Count on me- Bruno Mars
Amistad
[16]
ERNESTO
Faltan solo unas horas para que termine el turno, ha sido un día bastante ajetreado o como me gusta llamarlo: Un caos controlado, pero por fortuna todos como equipo hemos logrado sacar adelante a los pacientes.
En este momento es la hora del almuerzo y estamos todos sentados en la mesa: Natalie, Mariagrazia, Nina, Arizona, Ethan, Connor, April, Alex Kelie y yo. Charlamos de cosas sin sentido en un intento por aliviar el estrés acumulado de todo el día.
Chicos — Golpeo mis manos sobre la mesa para llamar su atención.
Recuerden que hoy a las 20:00 horas hay una cena en mi casa. Están todos invitados, no pueden faltar. Nuestras familias vinieron desde Italia y quieren conocerlos.
—Me parece bien —replica Kelie. Creo que ya nos hace falta distraernos después de tanto estrés.
—Llegaremos antes para ayudarte con la cena —dicen Mariagrazia y Nina. Si no, nuestros papás se enfadarán —ríen.
—Debo llamar a la niñera para que se quede con Owen —dice Nat— Pero ahí estaré.
Yo tal vez llegue un poco tarde
—dice Arizona— Mi papa quiere hablar conmigo.
—¿Tu papa? —pregunto extrañado— ¿Que no estaban distanciados?
—Así es —responde la rubia— pero hoy me llamo para decirme que tenía que hablar conmigo.
—Suerte con eso Ari —le doy una sonrisa.
—¿Puedes hacer esos rollitos de masa otra vez? ¿Cómo era que se llamaban? ¿Espíteles? ¿Spugtelles?
—¿Sfogliatelle? —Pregunto con una sonrisa.
—Si, si esos —sus ojos se iluminan y sonríe tanto que un pequeño hoyuelo se marca en su mejilla izquierda.
—Está bien, los hare para ti —le guiño un ojo.
Luego de terminar el almuerzo y ultimar detalles para la cena, es momento de irme porque mi aparato está sonando y en la pantalla solo dice ''código rojo'' lo cual significa que viene un paciente en estado crítico.
Natalie, Arizona y yo vamos caminando a paso rápido hacia la zona de ambulancias, esperamos un par de minutos hasta que se escucha el característico sonido de las sirenas.
Inmediatamente después un paramédico se baja apresurado de la ambulancia.
—Scott Aldrish, 19 años, intento de suicidio
¡Vaya! Este será un largo día
Por fin después de terminar de atender a Scott, el que era mi último paciente, puedo irme a casa, al chico lo transfirieron al ala psiquiátrica del hospital para tratarlo y mantenerlo en observación porque cuando vimos su historial médico resulto que no era la primera vez que intentaba quitarse la vida.
Me dirijo hacia la recepción del hospital para tomar el ascensor. Presiono el botón y espero que llegue.
Distraídamente miro el rejo que llevo en mi muñeca, esta marca las 5:34 pm. Estoy con algo de tiempo de sobra para ayudarles a mis padres con la cena y alcanzar a prepararme antes de que todos lleguen.
El característico pitido me saca de mis pensamientos, me meto dentro de la caja metálica y presiono otro botón. Luego el elevador comienza su descenso.
Después de algún tiempo por fin salgo, llego hasta mi auto y después de encender el estéreo en una estación aleatoria empiezo a conducir hacia mi destino.
Posteriormente de un viaje relativamente corto por fin llego a mi casa, apago el motor, pero me quedo unos minutos más disfrutando de la canción que suena en una de las emisoras.
Luego de mi pequeño momento musical, entro a mi apartamento y soy recibido por un torbellino llamado Leonora Ginoble
—mi madre.
—Hola cariño —me da dos besos en las mejillas. ¿Cómo te fue en el trabajo? ¿Estás cansado? ¿Quieres ayudarme con la cena?
Hago un gesto con la mano, pidiéndole que se detenga.
—El trabajo está bien —enumero con los dedos. Solo estoy algo cansado, deja que me cambie y te ayudare con la cena, yo hare el postre es un pedido de Arizona.
—¿La rubia? —pregunta con una sonrisa pícara— ¿Te gusta? ¿Verdad?
—No mamá —suelto una risa— es mi mejor amiga y aunque así fuera no podría ser porque le gustan las mujeres. A mí la que me interesa es otra mujer.
Mi mamá suelta una pequeña risa.
—¿Por qué no vas a ayudar a papa y a Gianluca? Además, creo que Carina —mi amiga de la infancia quien también está aquí— también necesita ayuda. Yo voy a darme una ducha y regreso.
Aun riéndome por las ocurrencias de mi madre, me encamino hacia el baño, con rapidez me desvisto, abro el grifo y dejo que el agua me moje y ayude a relajar mis músculos tensionados.
Luego de la ducha más rápida que he tenido en mi vida, me visto con una camisa color azul, unos jeans rasgados de la misma tonalidad y unos zapatos color café. Me afeito, me roció un poco de loción y estoy listo.
Bajo las escaleras hacia la cocina y después de ponerme un delantal comienzo a preparar la masa para los sfogliatelles, se demora media hora en hornearse por lo que calculo que sí estarán listos. Además, quiero hacer una ración extra para dárselas a Arizona como regalo.
Mientras yo hago el postre, mi mama está terminando de hacer la salsa para la pasta, mi papa está cocinando una carne a la parrilla ayudado por Gianluca, Nina y Mariagrazia preparan risotto de mariscos y Piero, Ignazio y Francesco se encargan de la ensalada.
En esta cocina no cabe ni un alma más, esto me trae muy buenos recuerdos de mi niñez cuando cocinábamos todos juntos los domingos.
Transcurrida una hora todo está listo, mi abuelo y yo hemos puesto la mesa y trajimos todos los platillos que preparamos. Esto parece una cena para un ejército completo, pero así es como es una cena tradicional italiana. Porque a los italianos nos encanta comer.
El timbre suena sobresaltándome un poco, voy hacia la puerta y en el umbral esta Natalie vistiendo un vestido azul que le queda fantástico ya que realza todas sus curvas.