Lazos kármicos
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El diputado Zhang Peng manejaba su lujoso automóvil por una zona privilegiada en la ciudad de Pekín. Con el entrecejo fruncido observó desde el retrovisor a Xuan, su sobrino de 17 años, un muchacho alto, de cabellera larga e hirsuta levantada por su frente con una pañoleta que cubría ligeramente un fuerte golpe en su frente. Gruñó en lo bajo, había prometido a su madrastra que ayudaría al muchacho, pero dudaba seriamente que hubiera algo que hacer por esa oveja descarriada.
Xuan era hijo de su hermanastro, Zhang Kefan, un viudo que descuidó por completo a su hijo después de la muerte de su mujer. El chico tenía 12 años cuando su madre murió y ante el abandono de su padre, comenzó en malos pasos, uniéndose a una pandilla de maleantes. Era muy inteligente, de eso nadie tenía duda, de hecho, era siempre el primero de su clase, pero si obtenía buenas calificaciones no era por convicción, sino porque a los 14 un profesor lo humilló delante de todos sus compañeros diciendo que Xuan no sería capaz de terminar la escuela. Desde ese día, Xuan puso más atención a sus estudios, pero sólo para burlarse de aquel profesor cada que resultaba con el mejor promedio de todo el colegio. Y ese promedio le valía para permanecer en clases, ya que su comportamiento dejaba mucho qué desear; peleaba con todo mundo, se metía en problemas, respondía mal a los profesores e incluso fue sorprendido metiendo alcohol a la escuela. Siempre se había librado de las consecuencias, pero esta vez había ido demasiado lejos, su pandilla estuvo involucrada en el robo a una tienda en donde un joven resultó herido y Xuan estaba a nada de ir a parar a la correccional.
Tanto el padre de Xuan como su abuela recurrieron a Peng para que usara sus fuertes influencias para liberarlo. Peng amaba a su madrastra como si fuera su propia madre y no se pudo negar, pero creía que era tiempo perdido, estaba convencido de que el muchacho tarde o temprano terminaría preso y lo odiaba, pero no por lo que hacía, sino por temor a que sus actos repercutieran en su carrera política.
Entre las personas que lo ayudaron a liberar a su sobrino estaba Dong Jia Ze, quien recientemente tomaba parte en el senado y quien fuera embajador de China en México. Él fue quien usó sus influencias entre los ministros de justicia para dar otra oportunidad al adolescente, pero bajo dos condiciones: la primera era que tendría que mudarse a un departamento propiedad del embajador y la segunda, él tendría que compartirlo con una joven latina, aparentemente, proveniente de una familia adinerada y todo bajo la advertencia de que, si volvía a meterse en problemas, ya no habría nada ni nadie que lo salvara.
Llegaron hasta un edificio algo lujoso en el centro de la ciudad a un lado del río Nanhe, en donde los esperaba el embajador quien los saludó y los invitó a pasar. El departamento estaba en el 5to piso, un lugar pequeño de sólo dos recámaras en un estilo minimalista y con acabados de lujo.
Arriba esperaba una jovencita de tez clara, mejillas sonrosadas, grandes ojos almendrados color oliva y larga cabellera castaña clara. Xuan la consideró demasiado bonita, como una muñeca de porcelana, pero frunció la nariz al ver el gesto en ella, era el de alguien que odiaba todo a su alrededor, por lo que pensó que seguramente sería una niñita mimada que sentía que todo lo merece.
―Milagros, él es Zheng Xuan, será tu room-mate, él estudia en la misma escuela a la que tú ingresarás ―el embajador se puso detrás de ella poniendo sus manos en sus hombros―, es nueva en China así que necesitará mucha ayuda. ―La joven dedicó una fugaz mirada a Xuan.
―Gusto conocerte ―lo dijo como alguien que sólo finge amabilidad, algo que no gustó nada a Xuan. Ella desvió en seguida la mirada con un gesto de asco.
―Tenemos asuntos qué atender ―dijo su tío Peng―, así que…
―¿Mi padre no vendrá? ―preguntó Xuan.
―Tu padre está ocupado. Ven, acompáñame a mi auto para que bajes tu última maleta.
Xuan siguió a su tío y al embajador, mientras iban en el elevador, el embajador se dirigió a Xuan.
―Muchacho, se te dio una oportunidad de reivindicarte, no la desaproveches. Esta niña, Milagros, es muy importante para mí, por favor, protégela mucho.
Xuan apenas asintió, pensó que lo mejor era no meterse en más problemas, pero realmente no tenía intención de ser la niñera de una chiquilla malcriada.
Bajando, el embajador le entregó una copia de las llaves de entrada y se retiró. Xuan se acercó al automóvil de su tío para bajar su maleta, pero él lo jaló del brazo violentamente y con un gesto de ira, le habló.
―Prometí a mi madre que te ayudaría con esta oportunidad, pero será la última. Estás por cumplir la mayoría de edad, muchacho. De una vez te advierto que, si tu comportamiento me cuesta una oportunidad, haré que te refundan en prisión para siempre.
Xuan no dijo nada, con un gesto de rabia tomó su maleta y entró de nuevo al edificio. En el departamento, Milagros estaba sentada en el piso, sacando algunos libros de una caja y observándolos aburrida. Él fue a revisar las recámaras. Una estaba en la esquina del edificio, era pequeña pero muy iluminada, tenía una ventana enorme con vistas al río. Al entrar a la otra recámara se dio cuenta de que esa era la principal, era un poco más grande, tenía un armario y una ventana que daba a la calle.