Legado de Amor

Episodio 12: ¿Todo fue falso?

Miranda.

Me desperté al escuchar el golpeteo de la lluvia en la ventana.

Estiré la mano buscando el calor del cuerpo de Mike. Al no encontrarlo, abrí un poco los ojos.

El día estaba nublado y el cuarto frío por el clima de afuera, la ventana se movía por la brisa y la lluvia había mojado el suelo.

Tomé una manta y me senté en la cama.

—¿Mike? —Hablé y mi voz salió temblorosa—. ¿Estás en el baño?

Sonreí tapándome la cara.

Seguro había ido a trotar y quedó atrapado bajo la lluvia.

Encendí la lámpara de la mesa de noche y me levanté para cerrar la ventana.

Fui al baño, me senté en el sanitario y suspiré liberando mi vejiga.

Regresé a la habitación y vi mi ropa doblaba sobre la cómoda.

Fui a vestirme, pero no encontré mi ropa interior, entonces abrí la gaveta para tomar un bóxer de Mike y me quedé fría.

Su ropa no estaba.

Corrí al armario, pero estaba igual de vacío.

Sacudí la cabeza tratando de pensar en una razón lógica para que sus cosas no estuvieran, pero no era tonta, si sus pertenencias no estaban, seguro era porque se habían ido con su dueño.

Busqué mi bolso y saqué mi teléfono esperando encontrar un mensaje de Mike, pero no había nada.

—¿Qué rayos está pasando? —indagué sentándome en la cama.

Varias lágrimas cayeron de mis ojos, pero las limpié negándome a ser pesimista.

—Vamos, debe existir una explicación —me dije a mí misma—. Mike no es de los hombres que se aprovechan de las mujeres. ¿O sí?

Me tapé la cara para ocultar mi confusión.

Entonces, el teléfono de la habitación sonó y pegué un grito. Salté sobre el colchón y tomé la llamada, pero no era Mike, sino de recepción.

—Le informamos que debe dejar la habitación antes del mediodía —comentó con frialdad la mujer al otro lado de la línea.

—¿De casualidad sabe dónde está Mike?

Se fue —reveló la empleada y me pareció que disfrutaba lo que pasaba.

—¿Se fue? —repetí sintiendo mi corazón dejar de latir—. ¿A dónde?

—No lo sé, los clientes como el señor Powell no se quedan mucho tiempo en un solo lugar.

Sacudí la cabeza.

—No entiendo qué quiere decirme —manifesté con los ojos llenos de lágrimas.

¡Ahí, no! ¿Eres de las que piensa que metiéndose a su cama ya lo enamoró? —se burló ella, incluso se atrevió a reírse—. ¿Le sacaste dinero o te conformaste con palabras bonitas?

Cerré los ojos al comprender por dónde iban las palabras de esa mujer.

»Los hombres con dinero y poder como el señor Powell no se enamoran, ellos usan a niñas estúpidas e ingenuas como tú y luego las desechan. Ahora, vístete y sal de la habitación. Tranquila, no debes pasar por recepción, pues, ya el señor Powell pagó todo. —La mujer colgó la llamada y rompí en llanto.

Me negaba a creer que Mike era como el resto de los hombres. Si lo hacía estaría admitiendo que… ¿Todo fue falso?

Miré la hora en mi reloj y vi que faltaban 20 minutos para que fuera mediodía.

Me puse de pie y me vestí torpemente.

¿Ir a ver casas era parte de su truco? ¿Fui solo un juego, una especie de reto?

Salí del cuarto y me encontré a una chica con un carrito de limpieza.

Ella me miró con lástima, como si todos en el hotel supieran lo tonta que fui.

Sin embargo, si alguien debía estar avergonzado era Mike por ser el patán que era.

Puse mi espalda recta, levanté mi cara y caminé con toda seguridad.

Mantuve esa actitud hasta salir del hotel, pero una vez estuve varias calles lejos, no pude retener más las lágrimas.

Lo había defendido delante de Matías, pero al final, resultó ser la clase de hombre que me advirtió mi amigo.

No obstante, fue mi decisión ir con Mike y era mi elección quedarme con los buenos recuerdos, las experiencias vividas y todas las cosas hermosas que me hizo sentir.

Yo había sido honesta con él y eso me hacía sentir tranquila conmigo misma.

Antes de darme cuenta estaba de pie frente a la cafetería, pero no tenía ganas de ver a nadie. Así que, solo subí a mi pequeño piso y me refugié en el único lugar que me recordaba a mi casa.

En la cocina.

════∘◦✧◦∘════

Miranda, al día siguiente…

No había logrado dormir, pero a pesar de solo dar vueltas en la cama, tampoco tenía ánimos de levantarme.

No fue hasta que la claridad llenó mi departamento que me puse de pie.

Asumiendo que, lo mejor sería regresar a mi rutina.

Sin fuerzas de nada, me puse el primer pantalón limpio que encontré, mi camisa favorita y unos tenis.




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