Alexei
La luz del amanecer apenas empezaba a tocar el horizonte cuando me levanté de la cama, decidido a despejar mi mente con mi rutina matutina. Los sueños de la noche anterior aún pesaban en mi mente, el recuerdo del beso con Camil era tan vívido que podía casi sentir el calor en mis labios. Necesitaba dejar de pensar en ella, al menos por un rato.
Me cambié rápidamente, poniéndome una camiseta gris y pantalones cortos negros, y salí a correr. El aire fresco de la mañana me golpeó, revitalizando mis sentidos mientras tomaba velocidad, dejando atrás el penthouse y dirigiéndome al parque cercano. Cada paso, cada respiración, me ayudaban a poner en orden mis pensamientos, disipando, aunque fuera por un momento, la imagen de Camil.
El camino del parque me condujo al muelle, un lugar donde la paz y la tranquilidad eran casi palpables a esa hora. Los primeros rayos del sol empezaban a reflejarse en el agua, creando un espectáculo de luces y sombras. Mi ritmo disminuyó, permitiéndome disfrutar del paisaje por un momento.
Fue entonces cuando la vi.
Camil estaba de pie al borde del muelle, su figura delineada contra el amanecer. Llevaba ropa de ejercicio, unos pantalones ajustados que marcaban sus curvas y una camiseta ligera que se movía con la brisa. Su cabello, recogido en una coleta alta, capturaba los destellos de la luz matutina, dándole un aire casi etéreo. Parecía absorta en sus pensamientos, observando el horizonte con una expresión de tranquilidad.
Mi corazón dio un vuelco, una reacción instintiva y molesta. Estaba a punto de acercarme, de tal vez intercambiar un par de palabras con ella, cuando Camil se giró y comenzó a alejarse. Sus pasos eran ligeros, casi como si flotara sobre el muelle. Me quedé observando cómo se marchaba, luchando contra el impulso de llamarla y pedirle que se quedara un poco más.
"Fénix," pensé, con una mezcla de fascinación y frustración. Era como si la visión de ella se hubiera incrustado en mi mente, inamovible, quemando lentamente cualquier pensamiento que no la incluyera.
Decidí no seguirla, no en ese momento. En su lugar, retomé mi carrera, dirigiéndome de nuevo al penthouse. Necesitaba claridad, y estar cerca de Camil no me la iba a proporcionar.
Una vez en casa, me dirigí al baño, dejando que el agua fría de la ducha enfriara mi piel y mi mente. Luego de vestirme con ropa cómoda, me dirigí a la cocina. Me preparé un café fuerte, saboreando la amargura que parecía encajar con mi humor.
Mientras bebía, recordé que había quedado en desayunar con Irina. La noche anterior había sido un recordatorio de mi vida antes de que Camil empezara a invadir mis pensamientos. Irina era todo lo que una relación estable y conveniente debía ser: atractiva, inteligente, y, lo más importante, no representaba ningún tipo de amenaza emocional para mí.
Sin embargo, al pensar en verla, no sentí la habitual anticipación. Mis pensamientos estaban en otro lugar, o mejor dicho, en otra persona. Tomé una última bocanada de café y miré mi reflejo en la ventana. Era tiempo de volver al control. Irina no tenía la culpa de mi confusión, y yo necesitaba recordarme por qué había elegido este camino en primer lugar.
"Recuerda quién eres, Alexei," me dije a mí mismo, en un murmullo bajo. Con esa determinación, me preparé para el desayuno con Irina, aunque una parte de mí sabía que, no importa cuánto intentara ignorarlo, el fuego de Camil seguía ardiendo en mi interior.
Desayunar con Irina siempre había sido una rutina cómoda. Nos sentábamos en la mesa del comedor del penthouse, la luz matutina filtrándose a través de las cortinas de lino. Irina se veía perfecta, como siempre, con su cabello rubio peinado en suaves ondas y un vestido ceñido que resaltaba su figura esbelta. Me sonrió al servirme una taza de café.
—Pareces distraído, Alexei. ¿Algo te preocupa? —me preguntó, rompiendo el silencio con su voz melodiosa.
Tomé un sorbo de café, dejando que el amargor calmara mis pensamientos. No quería hablar de lo que realmente me estaba afectando. Irina era parte de mi vida porque encajaba perfectamente en ella, sin complicaciones, sin emociones desbordadas. Pero mi mente estaba en otro lugar, en otra persona.
—Todo está bien, Irina —dije, intentando sonar convincente. Mantuve mi voz firme y mi mirada fija en el plato de frutas frente a mí.
Ella no compró mi respuesta. Me estudió con sus ojos verdes, afilados y penetrantes. Conocía a Irina lo suficiente para saber que no se daría por vencida tan fácilmente.
—Alexei, sabes que puedes confiar en mí. No tienes que fingir. Puedo notar que algo te tiene inquieto. Por favor, sé sincero conmigo. —Su tono cambió a uno más suave, una mezcla de preocupación genuina y curiosidad.
Suspiré, sabiendo que no tendría sentido mantener el silencio por más tiempo. No podía contarle todo, pero quizás podría darle una parte de la verdad. Una que no revelara demasiado.
—Es solo trabajo —empecé, eligiendo mis palabras con cuidado—. La nueva asociación con Vega Holdings ha traído algunos retos. Su hija, Camil, está trabajando en un proyecto conmigo. Es... intensa.
Los ojos de Irina se estrecharon ligeramente al escuchar el nombre de Camil. Era una reacción casi imperceptible, pero no pasó desapercibida para mí. Las mujeres como Irina siempre captan los pequeños detalles.
#1745 en Novela romántica
#627 en Chick lit
romancecontemporaneo, relaciones personales, poder control celos
Editado: 15.12.2024