Me detengo cuando el semáforo cambia de luz mientras Amanda intenta calmar al bebé, pues, ha comenzado a llorar. El sonido de su llanto me ha causado un leve dolor de cabeza, creo que esta es la parte de formar una familia que no es tan bonita como pensé.
A pesar de la sangre agolpándose en mi cabeza, mi opinión no ha cambiado, esto es lo que quiero algún día. Una familia, muchos hijos y una mujer que me ame. Amanda no es finalista en ninguna de esas opciones, pero Verónica es mi todo, a veces me gusta imaginar un futuro con ella, un hogar juntos, vacaciones familiares, viernes de películas y demás cosas.
Ojalá tuviera la capacidad de expresarle mis sentimientos con claridad, algo que sea tan puro que logre impactar su corazón y pueda entender y asimilar lo que siento por ella. Su cumpleaños es la próxima semana y quiero darle un buen regalo, pero deseo tener la oportunidad de estar a solas para hablar y explicarle cómo he estado desde que se alejó de mí.
Llegamos a la clínica y bajamos del auto luego de parquearlo. Andrés ya dejó de llorar y Amanda no ha dicho ni una sola palabra desde que la confronté hace un momento, me gustaría saber qué está pensando. Poniendo los ojos en blanco me da el bolso del bebé y camina con el ceño fruncido.
Ya dentro de la clínica pregunto por el doctor Camilo Gomes a una chica que está en la recepción. En el escritorio hay carpetas apiladas y el constante sonido del teléfono hacen del ambiente un verdadero caos, sin embargo, ella me atiende con amabilidad para luego decirme que debo subir al tercer piso.
Amanda está sentada mientras mantiene a Andrés recostado a su hombro. Basta una sola mirada, para que ella se levante y me siga hasta subir al elevador para luego salir a un pasillo muy largo donde la oficina de Camilo está al final.
Hay un letrero incrustado en la puerta que dice “Dr. Camilo Gomes”. Mucha seriedad para la personalidad de Camilo.
Toco la puerta con insistencia —¡adelante! —escucho al otro lado.
—¡Tiene puesto el seguro! ¡Genio! —muevo la manilla con fuerza para demostrarle mi teoría.
Escucho susurros y demás sonidos. Amanda y yo nos miramos mientras fruncimos el ceño, pasan unos minutos y Camilo abre la puerta, su cabello está desordenado, y lleva un traje con una corbata algo desajustada de su nudo, es algo extraño porque en otras ocasiones cuando he venido a esta clínica él siempre lleva puesta su bata de médico.
—Adelante —abre los ojos con asombro y mira de arriba abajo a Amanda—¿¡Amanda!? —su mandíbula inferior se abre —que cambiada estás y ¿ese bebé es tuyo?
—Si —interrumpo —es una larga historia —se hace a un lado y pasamos a su oficina sentándoos en dos sillas frente al escritorio —¿Cuánto tardan los resultados de una prueba de ADN?
—¿Quieres hacerle una prueba de ADN al niño? —juega con un bolígrafo en su mano y señala al niño.
—Sí —rasco mi cabeza.
—Asiente, tuerce los labios y alza las cejas —ya entiendo, de eso me hablaste anoche —junta las manos —los resultados se obtienen después de veinte días, además es una prueba muy costosa.
—No importa el precio, pero ¿Por qué tarda tanto? —pongo la mano en mi mentón y veo una mano salir debajo del escritorio de Camilo, doy una sonrisa y muevo con ligereza la cabeza.
—Ese es el plazo establecido desde que las muestran llegan al laboratorio —se encoge de hombros —puedo hacer que te den los resultados en diez días, pero más de allí no, pues hay otras personas que también están esperando.
—acabemos con esto de una vez —Amanda arruga las cejas y mueve la mano.
—Puede venir a mi oficina —Camilo aprieta el botón de un intercomunicador —una enfermera vendrá y los llevará a otra habitación para tomarles las muestras.
Después de un buen rato de silencio incómodo en la oficina de Camilo, la enfermera entra y con amabilidad nos dice que la acompañemos. Yo insisto en que vaya Amanda adelante con el niño y yo los alcanzaré luego.
Ellas salen de la oficina y meto las manos en mis bolsillos mientras sonrío, camino alrededor del escritorio, me inclino y veo a Estela apretujando sus piernas y con el cabello lleno de telarañas que atrapó debajo de la mesa.
—Ya puedes salir —me pongo recto de nuevo.
—¿Cómo supiste que estaba aquí? —Estela quita las telarañas de su cabello.
—A menos que el escritorio tenga manos o que Camilo se haya desordenado el cabello a sí mismo —sonrío — era más que obvio que estabas allí.
—¿No le dirás a Tatiana o sí? —Camilo arruga las cejas y sonríe.
Muevo la cabeza hacia los lados —tranquilo, no me meteré en eso. Pero creo que deben tener más cuidado.
—Bueno, yo me tengo que ir —acomoda su camisa —hasta luego —camina con rapidez hacia la puerta y sale.
—No me juzgues —rasca su cabeza y yo estiro los labios mientras muevo los ojos en señal de desaprobación —mejor dime ¿Cómo es eso de que eres papá?
—En resumen, se apareció anoche, llorando y con una facha que no creerías. Luego me dijo que ese bebé era mi hijo.
Se ríe —no sé qué decirte, es que tu suerte va de mal en peor.
—No hace falta que me lo digas, pero ¿Qué puedo hacer? —me encojo de hombros —lo menos que podía hacer era una prueba de ADN para salir de dudas.
—Yo falsificaría una prueba de vasectomía, con eso siempre te confiesan la verdad —se recuesta al espaldar de la silla —en una ocasión una chica con la que rompí, se apareció cinco meses después diciendo que estaba embarazada y que era mío. La desmentí diciéndole que yo me había hecho una vasectomía hace años —se ríe —luego me dijo que estaba desesperada y que solo quería un padre para su hijo. Yo le dije que buscara a alguien más ingenuo, porque yo no estaba disponible.
—¿Y qué te dijo ella?
—Se puso a llorar y se marchó por donde vino.
—Pero, ¿si te habías hecho la vasectomía verdad? —levanto una ceja