Había corrido más de lo que jamás había recorrido en su vida.
Orne se sentía agotada, sus piernas ya estaban fallándole y su respiración era un desastre, además el frío del invierno no ayudaba… pero tenía que llegar, debía ver a Sarah.
Tenía que decirle que lo sentía por haberse ido así, tan de repente. Por haberse ido sin luchar, por haberse ido cuando la única persona que la había cuidado y mostrado cariño, era Sarah.
Orne seguía corriendo apenas, pero tras dar los últimos pasos que su cuerpo fue capaz de dar, se dio cuenta de que estaba en las ruinas.
Se dejó caer de rodillas y sintió pesados los párpados , estuvo a punto de desmayarse justo allí, cuando escuchó una voz que de inmediato le sonó familiar… Sarah.
Era Sarah.
—¡Orne!— gritó la mujer antes mencionada.
— Sarah…—susurró Orne con una débil sonrisa en su cansado rostro.
Orne sentía que habían pasado años desde que se había alejado de Sarah, y sólo habían pasado dos días, pero la quería…
En el momento en que se dio cuenta de aquello, decidió que no le importaba lo que los demás pudieran decirle, Sarah era su madre.
Era su familia, y el hogar al que siempre volvería sin importar qué.
Y con esos pensamientos tan preciados se dejó absorber por el agotamiento que sentía.
Sarah, con todas las fuerzas que logró reunir, llevó a Orne a su casa.
No quiso despertarla, sabía que de seguro había tenido que caminar mucho para llegar hasta allí. Aunque algo llamó su atención, un pequeño rasguño en la pierna derecha de Orne, al principio pensó que no era nada grave, pero al ver que la herida era de una profundidad respetable y que ciertos puntos alrededor se encontraban llenos de extrañas manchas, se dio cuenta inmediatamente de que era posible que se hubiera cortado con una planta venenosa. Así que, le desinfectó la herida y le aplicó unos remedios caseros que había preparado en el pasado para este tipo de situaciones.
Entonces se escuchó que tocaron a la puerta.
Sarah, creyó que se trataría de Clement pero no fue así…
Era la criatura que se sacudió fuertemente hasta dejar ver a una joven pelirroja muy desaliñada.
La joven sonrió al ver a Sarah y Sarah no pudo hacer otra cosa que no fuera mirarla con detenimiento y tratar— en vano — esconder a Orne.
La criatura, que ahora lucía como una chica común y corriente se acercó y le dijo a Sarah con un tono que prometía muchas cosas, pero ninguna de ellas era buena.
— Hola, hermanita.
Editado: 06.02.2021