Vuelve la mirada a Javier y guarda silencio por unos segundos, luego sus hombros se hacen para atrás en el momento que toma aire para hablar.
Dile que no
Dile que no
—Sí, acepto —estira su brazo entregándole la mano y logro observar como el anillo se desliza con lentitud en su dedo anular.
A la escena le sigue un beso, un abrazo y aplausos por parte de todos los presentes. Apenas muevo las manos para dar el aplauso mientras mantengo una sonrisa como si acabara de cobrar y debiera todo el sueldo. Enorme sorpresa me llevé al venir a este lugar. Por suerte el tiempo continuó su curso y con él, la atención al acontecimiento que acabamos de presenciar. Ahora todas las personas están concentradas en conversar, tomar tragos y continuar la velada.
Estoy sentado junto a Camilo y sus dos chicas, permanezco en medio de ellos, pero no soy parte de la conversación. De a ratos agito el vaso y bebo sorbos del trago que me sirvieron en la barra que hay en este departamento. Tiene vidrieras y muchas botellas de licor, además un bar tender menea las copas y licores luciéndose en su labor y sirviéndote lo que desees.
Pedí un vodka, es el trago que más me gusta y confió en que me ayudara a soportar esta noche. Ahí sigo con la mirada fija hacia ningún lado en particular, solo estoy haciendo un viaje astral.
—¿Tú qué opinas, Carlos? —Estela bebe de su vaso y me observa.
—¿Disculpa? —agito la cabeza volviendo en mí
—Ella pregunta —Tatiana sonríe —acerca de la poligamia ¿Qué opinas de esto?
Que interesante tema de conversación —no lo sé —me encojo de hombros —no es algo que yo haría, pero al final cada quien hace lo que mejor le parezca.
Ellos se ríen mientras se miran los unos a otros, yo suspiro y me levanto del sofá —quiero tomar aire —camino hasta el balcón.
Pongo mis manos sobre el barandal mientras bebo un trago y observo las luces de otros edificios, el sonido de los autos y demás ruidos nocturnos típicos de la ciudad. La noche es cálida y la brisa sopla moviendo mi cabello. Me gustan estos lugares porque puedes apreciar muchas cosas, la luna, el cielo, las hojas de los árboles y a las personas transitar por las aceras, todo encajando en un perfecto escenario.
A todas estas no puedo creer que Verónica se vaya a casar con Javier porque apenas tienen unos meses de relación. Bueno, supongo que, si están muy enamorados, no quieren esperar más tiempo. Mi mejor amiga, la mujer que amo, se va a unir a otro hombre, es decir, si siendo novios me evita a toda costa, no quiero ni imaginar cómo será cuando esté casada.
Hasta ahora me doy cuenta de que no solo perdí ese concurso de baile, algo más preciado abandonó mi vida y es Verónica. Ambas cosas por el mismo sujeto. Alzo el trago y digo “salud, que sean felices”. Después de todo no puedo ser egoísta, así que lo más sensato es intentar sacarla de mi corazón y dejarla volar hacia su felicidad.
Saboreo las últimas gotas de vodka que bebo y apoyo mi brazo en el barandal dejando caer mi mano hacia afuera mientras sostengo el vaso. Siento como se me resbala de los dedos y alcanzo a escuchar el sonido del cristal al estrellarse con el pavimento, por suerte nadie pasaba en ese momento o le habría caído en la cabeza.
—Hola Pereira —Susana se acerca a mí y se recuesta sobre la barra —¿Qué haces aquí solo?
Me rio y suspiro —lanzando vasos por el balcón —le muestro las manos —se me resbaló entre los dedos.
Se ríe —no te preocupes, por eso —mueve la mano no dándole importancia —tenía tiempo sin verte, y ni siquiera me saludaste cuando llegaste.
—Discúlpame —aprieto los labios —es solo que a veces no soy muy sociable.
Ella se toma un trago y abre los ojos —claro y menos cuando llegas al apartamento de Javier.
Asiento —tu sí que me conoces bien.
—No tanto, pero sí lo suficiente para saber que no estás contento con el compromiso de mi hermana.
—¿Qué te hace pensar eso? —suspiro.
—Sé que estás enamorado de ella —hace una pausa —y también sé que ella aún siente algo por ti.
Mis ojos se llenan de brillo y sonrío —¿Estás segura?
—Tan segura como que soy su hermana —toma otro sorbo y se encoge de hombros —deberías no sé, ser sincero con ella.
Bufo —he intentado de todo y no he obtenido los resultados que esperaba, por el contrario, solo consigo que se aleje más y más de mí.
Sonríe —lo sé —agita el vaso —pero créeme cuando te digo que deberías hacer un último intento.
—No estoy seguro —paso la mano por mi rostro frotándolo —no quiero que ella se enoje conmigo y me saque de forma definitiva de su vida.
Se ríe —yo sé muchas cosas que tú no sabes y puedo ver el panorama completo.
Volteo a verla —¿Qué clase de cosas sabes?
Tuerce los labios —no puedo decirte porque traicionaría la confianza de mi hermana, pero créeme cuando te digo que ella aún te ama.
—¿Entonces por qué le dijo que sí a Javier? —me encojo de hombros.
—Porque en este momento está confundida, y ella cree que lo ama.
—¿Por qué todo tiene que ser tan complicado? ¿Por qué no podemos expresar lo que sentimos con sinceridad?
Se ríe —no lo sé, no soy psicóloga —mira el paisaje —pero tienes que hacer algo, a menos que quieras perderla para siempre.
—¿Y por qué me ayudas? —frunzo el ceño.
—Con decirte esto te estoy ayudando —guarda silencio —la verdad hay algo en Javier que no termina de convencerme, no sé, es cómo si ocultara algo malo —tuerce los labios —y no quiero a alguien así para mi hermana, por el contrario, a ti te conozco desde hace mucho y sé que eres un buen hombre.
—Pensé que era el único que notaba algo extraño en Javier —me rio —por un momento creí que eran celos, así que descarté esa idea —hago una pausa —¿y qué me aconsejas que haga?
Suspira —eso ya queda de tu parte —alza las cejas y los hombros —solo asegúrate de ser muy sincero en lo que dices.