Carlos
Rasco mis cejas, froto mis ojos y bostezo en la sala de descanso luego de haber debutado esta noche. Considero que nos fue muy bien a diferencia de la semana pasada, porque los primeros dos jurados nos dieron una puntuación de nueve y ya con eso acumulamos dieciocho puntos.
Un aire de satisfacción entra en mis pulmones, pues, nos esforzamos mucho para que la coreografía fuera impecable. Nos tocó salir al escenario en el tercer turno y así nos quitarnos la mala suerte de abrir el show, quizás eso nos ayudó un poco o son puras supersticiones de Vero.
Vero
¡Ay, mi Vero!
Ese beso que te robé en la cena del jueves fue perfecto, añoraba tus labios y mi piel suplicaba por volver a tener contacto con la tuya. Aunque te enojaste conmigo después de eso, pero al fin y al cabo ser novios fue tu idea, y si me tengo que meter en el papel cuando estemos frente a las cámaras, lo haré bien.
La expresión marcada en el rostro de Javier era para tomarle una foto y enviarla a imprimir para luego enmarcarla en el cuadro de mayor tamaño que exista y colgarla en la pared. Me reí demasiado esa noche, además su caída al subir las escaleras fue el postre de la cena, lamento que las cámaras no grabaran ese momento, porque me las habría ingeniado para obtener ese video y subirlo a internet.
—¿Alguno de ustedes ordenó algo? —Irene entra con el sujeta papeles que nunca suelta, es como si formara parte de su atuendo.
Alzo la mano —yo pedí algo para comer.
Mueve las manos —pues está afuera, ve de inmediato a recibir tu pedido.
Apoyo mis dos manos en los cojines del sofá para levantarme, luego estiro los brazos hacia arriba haciendo alguna de mis vertebras truenen. Al salir al jardín me doy cuenta de que debo caminar por el sendero hasta la entrada principal, porque los vigilantes no dejaron entrar al chico del delivery.
El chico me saluda con amabilidad y luego se baja de la motocicleta abriendo ese bolso cuadrado que lleva en la parte trasera de la moto, me entrega el pedido y meto la mano para pagarle con un billete y darle un par de monedas como propina.
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Nuevamente en la sala de descanso pongo las bolsas de papel en una mesa de vidrio que está en una esquina lejos de los muebles. Observo como los demás están intrigados por lo que ordené, y lo siento, pero no tenía dinero para pedir algo para cada uno.
Le hago una seña con la mano a Vero y ella arruga las cejas y luego se levanta caminando hasta mi posición —¿Qué pasa?
—Este yo —titubeo —pedí… ¿Te acuerdas de qué? —a veces mi lengua y mi cerebro no coordinan al decir las cosas, pero solo me pasa cuando quiero decirle algo verdadero a alguien que aprecio.
Abre los ojos y agita las manos —¿Qué Carlos? Habla de una vez.
Sin decir nada más, saco unos brownies de la bolsa, son un paquete de doce de estos biscochos, además meto la mano y le acerco un café de esos que a ella tanto le gustan —te compré esto.
Sonríe —gracias Carlos, no tenías que hacerlo —me abraza y luego me da un beso en la mejilla.
—Dámelo un poco más a la derecha —sonrío y ella se aparta.
—¿Qué? —arquea una ceja.
—El beso, muévelo unos centímetros más —toco mis labios con los dedos.
Bufa y toma el café y el paquete de brownies —gracias de nuevo —sonríe y se va a su puesto en el sofá.
Sonriendo ingreso mi mano en la bolsa sacando un emparedado tamaño familiar de pollo y cerdo. A pesar de que cenamos luego de presentarnos, tuve que pedir esta comida porque cuando estaba pequeño me diagnosticaron una enfermedad y debo comer cada cierto tiempo.
Me diagnosticaron como “muerto de hambre”.
Comienzo a comer y la salsa se sale del pan cayendo en el plástico del envase donde venía empaquetado, luego tomo de la gaseosa en lata para refrescar mi garganta y continúo dándole mordiscos al emparedado porque está delicioso.
Mastico y entonces observo a Verónica hablando en ese lenguaje secreto que mantiene con Javier, además le da un brownie de los que le compré.
¡Qué bonito!
¡Yo obsequiándole esos biscochos!
¡Y ella los comparte con el rubio!
Saboreo mis labios y busco entre las bolsas unas servilletas para limpiar la sensación grasosa de mis manos y boca. Pienso en otras cosas para distraerme de la escena que acabo de ver. Estoy preocupado por el orfanato, pues, ayer hablé con Camilo y él me aseguró que la situación está delicada. Los recursos se han agotado más rápido de lo que cualquiera pudo imaginarse y solo queda comida y dinero suficiente para dos meses.
Le dije que fuera al banco y solicitara un préstamo a nombre de mi negocio, hablé con mi contador y él lo ayudó y gracias a eso se podrá solventar por los momentos.
Una presión se forma en mi espalda, específicamente en la parte trasera de mi hombro derecho, casi cerca de mis vértebras cervicales. Esa tensión aparece cada vez que recuerdo la realidad de las cosas y soy consciente por lo que estoy luchando, en verdad empleo todas mis fuerzas para ganar esta competencia e invertir el dinero del premio en el orfanato. Tengo tantas ideas en mente y me emociona querer ejecutarlas. Solo espero que el esfuerzo que hemos hecho no sea en vano, ojalá que todo valga la pena.
Pensar en el futuro del orfanato Sonrisas es algo que no me deja dormir, trato de tranquilizar mi mente por las noches. Pero cuando logro conciliar el sueño siempre tengo una pesadilla de que perdemos y que los niños son desalojados. Las demás posibilidades son escasas y los pronósticos muy negativos, el Estado se lavó las manos por completo e ignoraron nuestra petición.
Me llena de ánimos saber que esta noche llevamos la puntuación más alta, también Irene nos dijo que nuestro noviazgo ante las cámaras había hecho que el público votara por nosotros como su pareja favorita, aunque esa opinión popular solo influye un poco en el voto secreto del juez Zeferino, pero algo es algo.