Lección de pecado ❃ Hyunin

♡ :  CAPÍTULO XI

 

[JEONGIN.]

—No pareces feliz, Innie.

—Lo estoy ahora —enterré mi rostro en el pecho de Chan y envolví mis brazos alrededor de sus anchos hombros—. Te extrañé.

—Hablemos de eso —Mi hermano tomó mi codo y me llevó más lejos del edificio principal.

Habían pasado cinco días desde que Hyunjin me devolvió el celular. Le envié un mensaje de texto a Eunwoo inmediatamente, sólo para ver cómo estaba y explicarle por qué no había respondido a sus mensajes y llamadas perdidas. Ahora que se había graduado de la secundaria, estaba súper ocupado viajando entre Inglaterra y Corea, pateando culos en su nueva vida con su nuevo novio porque sí, él poseía derecho a gustar de los chicos. Cosa que lo mantenía demasiado ocupado para encargarse de mis problemas triviales.

No le había pedido que viniera a Maine. Debería haber sabido que aparecería el fin de semana siguiente.

El aire frío me rozó las mejillas cuando me uní a él en un banco del patio, lejos de las demás familias. Todos los salidos al alcance de la vista me miraban. Por supuesto, lo hacían. Chan exudaba la fanfarronería de los Yang que era natural en todos los hombres de mi familia. Era el segundo más joven entre nosotros, con sólo diecinueve años, pero tenía la misma musculatura, atletismo, arrogancia y asertividad, básicamente todo lo que uno busca en un apuesto macho alfa.

Y todos los potenciales omegas estaban mirando.

Excepto Choi Beomgyu.

No lo había visto desde que lo suspendieron, pero el rumor era que volvería al colegio este fin de semana.

—Como no contestabas al celular, llamé a mamá. —Chan enganchó su brazo alrededor de mí, manteniéndome caliente e importándole poco su muestra de afecto poco masculina.

—Déjame adivinar. Te dijo que estaba bien y que no me molestaras.

—Sí. —Sus ojos brillaban con culpa—. No debería haberla escuchado.

—Chan, estoy bien —apoyé mi cabeza contra su hombro—. Sólo intento adaptarme, eso es todo.

—Por favor, dime que no es uno de tus profesores.

Seguí su mirada a través del patio y encontré los ojos azules de acero de mi némesis devolviéndome la mirada.

—Si. —Apreté mi dedo corazón contra mis labios y sonreí dulcemente al malhumorado sacerdote—. Es el Padre Hwang Hyunjin. Mi único profesor.

Chan estaba fuera del banco antes de que pudiera detenerlo.

—Espera —corrí tras él, tirando de su abrigo—. ¿Qué estás haciendo?

—No me gusta que traten de cambiar lo que eres, y no me gusta la forma en que ese te está mirando —tiró de su brazo para liberarlo—. Sólo voy a tener una charla con él.

Era una idea terrible. Mi hermano era engreído, sobreprotector y más bocón que yo.

—Solo recuerda —corrí para quedarme a su lado—. Cuando te vayas hoy, tengo que quedarme aquí y lidiar con las consecuencias. No responde bien al humor negro, las amenazas ni a las faltas de respeto, así que, por favor, sólo… juega limpio.

Nos quedamos sin distancia, por delante de él antes de que pudiera responder.

—Christopher Yang —Se acercó a la cara de Hyunjin y me agarró de la mano, arrastrándome a su lado—. Soy el hermano de Jeongin.

—Veo el parecido. —Hyunjin no se movió. Ni un destello de sorpresa o irritación.

Estaban codo con codo, tenían la misma altura, complexión similar, la misma intensidad en el contacto visual.

—Puede que nos parezcamos —Min me apretó la mano, impidiendo que me apartara—. Pero sé que ves mucho más cuando lo miras. Un bonito niño vulnerables con un uniforme de virgen católico. Supongo que nunca has visto pasar por aquí a un chico tan guapo como él. Quiero decir, ¿está tu heterosexualidad bien?

—Chan —con un gruñido, tiré de mi mano—. Detente.

Apretó su agarre.

—Sólo recuerda quién es su familia, quiénes son sus hermanos. Si le tocas un solo cabello de su cabeza o intentas convertirlo en uno de tus monigotes sin personalidad, yo…

—Sin amenazas, Chan —empujé su estructura rígida e inamovible y me giré hacia Hyunjin. Le dije que no lo amenazara.

—Está bien. Quizá su advertencia sea más creativa y estimulante que la de tu madre. —él ladeó la cabeza, mirando a mi hermano con escalofriante indiferencia—. ¿Decías?

Los ojos de Chan palpitaban con la agitación de sus pensamientos. Vi su sorpresa al saber que nuestra madre había salido en mi defensa. Luego vi cómo se daba cuenta de que había hecho la suposición correcta sobre su motivación.

No quiero un escándalo. Es así de simple.

—Las razones de Jiwon para la intimidación son suyas —Ajustó su agarre en mi mano, entrelazando nuestros dedos—. Pero estoy aquí por una sola cosa. Mi hermano. Él es todo mi mundo, y siempre estaré a su lado; sea como sea, vista como vista, y guste quien le guste.

El corazón me dio un vuelco y dejé caer mi barbilla sobre mi pecho, ocultando la tambaleante sonrisa que se dibujaba en mis labios.

Dios, lo amaba.

Se inclinó junto a mí, acercando su boca al oído de Hyunjin. Aunque no pude
ver su expresión, oí la malicia en su susurro.

—Puede que engañes a todos los demás con ese collar alrededor de la garganta. Pero vi la forma en que lo miraste, sacerdote, y no me gusta. Si le haces daño, iré por ti.

Mierda.

Mi respiración me abandonó cuando tiró de mi mano. Moví los pies, tratando de seguir su repentino movimiento y sus zancadas en el suelo, sólo porque quería que mi hombro permaneciera en su sitio. Típico de un Yang. Había dicho su parte y tenía la última palabra. Estaba a punto de abrir la boca y echarle la bronca cuando la voz de Hyunjin retumbó a nuestras espaldas.

—Lo subestimas.

Chan se detuvo en seco y giró, llevándome con él.

—Si alguien intenta lastimarlo —dijo, con sus ojos pétreos fijos en mi hermano—. No serás tú quien contraataque en su defensa.



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En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 30.07.2023

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