quién sabe a dónde. Lo llevaré conmigo a Werlau.

— Hazlo… Yo debo volver a mi trabajo. Llamaré al chofer para decirle que si mi hija desea quedarse un poco más, lo espere allí.

El joven asentó y Hada Neubauer se marchó finalmente.

Antes de ir rumbo a Werlau, Jan Siegfried agradeció al pequeño Philipp por haber rescatado a Copito de nieve y por habérsele ocurrido traerlo a la mansión Dreymon.

— Prometo recompensarte por ser un niño tan inteligente, Philipp. Ahora ve a tu casa y no hables con nadie sobre esto. ¿Puedo contar contigo?



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En el texto hay: fantasia, angeles, promesas

Editado: 10.02.2022

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