Una característica que me hace saber que estoy en un centro comercial es el siseo que se oye al entrar, es un zumbido en coro que lo producen las voces de cada persona que se encuentra en el lugar. Además, el olor a comida, ropa nueva y perfumes está esparcido por todos los pasillos. En compañía de Vero recorro las tiendas después del mal día que tuve, primero tengo que lidiar con mi hermano que no sé qué espera de la vida y para rematar llego al orfanato para encontrarme con la sorpresa de que no tenemos presupuesto más que para seis meses.
Si Carlos, cuando por fin sientes que empiezas a olvidar a Amanda, las demás cosas se comienzan a derrumbar. Mi vida se parece mucho a un cubo rubik porque armo un lado y el otro se desordena.
Al menos en estos momentos me distraeré viendo una película y es que necesito un respiro de todos los problemas que tengo encima. Al llegar al lobby del cine observo las luces tenues que lo adornan y también las filas de personas comprando los boletos, dulces y snacks. La cartelera presenta tramas que lucen prometedoras, pero aún no hay una que llame lo suficiente nuestra atención. Es por esta razón que prefiero escogerla por internet, solo que con los contratiempos olvidé hacerlo.
—Esa de terror me gustaría verla —alza el brazo y la señala.
Ni loco veo una película de terror y menos si lo que quiero es relajarme—sabes que no son mis favoritas —le sonrío —mejor veamos una caricatura.
—¿Es en serio? —voltea a verme e inclina su cabeza a un lado.
—Si —me encojo de hombros.
—Entonces escogeré otra ¿Qué te parece aquella? —señala de nuevo la cartelera.
Leo el nombre y sé que es una comedia romántica —esa es perfecta —la prefiero mil veces antes que la de terror.
Luego de decidirnos nos formamos en una pequeña fila en la que una señora sostiene de la mano a un niño que salta y grita señalándole un juguete en las vitrinas que forman parte del lobby. Al final la madre le dice que no le comprará nada y bastan esas palabras para que el infante se lance al suelo haciendo un berrinche. La mujer nos observa sonriendo y le devuelvo una sonrisa de boca cerrada mientras alzo las cejas.
Luego de eso llegamos al final de la fila y la señora no tuvo más opción que comprarle el juguete al niño y cuando este lo sostuvo en sus manos desaparecieron las lágrimas y gritos que me tenían aturdido. Al estar frente a la caja el joven que nos atiende nos indica el precio del boleto y yo asiento para después meter la mano en mi bolsillo y sacar la cartera.
—No —Vero pone su mano sobre mi brazo —yo te invito esta vez.
Ella siempre arma una pelea cuando salimos a algún sitio y como es de costumbre el pleito es por quién pagará la cuenta —no Vero, yo te invité, así que yo pago —asiento y expando los ojos. Luego de sacar mi cartera tomo la tarjeta y extiendo el brazo para entregársela al chico.
—¡Qué no! —hala mi brazo evitando que le entregue la tarjeta.
—Disculpen —el chico da una sonrisa —¿Podrían decidirse? Hay muchos esperando su turno —señala a unas seis personas detrás de nosotros.
—Déjame pagar a mí —entrecierro los ojos.
Bufa —está bien.
Extiendo de nuevo el brazo para pasarle la tarjeta al chico.
—¡Carlos mira allá, es tu ex!
Mi cuello gira de forma involuntaria, no viendo más que a personas extrañas, es evidente que fue una mala jugada, pero mis sentidos reaccionaron sin procesar la información. Vuelvo la vista al frente y el chico está introduciendo los datos de la tarjeta de Verónica y escucho el sonido de la máquina emitiendo la factura.
Eso fue un golpe bajo.
Ella se ríe —vámonos —dice luego que nos dan los boletos y continúa riéndose —según esto —observa el boleto —la peli comienza en una hora.
—Muéstrame —tomo los boletos —sí, tienes razón. Caminemos por el centro comercial mientras esperamos.
Las palabras van y vienen mientras caminamos. No estoy al tanto de lo que pasa al mi alrededor y justo en ese instante siento algo resbaloso en la suela de mi zapato.
Mi pie derecho se desliza como si hubiera pisado mantequilla y mi pierna le sigue a gran velocidad. Tambaleo intentando mantener el equilibrio con mi otra extremidad, pero fracaso y cedo a la caída. Termino en el suelo realizando un split muy doloroso al mismo tiempo que oigo la tela de mi pantalón rasgarse justo en la zona del fundillo.
¡Taran!
Aprieto los labios e intento sonreír al mismo tiempo que siento un dolor intenso en los músculos de mis piernas. Vero me sujeta del brazo izquierdo haciendo su mejor esfuerzo por ayudarme, pero el ataque de risa no se lo permite.
Ya de pie observo el piso viendo el líquido resbaloso rodeado de pequeños trozos de galleta, al parecer es un helado derretido. Uno con el que me embarré todas las manos al igual que el pantalón
Las personas que pasan cerca están riendo y murmurando entre ellos. Mi amiga está con ambas manos en la boca y su rostro enrojecido mientras ríe, yo sin poder hacer o decir nada comienzo a reírme junto con ella.
—¡Carlos! —sus palabras se esfuerzan por salir en medio de su risa —¡se te rompió el pantalón! —había olvidado que escuché el sonido cuando se rasgó —¡se te ve el trasero! —separa las manos de su boca y las pone sobre su estómago.
Mi risa aumenta, pero al mismo tiempo siento la sangre subir a mis mejillas. Giro mi torso intentando ver y noto que mis bóxers blancos están totalmente expuestos, además contrastan con el color azul de mi pantalón y se me marcan los glúteos.
Me ruborizo cada vez más —Vero, acompáñame a la tienda de ropa —ella no puede hablar. Las lágrimas salen de sus ojos y solo es capaz de realizar una seña con la mano indicándome que empiece a caminar.
Llegué a la tienda luego de andar por los pasillos siendo el centro de atención. Vero entre risas le explica a una empleada lo que pasó y es evidente que a ella también le causa gracia la situación.