El destino suele jugarnos trampas,
y nuestro corazón suele ser el más herido.
Autor: Anónimo
No hay nada comparado que despertar y encontrar al amor de tu vida a tu lado. Contemplar su piel, sus ojos cerrados, su cabello sobre su rostro, escuchar cómo respira ante la calma de la mañana. Los rayos del sol traspasando la ventana y calentando la habitación.
Me encontraba en la habitación de Santiago, había pasado la noche con él. Miraba el anillo puesto en el dedo anular de mi mano izquierda, de color dorado con un gran diamante. Pensaba en todo lo sucedido con Santiago, la manera en que nos conocimos; en un lago mientras veíamos como nuestros novios tenian sexo, terminamos teniendo sexo él y yo por despecho. Santiago se fue de mi vida y yo quedé embarazada de mi adorados mellizos.
Más de diez años después nos reencontramos, los dos con vidas distintas; pero el destino se encaprichó que estuviéramos juntos.
Habían pasado dos semanas desde su propuesta de matrimonio; dos semanas que dije “Si acepto”, pero había sido una respuesta titubeante. Aún existían muchas cosas que no habíamos aclarado.
Una de ellas; aún no se atrevía a contarme sobre su problema de impotencia masculina, aquella originada por el accidente ocasionado por su loca exnovia, Yaritza. supuestamente padecía una impotencia; pero conmigo era todo lo contrario. Para mi él estaba muy sano.
El problema era que él aún no había tenido el valor de decírmelo; quería escucharlo, que tuviera la confianza de contarme lo que sentía, que me considerara como su apoyo.
El día de la muerte de Brian; Yami me contó la verdad sobre su problema, pero de allí él nunca lo habló conmigo. Se suponía que sería su esposa, debía saber esas cosas ¿O no?. Quería darle su espacio y que él solo viniera hacia mí y me lo contara, pero ya me esta llegando a desesperar esta situación.
Además después de la Muerte de Brian, él nunca se consoló en mi, lo hacía solo en su apartamento; eso lo noté porque cuando lo veía al día siguiente se le notaba el desvelo. Él también había sufrido por su muerte; pero nunca lo demostró delante de mí.
— Buenos días mi amor — Su voz ronca se hizo presente, al igual que su rostro adormilado. Me acomodé y le dí un beso en la mejilla.
— Buenos días, mi amor ¿Qué tal tu noche?
— Ese tipo de preguntas no se hacen. Sabes muy bien, que durmiendo a tu lado es como dormir en el cielo.
— Eres un mentiroso, porque lo que menos hacemos por la noche es dormir. — Sonrió y depositó un beso en mi labios; el cual poco a poco fue mas apasionado. Me encantaban sus besos, sobre todo al despertar; pero en estos momentos tenía otros pensamientos en mente. — Santiago, ya. Necesitamos hablar
— ¿Quién quiere hablar? cuando ambos estamos desnudos en la cama. — Sus besos no paraban en mi boca, en mi cuello y bajando por cada centímetro de mi piel
— ¡Santiago! — Quise detenerlo, pero era demasiado tarde, estaba envuelta en placer nuevamente, era imposible negarme al éxtasis que me proporcionaban sus caricias. Mis súplicas parecían gemidos. Minutos después ambos ya estábamos disfrutando del sexo mañanero.
Un ahora después ambos nos estábamos bañando, todo el tiempo estaba intranquila, quería enfrentarlo y preguntarle sobre su problema pero no me atrevía. Terminamos de cambiarnos y antes de salir de la habitación tomé el valor.
— El día que Brian murió… — Inicié nerviosa, no solo por lo que iba a preguntarle, sino por recordar la muerte de Brian — Yami llegó al apartamento y me contó algo sobre tí — Pasó su mano sobre su nuca, significaba que esto también lo ponía nervioso — Me gustaría que fueras tú quien me expli…. — El sonido de su móvil interrumpió nuestra conversación. Él contestó y se movió hacia la ventana de la habitación. Los minutos pasaron y él no paraba de hablar. Pero tenía el presentimiento que lo hacía a propósito para no querer hablar conmigo.
Bufé y bajé a la cocina y preparé algo mientras él decídia bajar y acompañarme. Media hora después llegó a la cocina y empezó a contarme sobre la empresa y la nueva sede que instalarán en el país. Parecía tan contento contándome cada uno de los logros de Jackson Company que no quise interrumpirlo.
Además me comentó que tendría que ir a una reunión — Deberías acompañarme a la reunión! — propuso
— ¡Para nada! La reunión de negocios no va conmigo, además estoy segura que tu padre estará allí y tengo el presentimiento que no soy de su agrado.
— No pienses de esa manera, mi padre que quiere, a su manera; pero te quiere.
— No quieras engañarme, si fuera por él; solo aceptaría a mis hijos.
— Eso no es cierto, todos en mi familia te aprecian, incluyendo a Elliot y Annete.
— Todos menos tu padre y no insistas porque sé que es así. — Sentencié. Era obvio, que para nada le agradaba y tampoco iba hacer algo para caerle bien. No iba a convertirme en hipócrita para que me aceptara, me conformaba con que amara a mis hijos.
— Esta bien, cómo digas ya no diré ni una sola palabra de mi padre.
Llegamos a la casa y me despedí con un beso, no quise insistir con el tema de su problema; esperaba que pronto fuera él quien tomara la iniciativa y tuviera la suficiente confianza de contarmelo. Bajé del auto y caminé hacia la puerta principal. Estaba a punto de entrar a la casa cuando escuché gritos desde el jardín. Omití la entrada principal y recorrí la casa hasta llegar al jardín. Mi sorpresa fue encontrar a Yami y Paty en el suelo peleando, mientras que mi hermano trataba de separarlas; pero era imposible. Ambas estaban como fieras y conocí el motivo de su pelea ¡Michael Bellemore!
— ¿Pero qué está pasando aquí? — Corrí hacia ellas y traté de ayudar a mi hermano a separarlas, pero era imposible. — ¡Michael! tienes más fuerza que ellas ¡Haz algo!
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Editado: 17.01.2021