SEBASTIÁN.
—¿Estás seguro de lo que estás diciendo? — pregunté con firmeza.
—Completamente, señor— dijo el chico frente a mi —, nuestra señora ha puesto en alerta a la manada y está deliberando el mejor lugar para reubicarnos, ella pidió explícitamente que les avisáramos a ustedes en persona, sobre todo porque están en la zona de peligro.
Tía Gen debe estar como loca buscando una nueva ubicación, mover a las manadas lleva tiempo, sobre todo si tienen vidas humanas ya establecidas.
—Bien, dile a tu señora que haremos los cambios necesarios y les estaremos informando cualquier acontecimiento desde aquí— sentencié.
—Si, señor— hizo un leve asentimiento de cabeza —. Que la Diosa Luna este de nuestro lado.
—Que la Diosa Luna este de nuestro lado— dije a forma de despedida.
El chico hizo una leve reverencia para después comenzar a caminar por el bosque. Definitivamente los problemas no estaban ni cerca de terminar, apenas comenzaban.
Después de haber dejado a Hallie en la casa del árbol, seguí el olor y el sonido que emitía en intruso del bosque, que resultó ser Kyle Dawson, un licántropo de la manada Crescendo, un mensajero. Tía Gen nos quería poner en sobre aviso, para que mamá y papá vieran lo mejor para la manada, y también por nuestra propia seguridad. Debía de darle aviso a mis padres lo más pronto posible.
Camine de vuelta a la casa del árbol, al parecer no había tardado mucho pues el olor a vainilla que expedía de la piel de Hallie seguía tan fuerte y grato como si la tuviera frente a mí. Al subir al árbol la vi, estaba sentada en un banquillo de madera mientras apretaba las orillas de la manta con sus manos. Golpee en la madera para llamar su atención, sus ojos oscuros cayeron en mí.
—¿Cómo te fue?, ¿estás bien?, ¿era la criatura?, ¿te hizo algo? — hablo tan rápido que apenas logre captar todo lo que dijo.
—Tranquila, rubita. Todo está bajo control.
Me acerqué a ella, pero cuando estuve a unos pasos, Hallie se levantó del banquillo y caminó hacia la baranda. ¿Qué rayos?
—¿Y qué era lo que había en el bosque? — preguntó sin mirarme.
—Solo era mensajero, traía un mensaje para mis padres desde otra manada.
—¿Ha pasado algo importante?
Me paré a su lado, mirando hacia el bosque. —Si, pero no quiero hablar de eso en este momento.
—Ok, entonces no preguntaré.
No pude evitar mirarla, ¿Qué rayos le había pasado desde que me fui?, estábamos bien, quiero decir, nos estábamos llevando bien, y de un momento a otro ha cambiado de actitud. Extendió su mano hacia mí para entregarme mi celular, cuando lo tuve en mis manos noté que tenía dos mensajes sin leer de Amelie, de seguro tiene que ver con mis mensajes de disculpa por no poder asistir a su cumpleaños ni al de Rainer.
Vi como pasaba las manos por sus brazos, haciendo fricción para entrar en calor.
—¿Aun tienes frio? — no contesto —. Ven, puedo ayudarte con eso.
Hice el ademán de acercarme, pero rápidamente la rubia se alejó, como si mi mera cercanía le molestará. —Estoy bien.
—Hallie, estas temblando— exprese con tranquilidad.
—No es para tanto, estoy bien.
¿Qué mierda paso en los minutos que no estuve con ella?, habíamos avanzado tanto en los últimos dias como para tener que volver a eso de apenas soportar vernos. Hallie me agradaba bastante para conocerla poco y esperaba que pudiéramos ser realmente amigos, pero eso no quiere decir que no la considere atractiva, porque la verdad es que es bastante bonita, tanto que me sorprende que no tenga novio.
Sé que antes tenía el plan de acercarme a ella para que fuera de ayuda en nuestra investigación sobre la criatura, pero ahora que sé su verdad, que es como un bebé en el mundo sobrenatural, me preocupa y quiero ayudarla a entender nuestro mundo y quien es ella realmente. Pero para eso necesito que confié en mi para decirle las cosas, inclusive las que le molestan.
—¿Te crees que estoy ciego como para no ver tu estado?, si quieres hacerte la fuerte es comprensible, pero no tienes que serlo conmigo. Solo quiero ayudarte.
—Aun no confió del todo en ti, Seb, y lo sabes— apretó más la manta —. Además, tengo todo bajo control.
Y yo que creía que solo Amelie y Kira eran las reinas de la terquedad. Que equivocado estaba, Hallie también lo es.
—Por el amor a los Dioses, Hallie— solté con firmeza —. No seas terca y déjame ayudarte.
—Aquí el terco eres tú.
—¿Yo soy el terco?, te estoy ofreciendo ayuda para que no te de hipotermia y tu solo estas cortante.
—Si digo que estoy bien, es porque lo estoy— soltó mirándome fijamente—. No necesito que me abraces para entrar en calor.
—Dile eso a tus temblores y dientes castañeantes.
La rubia se abrazó a si misma mientras fruncia el ceño.
He conocido mujeres complicadas y tercas, pero definitivamente Hallie Branson era la reina de ellas. El castañear de sus dientes resonaban en mis oídos al igual que notaba como su cuerpo temblaba bajo la manta, me molestaba que no me dejara ayudarla, sobre todo que antes no se opuso a nada, y ahora está reticente a recibirla.
—¿Qué pasa, Hallie?, creí que ya nos estábamos llevando bien— pregunté.
Ya está comenzando a molestarme su cambio sin razón, necesitaba respuestas a su cambio radical de actitud.
—No me pasa nada, ya te lo dije.
—Mientes.
—Que no.
—Que sí— repliqué.
—No.
—Sí.
—N…—rápidamente le agarré del brazo y tiré del hasta hacerla chocar contra mí.
Hallie abrió mucho los ojos por mi actuar e intento apartarse lo más rápido posible, pero se quedó estática cuando la rodee con los brazos, apegándola completamente a mi pecho y dejando que mi calor corporal la abrigara.
—No entiendo tu cambio, Hallie, pero quiero que me dejes ayudarte— le susurre.