Tuve que morderme los labios y apretar los puños para no gritar en medio de la reunión. En la esquina donde estaba recostado había una alarma para incendios y casi la activo con tal de impedir que Raquel firmara esos papeles, pero no tenía sentido hacerlo, solo lograría prolongar lo inevitable.
Fracasé como lo he hecho en muchas otras ocasiones, me siento tan frustrado y decepcionado de mí mismo, últimamente nada me sale bien. Espero que al menos pueda quedarme en el orfanato después que pase a ser legalmente propiedad del estado.
Bajo la mirada y juegos con mis manos al mismo tiempo que entrecierro los ojos. Imágenes pasan por mi mente y las puedo ver con claridad, son muchos niños en una habitación apilados y apretujados contra la pared mientras lloran, no hay más luz en ese cuarto que un destello del sol que entra por una ventana. Pestañeo y vuelvo a mí, debo suprimir esas escenas.
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Verónica
Solo deseo respirar profundo y estar en completo silencio, quizás así podría aclarar mis pensamientos. Soy un manojo de emociones en este momento. Para empezar, no debí besar a Javier esa noche, pero ese gesto me confirmó que siento algo por él, aunque también quiero mucho a Carlos y por alguna razón no he podido sacarlo de mi corazón después de tanto tiempo.
¿Por qué tengo que ser tan complicada?
Me lanzo en la cama y me quedo viendo el techo mientras sigo cuestionándome. Por otra parte, los problemas familiares me tienen exhausta, mi padre es manipulado por mi mamá y no entiendo cómo puede volver con ella a pesar de todas las humillaciones que le ha hecho.
Preferiría estar equivocada y decir que esta vez será diferente, que puedo permitirme confiar en ella. Pero han sido tantas decepciones, una tras otra, que abrirme de nuevo sería darle el poder de que me vuelva a lastimar y no creo soportarlo. Agarro la almohada colocándola encima de mí y abrazándola cuando escucho la puerta de la habitación.
—Adelante —suspiro y continuo con la mirada en el techo.
—¿Cómo te sientes? —Susana entra con unas mantas en sus brazos.
—Estoy bien, es solo que mi vida familiar se derrumba al mismo tiempo que la sentimental —tuerzo los labios.
Da una sonrisa de boca cerrada —te traje estas mantas para que te abrigues —las coloca en la cama y se sienta a un lado.
—¿Por qué no me dijiste que mis padres habían hecho oficial su reconciliación? —me apoyo en mis manos, sentándome en la cama y recostándome en el espaldar.
—No quería preocuparte —se encoge de hombros —y tampoco quería decirte algo que te distrajera del concurso.
—Tienes razón —bostezo —¿crees que esta vez en verdad puedan construir algo sano?
—Quiero creerlo —voltea su rostro manteniendo la mirada fija hacia una esquina de la habitación —pero ambas sabemos que eso es imposible.
—¿Recuerdas la primera vez que mamá se fue de casa? —meto mis dedos entre el cabello y lo acaricio.
—Claramente —mueve la mano en la cama —papá se arrodillaba en la sala para que no lo abandonara y ella tenía dos maletas, una en cada mano.
—Y ni siquiera se despidió de nosotras —una lágrima aparece en mis ojos y se desliza por mi mejilla.
—Sí, después de eso no la volvimos a ver por un buen tiempo —se muerde el labio y acomoda su cabello.
—Hubiese sido mejor que no apareciera de nuevo en nuestras vidas —alzo los hombros —porque luego se volvió un ciclo sin fin en el que ella se marchaba de la casa, nos abandonaba y se iba detrás de un hombre joven.
—Demos gracias que todo eso ya pasó —Susana me toma de la mano —y que al menos nos tenemos la una a la otra —sonríe —cambiando de tema, ¿Tienes o no algo con Javier?
Me dispongo a responder cuando mis dos sobrinos entran corriendo a mi cuarto, se tiran en la cama lanzándose sobre mí y dándome abrazos y besos que me llenan de alegría.
—Tía te vimos en el programa de televisión bailando con tu novio —Cintia me sonríe y se sienta a mi lado.
—Sí, tía —Jaime, el más pequeño, acomoda su mochila y me observa con una sonrisa —yo les dije a mis compañeros de clase que tú eras mi tía y salías en la televisión porque eres famosa.
Sonrío y muevo la cabeza hacia los lados mientras los acaricio. Estos niños me salvaron de la pregunta de mi hermana, así que debo dar gracias porque me “salvo la campana”, Susana saca a los niños de la habitación con el argumento de que tía necesita descansar, ellos salen decaídos, yo les levanto el ánimo diciéndoles que luego tendremos tiempo para jugar.
Salen de la habitación y me acuesto. Entre todos los problemas que hay en mi cabeza no había tenido tiempo de pensar con claridad sobre el orfanato, ahora que perdimos el concurso y no tenemos ni una moneda, es evidente que el estado tomará posesión de esa institución.
Cuando comencé como voluntaria en ese orfanato lo hice por Carlos, yo no tenía un rumbo claro acerca de que quería hacer. Pero lo conocí y su pasión por ayudar es contagiosa, tanto que me hizo amar ese lugar dándole una pincelada de felicidad a mi vida. Si perdemos el control sobre el cuidado de los niños, sé que le va a afectar y a mí también.
Mi celular vibra moviéndose con ligereza en el escritorio, lo tomo y veo que es un WhatsApp de Javier.
—Hola, ¿cómo estás? —viene acompañado del emoji que lanza un beso.
No tenía ganas ni de levantar el celular, pero ya abrí el mensaje y opto por responder —estoy bien, en casa de mi hermana.
—¿No dijiste que vivías con tu papá e irías donde él?
—Es una larga historia —envío un emoji suspirando —tú, ¿cómo estás?
—Yo estoy excelente, ensayando como una bestia porque este sábado es la final.
—Suerte —envío una mano alzando el pulgar— no quiero sonar grosera, pero en este momento no tengo ganas de hablar con nadie.