Capítulo 3
Sagitta
Bastó sólo un año para que aquel muchacho desaliñado y escuálido se convirtiera en un apuesto y fornido mozuelo. Pasaba horas entrenando y perfeccionando tácticas de combate. Acre se encontraba listo para su debut como gladiador. Árcalon había hecho un trabajo excelente con el joven, a pesar de que lo que deseaba era matarlo. No desperdiciaba una oportunidad para atacar al intruso; pero como éste siempre estaba rodeado de alguna de sus mascotas no lograba su cometido. Su enojo se acrecentaba con cada intento y no veía la hora de desaparecer al aprendiz que cada vez lo impresionaba más con sus avances. Cuando éste lo retaba o le cuestionaba bruscamente alguna directriz recordaba sus años de mocetón. En ocasiones se veía recreado en ese pupilo. Cuando joven había sido igual de sagaz; pero las circunstancias lo habían llevado a convertirse en lo que era actualmente: un hombre sin escrúpulos, con resentimientos, un solitario intolerante.
Por otra parte, Acre era todo lo contrario, se mostraba compasivo, atento y muy disciplinado. En su tiempo libre le gustaba indagar con otros gladiadores estrategias de combate que le ayudaran a perfeccionar las que había aprendido con Árcalón. Se había impuesto un reto y debía prepararse bien para enfrentarlo. Sabía que su mentor no le había enseñado todo lo que sabía y por eso debía tener “más maña que fuerza”. Acre era todo un gladiador, dominaba la lanza y la espada con pericia. Su mayor habilidad era con el arco y fue esto lo que hizo que Antígono le diera el nombre de Sagitta ya que la mayoría de los gladiadores cambiaban de nombre, pues sus apoderados creían mucho en esta inventiva; consideraban que la vida pasada de sus representados era inferior a la que se les ofrecía en la arena.
El Pabellón de Antígono se había reconstruido, era más amplio. Su propietario se había propuesto convertirlo en uno de los mejores del lugar y sin duda la impresionante estructura lo era. Los eventos que se efectuaban eran muy concurridos; pero cuando se promocionó el debut de Sagitta, la euforia en todo el sector se hizo notar. Sin haber peleado ya figuraba como uno de los favoritos; pues el muchacho integraría alguna de sus mascotas en sus presentaciones como: el elefante Cagliari, su oso Riga, Merlert la pantera, el águila Limerick, su mono Sliema y sus serpientes cobra Hamrun y Bergen. Estos animales estaban domesticados; pero demostraban ferocidad llegado el momento.
Y precisamente la ocasión llegó. El pabellón estaba lleno a capacidad. En los aposentos se escuchaba la algarabía que provenía de las gradas. El público aclamaba y ovacionaba a Sagitta. Este comportamiento de los fanáticos fue sembrando en algunos guerreros envidia y Árcalón, que siempre estaba al tanto de todo, se aprovechaba de ese malestar para sembrar cizaña y así tener más aliados en su bando.
Esa misma tarde cuando Sagitta preparaba su atuendo para su inicial presentación, se le acercó Antígono y le comunicó que había pautado para el próximo espectáculo su anhelado combate con Árcalon. Que asistirían al evento dignatarios y otras figuras importantes. Esperaba que el pabellón se llenara a capacidad y para ello ya había comenzado la promoción por algunas provincias. El encuentro de Sagitta con su mentor sería el evento de clausura de la noche y debía ser lo máximo. Recrearía el momento en que Acre invadió el pabellón. Los animales serían la sensación. El propietario del pabellón comenzó a darle detalles al muchacho sobre ese prometedor evento; pero Sagitta sólo pensaba en que por fin lograría hacer justicia. La muerte atroz de sus amigos le causó muchos desvelos; al fin había llegado el momento de enfrentarse al despiadado Árcalón. Un movimiento brusco de Antígono lo hizo reaccionar y aunque no estaba muy alerta escuchó cuando éste le advirtió que se concentrara en esta presentación.
Las batallas que presidieron a la participación de Sagitta gozaron de la aceptación del público, inclusive, la euforia en la arena se hacía sentir por toda la región causando que en los alrededores de ésta se aglomeraran cientos de personas que por múltiples razones no lograron entrar al pabellón. En su aposento, Sagitta seguía pensando en lo que le había comunicado Antígono; y aunque el rugido de los animales y las voces de los fanáticos lo sacaban de su ensimismamiento, no lograba disipar su angustia. La espera se le hacía eterna.
Estaba colocándose el arco y el carcaj cuando alguien le indicó que ya debía salir a la arena. Se detuvo para revisar su atuendo. Justo cuando estaba ajustándose el cinturón vio su reflejo en un escudo que se encontraba en la pared. El joven gladiador lucía un conjunto de cuero acompañado por una larga capa y una máscara para proteger su identidad, su armamento era personalizado. Sagitta se había encargado de darle nombre a cada una de sus posesiones: Scutum Scorpionem era un escudo de acero impenetrable que poseía al reverso un sistema de ballesta, la Excussum Arcu, era una lanza que contaba en su parte posterior con una especie de arco que podía disparar flechas a gran distancia sin temor a errar en su objetivo y la Gladium Scorpionem era una hermosa espada que podía cercenar al oponente en un instante. Además contenía en su interior un sistema de ballesta similar al del escudo que podían ser liberadas con gran facilidad. Todos estos artefactos lucían en armonía con la silueta del muchacho, hasta le daban cierta grandeza.
No hubo necesidad de volverlo a llamar, pues las voces de los fanáticos aclamándolo indicaban que su momento había llegado. Muy presuroso lustró con su hombro el borroso escudo que se encontraba en la pared. Volvió a contemplarse, repasó sus pertenencias, dio unos cuantos giros, asumió varias posturas y mientras lo hacía tenía dibujada una sonrisa de satisfacción. Acto seguido abandonó el aposento murmurando unas palabras.
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Editado: 27.03.2023