El compromiso entre Ricardo y Miranda fue el inicio de un capítulo lleno de esperanza y alegría. Planearon un viaje para celebrar su amor, una escapada en automóvil que les prometía descubrir nuevos horizontes juntos.
Los días transcurrían entre risas y anticipación mientras preparaban su viaje. Empacaron recuerdos y sueños en el maletero del auto, anhelando la aventura que les esperaba.
La carretera se extendía ante ellos, pintada por los destellos dorados del sol poniente. Los dos, con la emoción burbujeando en sus corazones, compartían anécdotas y planes para el futuro mientras el paisaje cambiaba a su alrededor.
Sin embargo, el destino tenía preparado un giro inesperado. En un instante fugaz, un accidente transformó la felicidad en desesperación. El auto se desvió, y todo se volvió un torbellino de ruido y confusión.
Los días que siguieron se tornaron en una nebulosa de dolor y angustia. Ricardo y Miranda fueron llevados de urgencia al hospital, sumidos en un profundo coma por las heridas sufridas en el accidente.
Sus seres queridos, entre lágrimas y súplicas al cielo, se aferraban a la esperanza mientras los médicos luchaban por sus vidas. La incertidumbre pesaba en el aire, mientras familiares y amigos aguardaban noticias que pudieran aliviar la angustia que carcomía sus almas.
Las semanas se transformaron en un constante ciclo de espera y desesperación. El tiempo se detuvo en el hospital, donde las vidas de Ricardo y Miranda pendían de un hilo, y los corazones de sus seres queridos se aferraban a un atisbo de esperanza.