Muevo los dedos en el táctil de mi pantalla, pero este se traba porque el sudor estorba su función. Limpio el celular y continúo deslizando una y otra vez el inicio de mis redes observando cualquier tontería que aparece. De repente un nombre viene a mi mente “Amanda”, no he sabido nada de ella desde aquella vez que me envió esa canción por el chat para “romper” conmigo.
Hice el enorme esfuerzo de no buscarla, de no pensarla para sí poder olvidarla y hoy puedo decir que lo logré, pero siento curiosidad de saber que fue de su vida. Tecleo su nombre en el buscador y no me aparece por lo que decido ir al chat y me encuentro con la sorpresa de que me bloqueó.
Doy una sonrisa de boca cerrada y agito con suavidad la cabeza hacia los lados, la verdad me causa gracia que lo haya hecho y siento satisfacción al no sentir nada al respecto porque ha desaparecido el amor que una vez le profesé. Vuelvo en mí y la risa se borra de mis labios cuando recuerdo la realidad que vivo.
Sentado en el sofá de la sala, mantengo el ceño fruncido y apoyo el codo en el reposabrazos apretujando con el puño mi mejilla derecha, por más que intento disimular la molestia, no puedo hacerlo. Imagino que arranco el televisor de la pared y lo lanzo al suelo pisándolo hasta convertirlo en chatarra.
Vero está sentada a mi lado y de reojo la observo como me mira con ganas de querer hablar, pero lleva un rato así y no se atreve hacerlo. Si no me dirige la palabra, yo tampoco lo haré, pues, estoy muy preocupado por nuestro puesto en esta competencia, no podemos darnos el lujo de perder a estas alturas y más cuando el orfanato depende de esto.
No le he prestado atención a la presentación de las otras parejas, de lo único que soy consciente es de que tendremos que bailar la coreografía de respaldo para el duelo de baile, pues, es más que seguro que estamos amenazados. Después de las críticas y la mala puntuación que recibimos es obvio.
—Chicos ya pueden ir pasando al escenario —Irene está seria, algo extraño viniendo de ella.
Me levanto del sofá bufando y con los latidos del corazón rebotando en mi garganta mientras vamos uno detrás de otro camino al escenario. Verónica intenta tomarme la mano y yo no le correspondo, luego me sonríe y aunque estoy molesto con ella, al verla sonriendo el enojo se disipa, sin embargo, no le devuelvo la sonrisa porque recuerdo el beso que le dio a Javier.
Ya en el escenario nos formamos en una hilera como es de costumbre, lo primero que anuncian es a la pareja de la semana, sus nombres y la puntuación que sacaron, esta fue perfecta alcanzando los treinta puntos.
—Ahora vamos con mi parte menos favorita, anunciar a las parejas amenazadas —Damiano y sus silencios entre frases ya me resultan tediosos —la pareja con la menor puntuación de la gala y quienes están amenazados son… Carlos y Verónica —el público emite un triste ¡aahh!
No sé por qué tanto suspenso si todo el mundo lo sabía.
Caminamos hacia un extremo del escenario y nos detenemos manteniendo una sonrisa más falsa que un balcón de carton.
—Ahora la segunda pareja amenazada, quienes tendrán que enfrentarse a Carlos y Verónica, son, Javier y Estela.
Por increíble que parezca desde aquel momento que los vi llegar a la competencia, supe que terminaríamos así. Algo en mí me decía que tendríamos que enfrentarnos en un duelo de eliminación y ahora confirmo que mis instintos tenían razón.
Dos faros de luces se posan sobre nosotros porque de acuerdo a las reglas de los duelos la primera pareja que nombran empieza el baile y luego a mitad de la canción suena un pitido y es el turno de la otra de entrar al escenario. Quería evitar llegar a esto, pero fallé y lo que me queda es luchar hasta el final. Cierro los ojos y veo el orfanato, a los niños riendo, toda la rutina que se vive día a día. Ahora me siento con fuerzas para la batalla.
La música suena y corremos al centro del escenario, la canción que se escucha es un mambo. Nuestros brazos van diagonalmente hacia la derecha y luego a la izquierda mientras los pies siguen el ritmo de la melodía, después bajamos las extremidades hasta la cadera y alzamos la pierna izquierda dando una patada.
Estando frente a frente noto sus facciones y sus ojos que transmiten vergüenza, desvío la mirada a un lado porque me resulta imposible mirarla. Le doy un giro a Vero con mis brazos y nos extendemos sin soltarnos de la mano, después damos pasos adelante y atrás en una perfecta sincronía.
Saltamos y damos una vuelta al caer al suelo que hace que ella quede delante de mí, la sostengo de su cuerpo y estira el brazo y la pierna formando una pose artística mientras la alzo.
Anteriormente, derrochábamos una química que traspasaba las pantallas, pero ahora siento que somos dos extraños compartiendo el escenario. La intensidad y pasión se ha esfumado y puedo darme cuenta de que nos repelemos como dos polos iguales. Suena el pitido y salimos del centro de lugar y de forma inmediata Javier y Estela ingresan comenzando a bailar.
Ellos dan una vuelta en el escenario y se deslizan estirando ambos brazos. Luego, en un paso sincronizado, doblan su rodilla y mueven el pie hacia un lado al mismo tiempo que sus brazos lo siguen.
Estela se mueve deslizando sus pies y queda frente a Javier quien la alza tomándola de las caderas, entonces ella dobla sus rodillas y extiende los brazos mientras dan unas vueltas. Luego la coloca en el suelo y realizan tres giros.
Tomados de la mano realizan pasos rítmicos a los lados y por último, Estela sale corriendo a un extremo del escenario, Javier se sienta en el piso con las rodillas flexionadas y ella corre hacia él apoyándose en sus rótulas y dando un salto mortal cayendo limpiamente a sus espaldas.
Verónica y yo aplaudimos junto con el público cuando la música finaliza, lo hicieron muy bien, así que no sé qué pueda pasar.