Lazos Oscuros [libro 1]

25.- El pasado que me persigue

AMELIE 💥

Después de nuestra emotiva despedida con Greg y haber aclarado mis ideas con la caminata, llegué a Silverstone.

Estaba decidida, Greg tenía razón en lo que había dicho, si Rainer ha sido capaz de guardar uno de mis grandes secretos, me ha demostrado que siente lo mismo que yo y con la misma intensidad, tiene todo el derecho de saber quién soy en verdad; conocer a la verdadera Amelie, no a la versión que tuvimos que crear para ocultar mi identidad. No voy a mentirme diciendo que no estaba aterrada por su reacción o por sus palabras al saberlo, pero sé que puedo confiar en él; después de todo, ya sabe que soy una hereje, y que puedo controlar y manipular las artes oscuras.

Lo busqué por todos lados, desde su habitacion hasta la cancha de lacrosse, pero no se encontraba en ninguna parte. Si me había percatado que sobre su escritorio las anotaciones de la prueba de habilidades y el libro que había estado leyendo Jackson; tal vez esos dos estén juntos en este momento.

Y sabía que Jay-Jay haría una tarea con Diana, su compañera sacerdotisa predilecta. De seguro que están en la biblioteca. Caminé hacia allá, pensando las exactas palabras que le diría al chico que me tenía vuelta loca. Lo busqué con la mirada al llegar, y no me había equivocado a asumir que estaría con Jackson, me acerqué a ellos con los nervios recorriéndome el cuerpo.

—Hola.

—Hola.

¡Dioses de todas las criaturas, por favor guíenme!

—Hola.

—Hola.

—Uushh, que tensión—soltó Jackson de repente, llamando nuestra atención. Este solo se encogió de hombros al ver que nuestros ojos estaban sobre él.

—¿Los interrumpo, chicos? — Rainer negó —. Bien, porque tenemos que hablar. A solas.

—Uff…esa frase más una chica, significa problema— canturreó Jay-Jay, le palmeó la espalda al castaño—. Suerte, amigo. Que los Dioses estén de tu lado.

—Muy gracioso, Jackson— dije, siguiéndole con la mirada.

Su mirada chocolate me hizo temblar levemente, parecía querer adivinar que me pasaba.

Salimos de la biblioteca sin emitir palabras, le dije que fuéramos a mi habitación. Los nervios y la ansiedad me estaban consumiendo mientras más nos acercábamos a la privacidad de mi cuarto.

Una vez dentro, me aseguré de cerrar con llave la puerta y pronuncié el hechizó silenciador; lo que menos quería es que alguien más escuchara nuestra conversación. Rainer estaba parado de espaldas a mi cama, con la mirada fija en mi rostro y sus brazos a los costados de su cuerpo. Me acerqué a él para quitarle el libro blanquecino que sostenía, lo dejé sobre mi escritorio, dejándome una sensación extraña en los dedos.

Rainer habló. — ¿Qué sucede, Amelie?

Su tono preocupado me golpeó el pecho y la cabeza, haciendo que mi mente se fuera a blanco; todo lo que había planeado decirle se esfumó de mi cerebro.

Esto no puede estar pasándome. No ahora.

—Yo...yo— mis manos temblaron y la magia mezclada con el miedo y los nervios me recorrieron el cuerpo.

Las cosas en la habitación comenzaron temblar levemente, alertando al chico.

—Hey, soy yo, preciosa— se acercó hasta quedar frente a frente, rozó sus dedos en mis mejillas con delicadeza —. Sabes que puedes decirme lo que sea, siempre que lo necesites, voy a estar para ti.

Todo dejó de temblar.

—Te he mentido— solté de repente. Rainer me miró confundido —. Te he mentido a ti, le he mentido a todos. Soy una maldita mentirosa.

—No digas eso— acunó mi rostro —, tuviste tus razones para ocultar tu especie y es entendible. Nadie tiene el derecho de juzgarte por eso.

—No estoy hablando de mi especie, Rainer— llevé mis manos a las suyas —. Hay otro secreto que he guardado por años, uno que involucra a mi familia y a mí. Yo…no soy quien todos piensan, y por eso soy una mentirosa, incluso contigo.

El castaño inclinó la cabeza, quitando con delicadeza los mechones de cabello que caían en mi cara. —Explícamelo entonces, preciosa.

Respiré profundamente, reuniendo todo el valor posible. Ha llegado la hora. —Mi apellido no es Fields.

Rainer no se inmutó. Espero que eso sea algo bueno.

—Amelie Fields es una pantalla…esa chica no existe, al igual que la familia Fields que solías ver en San Gabriel. Todo es una farsa— solté todo el aire que había contenido.

El chico se mantenía en su postura; sus ojos fijos en mi rostro y sus pulgares acariciando mis pómulos y mejillas.

—La verdad es que provengo de una de las primeras familias de sobrenaturales— proseguí —. Esta familia ha sido la fundadora de distintas ciudades, en diferentes países y continentes a lo largo del tiempo. En algunos tiempos, muchos consideraban a mi familia como la realeza sobrenatural.

—¿Eso quiere decir que eres una princesa? — preguntó con una tierna sonrisa —. ¿Debo llamarte princesa ahora, o mi preciosa princesa?

No lograba entender como es que estaba tan tranquilo con lo que le estaba diciendo, definitivamente su reacción no como ninguna de las que me había imaginado, ni de cerca.

Mis comisuras se levantaron. —Me gusta que me digas preciosa— declaré.

—Y a mi me encanta decirte asi— apegó su frente a la mia —. Pero no veo por qué te consideras una mentirosa al omitir esa información. Que hayas tenido que ocupar un apellido diferente para ocultar tu identidad no tiene nada de malo, después de todo, fue por tu bien, ¿no?

—Las cosas no son tan simples, bonito. Aún hay más por confesar.

—Entonces te escucho— su voz salió tan suave y sexy que tuve que reprimir otro tipo de pensamientos.

—A pesar de ser considerados de esa forma en aquellas épocas, las cosas se tornaron diferentes con el pasar del tiempo. Mi familia se creó una fama que no pidieron, pero que si eligieron. Se convirtieron en la pesadilla y desgracia del mundo sobrenatural— cerré los ojos al recordar todo lo que he escuchado de ellos —. Tienen la fama de ser los seres más crueles, despiadados, poderosos y malvados en este mundo. Algunos dicen que están condenados, otros que están poseídos por los mismos demonios, pero la verdad es que estamos malditos. El apellido de mi familia está maldito.




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