Miranda.
Avanzamos por el muelle tomados de las manos.
No había prisa, solo éramos una pareja caminando por el lugar, apreciando el paisaje, la calma y la brisa.
Mike cada ciertos pasos, se detenía y me daba un beso.
Lo que hacía que me sonrojara, aunque, debía admitir que con cada beso, unas deliciosas cosquillas recorrían mi entre piernas y por extraño que pareciera, deseaba seguir sintiendo esa divina sensación.
Mike se detuvo frente al velero y con cuidado me ayudó a subir a bordo.
Creo que era la primera vez que subía a uno de estos, pasé la mirada por el sitio y no vi a nadie más allí.
—¿Y los tripulantes? —indagué volteándome a ver a Mike, pero él se encontraba desatando el velero.
—Preciosa, solo seremos nosotros.
Me iba a poner nerviosa, pero Mike sonrió tan confiado que, era imposible no sentirse segura a su lado.
—¿Te ayudo en algo? —pregunté observando cómo cada cuerda que desataba, la arreglaba y la dejaba perfectamente ordenada en el piso del velero.
—Si quieres bajas al camarote de popa y te cambias de ropa —comentó organizando la siguiente cuerda—. Yo termino aquí con los cabos y zarpamos.
—¿Trajiste ropa? —indagué alzando las cejas.
—Sí. —Mike dejó la cuerda que se llamaba cabo en el suelo y se acercó a mí—. Estaba seguro de que vendrías conmigo y quería que estuvieras cómoda.
Suspiré arrugando un poco la frente, estaba derretida de ternura con Mike.
—Gracias, iré a ver qué hay y si me gusta me lo pongo. —Le guiñé un ojo y bajé al camarote.
Aunque, no estaba segura de qué era popa.
Creí que el piso de abajo sería algo pequeño, pero no. Había una cocina, un comedor, varias habitaciones y dos baños con sus lavamanos.
Me sorprendió un poco ver que todo estaba ordenado de forma impecable y no había rastro de polvo o de corrosión.
Todo parecía nuevo y quizás así fuese.
Seguí explorando hasta llegar al cuarto que estaba al fondo del velero y encontré sobre la cama, -la cual estaba perfectamente tendida-. Una maleta abierta con ropa doblada del mismo tamaño y ordenada en filas.
Todo estaba tan correctamente organizado que me daba algo de pena tomar algo de la maleta. Sin embargo, no deseaba pasar lo que quedaba de tarde en un hermoso velero usando jean y camisa.
Cerré los ojos y toqué la primera prenda que mis dedos sintieron.
«Ya está, el daño estaba hecho», pensé viendo cómo la pila de ropa caía haciendo un caos dentro de esa maleta.
Fui revisando el contenido, había desde bañadores, pareos y shorts, hasta vestidos, sandalias y bloqueador solar.
Até mi cabello en un moño alto, elegí un bañador y cerré la puerta para ponérmelo.
Estaba agradecida de ser joven y tomar la increíble precaución de estar siempre depilada. Aunque, no era que fuese muy velluda, de hecho, en el único lugar donde tenía abundante cabello era en mi cabeza, del resto, era casi una pelusa lo que debía quitarme.
Moví mi mano frente a mi rostro con la esperanza de espantar el calor, pero esto aquí abajo era como un horno.
Me di la vuelta y observé mi cuerpo en el espejo detrás de la puerta del camarote.
Me sorprendió un poco ver lo bien que me quedaba, ni cuando yo compraba bañadores me quedaba tan bien y eso que me los probaba en la tienda.
¿Cómo había averiguado mi talla?
Agobiada por el calor, abrí la puerta y me encontré de frente con Mike, esa sonrisa en sus labios solo me hacía sentir calor, pero en una zona específica de mi cuerpo.
—Te quedó estupendo —murmuró inclinándose para depositar un suave y casto beso en mis labios.
Sin poder evitarlo, lo tomé de la camisa del cuello y lo acerqué de nuevo a mi boca.
Quería parar, pero, quería sentir más de ese calor que se apoderaba de mi cuerpo con cada beso o caricia que me daba Mike.
Sus grandes manos me apretaron contra su cuerpo y rápidamente, intensificó el beso deslizando su lengua en mi interior.
Un gemido escapó de mis labios y detuve el beso.
—Gracias —susurré sobre su boca.
—Subamos, quiero mostrarte a donde vamos. —Mike me ofreció su mano y se la tomé sin dudar.
Me daba un poco de miedo no poder mantener mis sentimientos bajo control, pero no podía evitarlo, Mike me gustaba y me hacía sentir deseada, de una forma salvaje, aunque, al mismo tiempo, delicada y dulce.
Llegamos a la cubierta y vi que estábamos lejos, lejos de la orilla. ¿Cuándo nos movimos?
»¿Te gusta? —indagó Mike abrazándome por la espalda.
—Es una vista preciosa. —Suspiré mordiéndome el labio—. Nunca había estado aquí, normalmente, solo llegaba al muelle, pero esto es… Hermoso.
—Tú eres hermosa y eres lo que completa el paisaje para que sea perfecto. —Mike me giró y sus ojos aguamarina hicieron retumbar mi corazón—. Me gustas, Miranda, en serio, me gustas y me asusta un poco no ser lo suficiente para ti.
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Editado: 03.12.2024