Fuimos a una zona turística. Nos recibieron en una posada con un desayuno servido en una mesa larga y cubierta con un mantel blanco. Lámparas de cristal colgaban del techo y un aroma a canela estaba presente en el aire. Verónica durmió durante todo el camino y mi brazo medio dormido es evidencia de que fue cómoda. No sé qué nos depara el día, pero siento que disfrutaré de él.
Una hora después de desayunar y disfrutar de esa sensación de llenura, Irene nos guió a una pradera que rodea las habitaciones de la posada. Es un lugar con un estilo boscoso, pues, el terreno se extiende hasta donde te alcanza la vista, hay varios árboles bamboleándose por el viento que sopla y mucho césped en un tono verde muy intenso.
Es agradable el aire fresco que entra en mi nariz al inhalar y el sol que brilla con majestuosidad haciendo sentir su calor. No obstante, no puedo evitar sentirme incómodo por cómo me quedan los calentadores, aunque quizás nadie lo note porque no soy el único que tiene ese problema. No sé en qué estaban pensando las personas de producción cuando escogieron el vestuario masculino.
—Bueno, chicos, espero que tengan energía para realizar todos los retos —Irene se pone de pie frente a nosotros —como se deben haber dado cuenta cada pareja tiene un color distinto y es porque así se les identificará.
Alzo la mano —¿Por qué este calentador tiene que ser tan apretado?
Ríe —no sé, eso es cosa de la gente de vestuario —tuerce los labios.
—Concuerdo con Carlos —Javier interrumpe y señala su entrepierna —me siento como un estríper.
Se encoge de hombros —lo siento chicos, pero ya es muy tarde para cambiar de ropa —junta las manos —pasemos al primer reto, como pueden ver al final —señala al fondo unas banderas de colores —deben capturar la bandera correspondiente a su color.
—Suena fácil —uno de los participantes sonríe y estira sus brazos.
—Pero… —Irene abre los ojos y sube las cejas —los hombres deberán cargar a su pareja en los hombros y correr con ella hasta llegar a la meta.
Todos hacemos gestos y miramos a nuestra pareja —pueden ponerse en posición.
Me agacho y el roce en mi entrepierna aprieta mis partes íntimas. Toco mis hombros llamando la atención de Vero, ella sube por mi espalda colocando sus muslos en mi torso y con las manos sostengo sus piernas. Poniéndome de pie siento su peso en todo mi cuerpo, creo que me va a desviar la columna y eso que estoy cargando a alguien liviana.
—¿Estoy pesada? —acomoda su posición en mis hombros.
Un poquito.
—No, tranquila —respiro profundo —yo puedo.
—Cuando suene este silbato pueden empezar a correr. Olvidé decirles que la pareja que llegue de última será eliminada —hay tres cámaras a nuestro alrededor y nos enfocan —¡preparados! ¡listos! —suena el pitido.
La distancia que tenemos que recorrer es extensa y con cada paso que doy siento el peso de Vero clavarse en mi espalda y amortiguarse en mi columna. Respiro igual que una mujer en trabajo de parto. Mientras tanto ella pone ambas manos en mi mentón intentando sujetarse.
—¡Vero, me estás rasguñando! —hablo agitado mientras corro.
—¡Disculpa, es que no sé de dónde sujetarme! —se agarra de mi camisa —¡siento que me voy a caer!
Entonces pierde el equilibrio y se va para atrás y siento como su peso me hala con ella mientras hago un esfuerzo por mantenerme derecho.
—¡Mantente derecha, por favor! —jadeo entre las respiraciones —¡me estás desviando la columna!
Continúo corriendo y mi mirada va a la derecha viendo a mis contrincantes. Hay cuatro parejas que van a la par conmigo, entre ellas, Javier y Estela. En medio de la carrera noto que Javier tropieza con sus propios pies y pierde el equilibrio cayendo al suelo, haciendo que el rostro de ambos termine estampado contra la grama.
Empiezo a reírme mientras observo con cuidado el suelo, pues, no quiero tropezar igual que ellos —¡ya vamos a llegar! —Vero me indica con su mano.
Ganamos algo de ventaja de las otras tres parejas que iban a la par con nosotros, quizás porque la risa de la caída los distrajo. No tengo idea de a qué distancia están y no me arriesgo a voltear para verlos. Cuando llegamos, la bandera se ondea por el viento en un asta muy alta. Verónica montada en mis hombros estira los brazos para alcanzarla.
—¡Equipo verde son los primeros en llegar! —Irene habla por un micrófono.
—¡Bájate! ¡bájate! ¡bájate! —grito repetidamente al mismo tiempo que me agacho para que se baje.
Al sentir su peso desaparecer de mi espalda, comienzo a masajear mis hombros y me pongo de pie. En ese preciso momento llegan dos parejas más ocupando el segundo y tercer lugar, Javier y Estela continúan en la competencia disputándose el cuarto puesto contra otro equipo que los alcanzó cuando cayeron al suelo.
Finalmente, la otra pareja los supera y ellos llegan en el quinto lugar. Después de un rato, todos han llegado a la meta con excepción de los participantes de color azul que fueron eliminados. Irene con amabilidad les indica que pueden ir a sus habitaciones en la posada.
—Felicidades por haber pasado a la siguiente ronda —sonríe —como el equipo verde conformado por Carlos y Verónica ha llegado de primero, ellos tendrán ventaja en el próximo reto.
Yo estoy acostado en el suelo, sintiendo las finas tiras del césped y disfrutando de la sombra que proporciona un árbol mientras escucho hablar a Irene. Muevo la pupila a los lados y los demás participantes están sentados y algunos acostados igual que yo. Vero está a mi lado bostezando y frotándose los ojos.
Me levanto y me siento en la grama —eso te pasa por trasnocharte con Javier —susurro a su oído —espero que dejes de hacerlo.
Bosteza —quizás lo haga, pero es que me gusta pasar tiempo con él y ver las películas de terror.
Aprieto los dientes y respiro profundo. Siento que la sangre me hierve en las venas. Luego pongo las palmas de mis manos hacia atrás y me apoyo en la grama mientras estiro las piernas y giro mi cuello tronándolo.