Me levanto temprano, y para mí temprano son las 10 de la mañana, ¿Qué?, para mí eso es muy temprano, hago mis necesidades, y voy a la sala donde están Queen y papá teniendo una charla un poco acalorada.
—Diría buenos días, pero Uds ya se están matando y ni siquiera son las 12 del día, ¿Ahora que sucede?—, pregunto mientras tomo jugo de naranja.
—A Adbias se le ocurrió la magnífica idea de querer a un instituto, con chicos sin discapacidades.
Escupí el jugo apenas mi padre me dijo eso.
—Y le dije que no, pero Queen dice que sí—, finalizó mi padre mirando con rabia a la aludida.
—No le encuentro el problema Jonás, él no estaría solo, iría con Eli y Nahum—, argumentó Queen.
—Pero igual, estarían separados durante las clases, lo van a humillar.
—Tarde o temprano él va a querer hacer su vida, no siempre podemos tenerlo encerrado, y va a tener que enfrentarse al mundo, te guste o no—, le contestó Queen que dramáticamente salió del lugar.
Yo mientras tanto disfrutaba de ese agarre de mechas, no todos los días esos dos peleaban, pero cuando lo hacían era un show.
—¿Tú que opinas, Kei?
—Prefiero no opinar por ahora, quiero pensar los pro y los contra de mandar a los chicos a un instituto, cuando podemos contratar tutores.
—Yo no sé porque Queen no entiende.
Yo sólo solté un suspiro.
—Déjala papi, tiene su punto de vista, yo me voy a alistar, Lucifer me pidió que nos reuniremos en su oficina, al medio día.
—Está bien, que Dios te acompañé—, me dijo para luego besar mi frente.
—Igualmente papá—, le contesté.
Me dirigí a mi habitación para alistarme, la mayoría de las mujeres se tardan en arreglarse y yo no era la excepción, nunca me permitía salir a la calle si no estaba perfecta, eso era imperdonable para mi, luego de estar conforme con mi apariencia, me dirigí a las habitación de juegos donde seguro estarían ellos, y efectivamente así era.
Eli pintaba con sus audífonos puestos, Nahum armaba algo con sus bloques, y Adbias oía seguro un audio libro, me acerqué a ellos y les di un beso en la mejilla.
—¿Papá te contó?—, me preguntó Adbias.
—Sí Adbias, sólo déjame pensarlo, ¿De acuerdo?
Mi hermano arrugó el rostro en señal de desacuerdo pero no dijo nada.
—Te amo bias.
—Yo también kei.
Con un último adiós salí del lugar, me despedí de Queen cuando pasé por su cuarto y salí de mi hogar.
Me dirigí al estacionamiento en donde estaba mi bebé, el amor de mis amores, mi carro.
—Hola chiquito, ¿Cómo has estado corazoncito de mamá?— cualquiera creería que estaba loca, y seguro así era, pero mi Ford fiesta gris era mi bien preciado luego de mi Penthouse, me costó mucho trabajo conseguirlo, por eso lo trataba con amor y cuidado.
Me monté en el y coloqué mis preciadas rolitas de Adele, mi cantante favorita, llegué al edificio me bajé del carro y le di las llaves a Tulio el delivery.
—¿Cómo te trata la vida, viejo amigo?
—Bien, pero no tan bien como a ti Keinell querida.
—Ya sabes que hacer con mi pequeño bebé, Tulio.
—¿Le hecho una revisada señorita?
—Si por favor.
Y con una sonrisa me despedí del hombre, me caía bien, era amable conmigo y no me tachaba de loca al ver como trataba a mi carro, incluso, siempre lo revisaba, ya que era mecánico, y a mí siempre se me daba flojera de ir al taller, siempre y cuando no fuera necesario, pero creo que me volví a desviar del tema, entre al edificio, todo estaba decorado con blanco y negro de una manera elegante y sostificada, llegué a la recepción y me dieron un pase, caminé al ascensor y oprimi el botón del último piso, que era donde se ubicaba la oficina del jefe.
La tentación de Lucifer, era una empresa que se dividía en dos, una parte era una agencia de modelos y la otra de ropa interior, las chicas que modelaban la ropa interior debían haber trabajado mínimo 4 años en la agencia, se harían audiciones y Lucifer elegiría quien trabajaría con él, ese es el proceso habitual, pero yo no hice eso, es decir, entré a trabajar directo modelando para él y por eso más de una chica no me tiene mucho aprecio, no es que me odien, sólo si algún día me ven incendiando, echarían más gasolina y leña, y asarian unos cuantos malvadiscos mientras yo me quemo, ¿Muy lindas mis compañeras, cierto?, Uds se preguntarán como fue que llegué a donde estoy sin estar abajo, bueno, es muy larga la historia.
Llegué al piso donde tenía que ir, y caminé hasta la oficina del jefe, saludé a la secretaria del jefe.
—Clemencia ¿Cómo estás?
—Keinell hola, estoy bien, pasa, el jefe está esperando y anda de mal humor.
—Está bien, hablamos en un rato.
Toqué la puerta de la oficina recibiendo como respuesta un tosco pase.
Entré y ahí estaba, mi lindo jefe, porque sí, es muy lindo, alto, con tez bronceada y barba, sus ojos eran marrones era estricto con las chicas pero a la vez era amable, lástima que era homosexual, bueno, volviendo al presente, él estaba con el ceño fruncido revisando unos papeles.
—Si sigues arrugando el ceño, envejecerás Lucían.