Carlos
Verónica se ha quedado inmóvil cuando vio al hombre que acaba de llegar a la casa y no sé qué sucede con exactitud, pero sigo pensando en el agua botándose en el baño.
—Vaya —el hombre sonríe y mete las manos en sus bolsillos —¿Quién diría que te encontraría aquí chica dignidad?
Vero pone los ojos en blanco —¿Se conocen? —mi pupila va de un lado a otro, observándolos a ambos.
—¿Recuerdas que te comenté de un sujeto grosero sobre el que derramé mi café? —suspira y se cruza de brazos —es él —inclina su cabeza señalándolo.
Saca una mano de su bolsillo y señala con el dedo —aclaro que derramó dos veces su café, la primera sin intención y la segunda apropósito.
La chica a su lado aplaude —relajémonos —sonríe —tanta tensión en la atmosfera me extresa.
Doblo mi cuello hacia un lado y frunzo el ceño —¿No querrás decir “estresa”?
Ella pasa las manos por su frente hasta recoger todo su cabello hacia la parte de atrás —no, extresa del verbo extresar.
Abro la boca para decir algo, pero su compañero alza la mano y me detiene —no lo discutas, ella habla así.
¿Será disléxica?
Levanto la cejas y asiento —no nos hemos presentado —dice él extendiéndome la mano —mi nombre es Javier y ella es mi pareja de baile Estela.
—Si alguna vez me llaman por mi nombre —Estela ríe —y no les respondo, solo tienen que poner las manos a un lado de la cabeza y gritarlo dramáticamente —ella y Javier se ríen hasta casi ahogarse.
Vero y yo nos miramos el uno al otro dándonos cuenta de que entendemos la referencia, pero no nos causa tanta gracia como a ellos.
—Me extresan las personas incultas —pasa las manos por su frente y recoge de nuevo su cabello.
—Disculpen —Irene, la chica que nos dio el recorrido se coloca en medio de nosotros, no la hemos dejado hablar desde hace unos minutos —Javier y Estela, sus habitaciones son las últimas del pasillo —señala.
Verónica no dice nada y se hace a un lado dejándolos pasar.
—Irene, necesito hablar contigo.
Javier y Estela siguen su camino, pero me doy cuenta de que Verónica mantiene contacto visual con él hasta que abandona la sala —sí, dime Carlos.
—Verás lo que pasa es que —respiro profundo —rompí el lavamanos de mi baño y ahora el agua no deja de salir por la tubería.
—¿Qué? —pone la mano derecha en su frente —¿Y qué estabas haciendo en el baño que lo rompiste?
Escucho la risilla de Vero en el fondo, a pesar de que ha puesto la mano en su boca, logro oírla.
Yo entrecierro los ojos y le doy una mirada que dice “no te burles” —me resbalé al salir de la ducha y me sujeté al lavamanos, pero este cedió despegándose de la pared.
Ella rasca su cuello —tendré que conseguir a un plomero, dame unos minutos —saca su celular, marca un número, comienza a hablar y después me pregunta. —¿El agua no salió a la habitación?
—Muevo la cabeza hacia los lados —no, el agua en su mayoría se está yendo por el drenaje.
Ella abre los ojos y aunque no lo dice, siento que piensa que soy torpe.
¡Genial Carlos, genial!
¡Primer día aquí y ya rompiste un lavamanos!
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Luego de eso me encuentro sentado al pie de la cama revisando mi celular cuando llega Irene con el plomero a mi habitación, él entra sin chisteo al baño y saca unas herramientas de un maletín que lleva consigo. Pasan dos minutos y ya no escucho el agua botándose, pues, colocó un tapón en la tubería.
La puerta de mi habitación quedó abierta y Vero se asoma con curiosidad y se sienta en la cama al igual que Irene. Me levanto bufando, y recostándome al marco de la puerta del baño, observo como el plomero realiza su labor.
—¿Qué pasa aquí? —Javier se asoma a la puerta de la habitación.
—Carlos rompió el lavamanos y traje a un plomero para que lo repare —Irene tuerce los labios.
—¿Qué hacías en el baño compañero? ¿Afeitabas tus partes íntimas y seguro pusiste todo tu peso en el lavamanos para verte en el espejo? —suelta una risilla.
Mi cara es de aburrimiento y hago un gesto de molestia —¿Lo dices por experiencia? —su risa cesa —en mi caso fue porque resbalé.
En medio de esa conversación, Estela también se asoma por la habitación haciendo la misma pregunta e Irene le responde lo mismo. De un momento a otro todos los participantes del concurso están metidos en mi cuarto comentando lo que pasó y usando su ingenio para hacer chistes sobre las posibles teorías del incidente con el lavamanos.
Están repartidos por toda la habitación, algunos en mi cama y otros sentados en el suelo.
Si quieren dormimos todos juntos y hacemos una pijamada, en verdad detesto a las personas confianzudas.
Hago una seña con mi mano llamando a Irene —¿Es necesario que todo el mundo se entere de que rompí el lavamanos?
Entrecierra los ojos —¿No viste eso? —hay un camarógrafo grabando todo y yo no lo había notado.
—No recuerdo que hayas mencionado que estas cosas saldrían al aire.
Ella sonríe y toca mi frente con su dedo índice —te recuerdo que este es un reality show y que estas cosas, aunque sencillas, nos dan bastante audiencia. Hay cámaras por toda la casa con excepción de las habitaciones porque queremos respetar su privacidad.
—¿Entonces todo el mundo se enterará de lo que me pasó? —aprieto la mandíbula.
—Se encoge de hombros —pues sí.
El plomero sale del baño e indica que ya terminó de hacer su trabajo, aun así, solo arregló las tuberías y reemplazó las cerámicas resquebrajadas de la pared, también dijo que el nuevo lavamanos lo colocaría mañana.
Él sale de la habitación junto con parte de los participantes que están en mi cama, pero la gran mayoría aún sigue sobre el colchón y en el suelo conversando.
Mátalos.