Lazos Oscuros [libro 1]

21.- Los Sanderson

RAINER 💥

Decir que estoy nervioso es poco, estoy aterrado, endemoniadamente aterrado. No sé si eran los constantes susurros en mi cabeza o el simple hecho de que mis padres son de caracteres bastante especiales (aunque mi madre adoro a Amelie en su breve encuentro), pero el saber que la chica de ojos azul verdoso va a compartir una cena con nosotros me tiene con los nervios de punta.

Ella se veía completamente hermosa con ese vestido de manga larga granate y botines negros, con el cabello cayéndole en hermosas ondas castañas. Su mano apretaba la mía mientras caminábamos por las calles de Golden Valley.

—Estas muy callado— comentó ella sin mirarme.

—Me estoy imaginando todos los posibles escenarios que pueden pasar en la cena— me encogí de hombros.

Amelie se detuvo, tiró de mi mano para acercarme a ella.

—Relájate, chico guapo— me sonrió tiernamente —. Todo saldrá bien, recuerda que soy encantadora.

—Tal vez demasiado encantadora— pegue mi frente a la suya con una sonrisa —, pero los nervios me comen por dentro.

—No me quiero imaginar cómo estarías si fuera a mis padres a los que vas a conocer— dice y volvemos a caminar.

¡Carajo!, ni siquiera había pensado en eso. Sin duda cuando conozca oficialmente a los Fields estaré que me lleve el infierno.

Al llegar al vecindario de mis padres, las miradas de los curiosos eran más que obvias, pero sentí una gran satisfacción al ver a algunos de los chicos populares y arrogantes de Golden High estaban estupefactos al verme de la mano con Amelie.

Tomen eso, idiotas.

No todas las chicas bonitas escogen a los imbéciles.

Al llegar frente a la casa toque el timbre.

—Llegaron justo a tiempo, la cena esta casi lista— dijo mi madre al vernos, entramos en la casa —. Es un placer volver a verte, linda.

—Lo mismo digo, señora Sanderson— la dulzura en la voz de Amelie me hizo inclinar la cabeza.

—Puedes llamarme María, señora Sanderson es demasiado formal— mi madre le ofreció una sonrisa.

Tome la mano de la castaña y la guía hasta el cuarto de estar. Mi padre estaba sentado en uno de los sillones mientras leía el periódico. Un clásico para hacerse el interesante, o como le diría mamá, clásico de un Sanderson. Mamá fue quien hablo.

—Querido, nuestras visitas llegaron.

Papá bajo el periódico. — Bienvenidos.

Se levanto del sillón y camino hacia nosotros.

—Hijo, es bueno tenerte en casa nuevamente— poso su mano en mi hombro, dirigió su mirada a mi acompañante —, y veo que tienes compañía, un gusto conocerla, señorita.

El hombre estiró su mano. — Amelie Fields, y el placer es mío, señor Sanderson.

La castaña estrecho amablemente la mano de mi padre. Mi padre la miro pensativo.

—Bien, iré a servir la cena— mamá nos miró.

—La ayudo— dijo Amelie soltando mi mano para seguir a mi madre.

—No te molestes, querida, yo me encargo— podía notar en la mirada de mamá que cada vez se encantaba más de la castaña

—No es molestia, de verdad.

Ambas salieron de la sala de estar mientras comentaba algo. Definitivamente Amelie ya se ganó el cariño de mi madre.

—Fields, ese apellido se me hace familiar— dijo mi padre cuando nos quedamos solos.

—No te imaginas la sorpresa que te vas a llevar, papá— le dije con diversión.

Ambos nos fuimos al comedor. Amelie y mamá sirvieron la comida, al parecer Amelie tenía conocimiento sobre la gastronomía italiana, pues ella y mamá compartían distintos datos sobre el arte culinario. Decir que mamá estaba más que fascinada con la chica es poco, se ha ganado puntos conquistando el lado italiano de María Facinelli de Sanderson. Nos sentamos a la mesa, mamá había preparado sopa Minestrone, ensalada Capresse y Espaguetis a la carbonara, y de postre Profiteroles, mis favoritos.

—Así que, Amelie, ¿Cómo es que llegaste a Silverstone? — preguntó mi padre mientras cenábamos.

—Mi padre consideraba que Silverstone era la escuela perfecta para mí— contestó la castaña —, además de tener un prestigio bastante alto, creían que necesitaba un cambio de ambiente.

—Oh ¿no eres de Golden Valley? — la chica negó, se limpió los labios con la servilleta.

Mi madre sonrió. Seguramente también quiere ver la reacción de mi padre.

—No, soy de San Gabriel, como ustedes— noté un ligero temblar en sus labios —. Con Rainer nos conocemos desde antes, solo nos reencontramos aquí.

Mi padre abrió mucho los ojos. Sabía que comenzaría a atar cabos.

—San Gabriel… ¿entonces eres pariente de Zachary Fields?

—Si, es mi tío— contestó la chica —. El hermano mayor de mi padre.

—No lo puedo creer— su asombro era demasiado notable —. Zachary Fields era uno de mis mejores compradores, junto con Aaron Steinfield.

Me atraganté al escuchar ese apellido. Steinfield, el apellido más temido del mundo sobrenatural, ¿acaso mi padre había hecho negocios con un miembro de la familia original y peligrosa?

—Me lo imagino— Amelie me miró por una fracción de segundo —. Pensé que Rainer le había comentado algo sobre cómo nos conocíamos.

—No, mi hijo tiende a tener muchas sorpresas guardadas— el hombre castaño me miró, dándome una leve sonrisa.

Seguimos con nuestra cena entre conversaciones.

Mi padre se veía bastante encantado con Amelie, tal parece que saber que la chica pertenece a una de las familias más importantes que ayudo a impulsar su negocio, le hizo ganar más puntos. Creo que hasta planea mi boda con la castaña.

Al comer el postre, mamá y Amelie hablaban animadamente de Italia, incluso mi chica le había pedido si podía enseñar a decir algunas cosas en italiano.

Mi chica. Nunca le había dicho de esa forma, pero me gusta.

—Estaba todo delicioso, María— Amelie le dirigió una mirada a mi madre —. Hacía años que no comía profiteroles. Si no es molestia, me encantaría que me enseñaras a hacerlos.




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